La Iglesia en Corea denuncia que no se puede salir de la crisis explotando a los trabajadores - Alfa y Omega

La Iglesia en Corea denuncia que no se puede salir de la crisis explotando a los trabajadores

En marzo, un repartidor cayó muerto mientras subía un saco de arroz a un quinto piso sin ascensor a las dos de la madrugada. Aunque en el país no hay confinamiento, las compras por Internet se han multiplicado y esto ha empeorado las ya malas condiciones laborales de los trabajadores

María Martínez López
Foto: AFP / Jung Yeon-je.

La Iglesia en Corea del Sur ha lanzado una voz de alarma sobre cómo la crisis del coronavirus ha agravado las condiciones laborales de algunos trabajadores. En su mensaje para el Día Internacional de los Trabajadores, el 1 de mayo, la Comisión Justicia y Paz del país denuncia que la «cultura del descarte» que trate a los trabajadores como objetos de «usar y tirar» puede ser un mal más peligroso que el propio virus, y del que se contagie la sociedad en su conjunto.

La dureza de esta denuncia responde –explica la misionera Ester Palma, de los Servidores del Evangelio de la Misericordia– a la muerte en la ciudad de Ansan, el 12 de marzo, de un repartidor de la empresa Coupang. «Mientras realizaba la entrega de un saco de arroz a las dos de la madrugada entre un cuarto y un quinto piso sin ascensor, cayó muerto con una parada cardiaca en la escalera». Su muerte pasó inadvertida hasta que sus compañeros, que pueden verse unos a otros a través de geolocalización, se dieron cuenta de que llevaba mucho tiempo sin moverse y acudieron al lugar.

A pesar de que en Corea del Sur «no ha habido en ningún momento confinamiento, la gente ha restringido mucho sus salidas», explica Palma. Pero no por ello ha renunciado a consumir. Al contrario, como consecuencia del miedo y de la comodidad «ha recurrido en exceso a las compras por Internet». Y, como consecuencia, «ha empeorado las condiciones de estos trabajadores, que ya eran malas».

Pedidos de madrugada

Desde que se iniciaron las medidas de aislamiento social en el país asiático, las empresas de reparto han triplicado el número de contrataciones, casi siempre con contratos temporales, sin días de descanso y en unas condiciones «muy pobres», en palabras de la misionera. El trabajador fallecido, que llevaba cuatro semanas en la empresa, había confesado a su familia que apenas tenía tiempo «para comer, ni casi para ir al baño».

En el marco de la polémica que ha surgido en estas semanas por lo ocurrido, los sindicatos han denunciado que, más allá de la necesidad o el miedo a salir, en nombre de la comodidad se hacen pedidos a altas horas de la madrugada, interrumpiendo el descanso de los trabajadores. Piden que este tipo de pedidos se prohíban y que se limite el número de repartos por hora y la cantidad de kilos.

Siempre pagan los pobres

El mensaje de Justicia y Paz, citando el numero 55 de la Evangelii gaudium denuncia que «el salvaje capitalismo» que vivimos hace que la carga de cada crisis económica, en vez de repartirse entre todos, caiga con toda su fuerza sobre «los más pobres, en concreto los trabajadores más pobres». Y es solo su sacrificio el que ayuda a superarla. Este sistema –continúa– se ceba especialmente en los «trabajadores temporales, las personas con capacidades diferentes, los agricultores, los trabajadores extranjeros y las mujeres».

Los autores exhortan a que la situación de crisis no genere un individualismo generalizado, del sálvese quien pueda, apostando por nuestra seguridad y comodidad, sino que se generen estructuras verdaderamente solidarias, que tengan en cuenta a los más desfavorecidos. Son ellos los que están en gran medida están sosteniendo a la sociedad durante esta crisis, con un esfuerzo que el documento llama «santo». De hecho, incluso los compara con el mismo Jesús, que en sus apariciones tras la Resurrección da de comer a los discípulos con sus manos traspasadas por los clavos. El texto concluye haciendo ver que la sociedad tiene una deuda con ellos, pero que muchas veces su entrega pasa desapercibida.