La pandemia y las ventanas - Alfa y Omega

Una poesía siempre es un regalo. Claro que uno suele pagar el papel, la tinta, y quizá los derechos de autor. Pero el precio nunca tiene nada que ver con ella. La poesía no puede ser pesada o medida, ni su utilidad valorada. Si alguien se propusiera mesurar su sentido, no acabaría nunca. El poeta prodiga significados sobre las cosas que nos llevan más allá de la tacaña idea que nos habíamos hecho de ellas. Así, incluso las realidades más pequeñas y las nimiedades de la vida cotidiana quedan redimidas de su vanidad. Esa sobreabundancia las engrandece, llevándolas más allá.

Por eso, «quien escribe un poema, salva a un ahogado», dice Quintana. La poesía nos salva de la asfixia que produce la estrechez de nuestras casas: «Quien escribe un poema, abre una ventana. / Respira, tú que estás en una celda sofocante». Lo hemos aprendido en el confinamiento: salimos de la rutina de los días, donde aplausos marcan otro compás. «Por eso los poemas tienen ritmo: / para que puedas respirar profundamente». Igual que «fuera del ritmo, solo hay perdición. / Fuera de la poesía, no hay salvación / […] / la rima es como una esperanza que eternamente se renueva».

Pero no juzguemos erróneamente la metáfora: no nos salva la distracción, «como esas imágenes mutantes de los caleidoscopios / […]. / Un poema que no te ayude a vivir y que no sepa prepararte para / la muerte / no tiene sentido: es un sonajero». Así, cuando Quintana escribe «junto a la ventana abierta», no busca sino abrir paso a luz que le permita reencontrarse: «También yo soy paisaje…». Por eso se pone «en la más alta/ventana, viendo el cielo, que hace falta / para aguantar su sinvivir rastrero…». El poeta redime cada cosa al dejar la ventana abierta: «mi cuarto, por la noche / inmenso y triste, navega / […] / bajo el silencio del cielo». Bajo la bóveda celeste nada puede desaparecer, todo se conserva para siempre, como «el abuelo / de aquel niño pequeño que logró / en toda nuestra vida no morir». Ahí nada pasa, nada se pierde, porque «basta un instante de poesía/para gozar la eternidad entera». Porque el cielo es un terreno sagrado, y «aunque de Dios se aparte / un buen poema siempre lleva a Dios».

Las poesías de Quintana están llenas de ventanas. Quizá por eso haga de cada cosa un tragaluz por el que nos llega una honda salvación, y esta selección y traducción (Intenta olvidarme) de García-Máiquez es un palacio de cristal. Rialp la dejó gratis durante unos días de la cuarentena, como va haciendo con tantas otras obras a diario. Toda poesía es siempre un regalo. Esta fueron dos.

Intenta olvidarme (Antología poética)
Autor:

Mario Quintana

Editorial:

Rialp

Año de publicación:

2019

Páginas:

288

Precio:

20 €

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