«Nunca olvidaré la unión con Dios de aquellos días», dice vicario madrileño tras superar el COVID - Alfa y Omega

«Nunca olvidaré la unión con Dios de aquellos días», dice vicario madrileño tras superar el COVID

«Gracias a Dios por dejarme con vida y ser todo para Él y para cada prójimo que me encuentre en la vida»: así ha saludado el vicario madrileño Ángel Camino a sus amigos tras ser dado de alta por coronavirus, una convalecencia tras la que ha escrito la siguiente carta

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Foto: Archimadrid/María Pazos Carretero

Ingresé en el Ramón y Cajal por coronavirus. Ha sido algo serio. El equipo médico desde el primer momento se entregó totalmente con un tratamiento fuerte, pero eficaz.

Gratitud, pues, al Eterno Padre, al que he sentido con toda su Providencia y Misericordia, y gratitud al equipo médico y sanitario que se han comportado de un modo admirable.

Gracia a ti, y a tantos como tú, que habéis rezado por mí

Después de los veinte días en el Hospital Ramón y Cajal donde fui ingresado por coronavirus, en una situación muy delicada, me dieron de alta el pasado 18 de abril. Ha sido una experiencia inolvidable; posiblemente la más fuerte de mi vida. Sientes que el Eterno Padre te puede llamar en cualquier momento y a veces sin darte cuenta. El equipo médico fue extraordinario y empleó una medicación y tratamiento fuertes. Nunca podré olvidar la fuerte unión con Dios que tuve en aquellos días con la mirada fija en Jesús crucificado que en esa Semana Santa se nos presentaba como el verdadero salvador y portador de vida. Él fue el que me sostuvo espiritualmente en todo momento. En cuanto pude pedí el sacramento de la Unción de los enfermos para estar preparado del mejor modo posible. ¡Qué bien poder agradecer desde aquí al magnífico grupo de capellanes que todas las mañanas puntualmente me llevaban a Jesús Eucaristía en la Comunión! ¡Y cómo no agradecer a Francisco Iglesias, capellán, que facilitó mi ingreso en el Ramón y Cajal de un modo presencial, eficaz y entregado!

Ahora estoy en mi Comunidad de Agustinos en Columela en las dos semanas de la cuarentena. Como os podéis imaginar experimento en primera personar el calor de la familia, de la familia agustiniana, el calor del hogar. Hago los ejercicios físicos y de oxigenación (cuando ando, me han indicado que me deje ayudar por el oxígeno); me deja el superior la comida a la puerta de la habitación, me lavan la ropa; en fin muy bien atendido por la Comunidad. Escucho música clásica, respondo al correo.

No me canso de dar gracias a Dios por dejarme con vida. Es todo un himno de acción de gracias. Esta es mi gran experiencia: gratitud al cielo por dejarme en esta vida. Lógicamente que sea para una mayor y total donación a Dios en la Orden, en la Iglesia y para toda la humanidad.

Gratitud que uno al de tantos y tantos que habéis rezado por mí y al excelente equipo de profesionales que en el Ramón y Cajal lo han dado todo para sacarme adelante. Como os podéis imaginar está siendo un período excepcional de plenitud y alegre vida espiritual; con tiempo suficiente para rezar bien el Oficio, el Rosario, celebrando la Misa, haciendo la meditación con calma. Leyendo al Papa que con tanta fuerza nos está sosteniendo. También os diré que el señor cardenal, don Carlos Osoro, me ha estado llamando dos veces al día, algo verdaderamente sanador y edificante. Nuestro padre Alejandro Moral, general de la Orden de San Agustín, exactamente igual con sus llamadas oportunas. He sentido el cariño y la cercanía de todos los hermanos de la Provincia y de la Orden hasta llegar a conmoverme.

Al ser el vicario de la Vicaría VIII en la diócesis de Madrid ha sido increíble la cercanía de los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos. Lo expreso en una persona que ha sido capaz de recoger todos los saludos y oraciones: el secretario de la Vicaría, Miguel Fernando García López. A él le expreso toda mi gratitud por cómo ha podido mantener la unidad, informando a todos con la normal discreción y prudencia. Gracias, Miguel por tu persona, entrega y por todo tu trabajo.

Un capítulo aparte sería la relación que he mantenido con mi hermano Jesús, médico. Y con él, como os podéis imaginar, mi cuñada, sobrinos y sobrinos nietos que me han enviado tantos simpáticos vídeos de niños que alegran el corazón. Si mi hermano toda la vida ha sido hermano y confidente, esta vez se ha desbordado. Ha sabido aconsejarme en el momento oportuno, animarme, ofrecerme pautas. Ha sido puente con el superior de mi comunidad y con el equipo médico que me atendía. Ha sabido interpretar cada informe que le daban. Y ahora en todo este período están siendo fundamentales sus pautas a seguir. Reconozco que es una gracia añadida que el Señor ha querido ofrecerme. Por otro lado ha sido capaz de mantener informada a toda mi familia tan extensa y querida de primos y primas. Gracias de corazón, querido hermano.

Hay otros grupos y amigos que no he nombrado. Muchos, muchos. Me habéis sostenido como no podéis ni imaginaros. Dejo a la Virgen que os haga sentir en el corazón toda la gratitud que os quiero transmitir. Por favor daros todos por agradecidos y de corazón.

Este sería el perfil de todo lo vivido. Os lo ofrezco con verdadera gratitud, reconocimiento y afecto. Saludad a vuestras familias, comunidades o grupos que representéis. Manifestad a todos estos saludos míos de gratitud por todo lo que habéis rezando por mí. Os agradezco podáis enviar este mensaje mío a los que no he logrado contactar y que, en cambio, han rezado o se han interesado por mí. ¡Gracias!

Recibid un fuerte, fraterno, agradecido abrazo, permaneciendo unidos en Jesús Resucitado que es el verdadero portador de vida. Vuestro amigo y hermano.

Ángel Camino