Augusto Zampini: «Es urgente anticiparse al futuro» - Alfa y Omega

Augusto Zampini: «Es urgente anticiparse al futuro»

La Iglesia está dejándose la piel en primera línea para afrontar las consecuencias del COVID-19. Para ayudar, el Papa creó una comisión que implica a todo el Vaticano, así como a las iglesias locales, organizaciones externas, movimientos y organismos públicos de todo el mundo, para afrontar las consecuencias de la pandemia. Uno de sus coordinadores es el sacerdote argentino, Augusto Zampini, secretario adjunto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano e Integral. «Esto va a marcar un antes y un después, nada volverá a ser lo mismo. Estamos ante la primera crisis verdadera del siglo XXI y es urgente anticiparse al futuro», señala en entrevista con Alfa y Omega

Victoria Isabel Cardiel C.
Augusto Zampini
Foto: CNS.

¿Por qué el Papa ha decidido crear esta comisión?
La principal razón está en el corazón del cristianismo. La Iglesia tiene que responder a las necesidades de la humanidad. La primera e inmediata preocupación es la salud, la curación y el cuidado de los más vulnerables. El 20 % de los contagiados por COVID-19 requieren hospitalización, pero no hay estructuras suficientes en el mundo para acogerlos. En segundo lugar, al Papa le preocupan las consecuencias socioeconómicas que se cebarán con los más vulnerables. Esto va a marcar un antes y un después, nada volverá a ser lo mismo.

Estamos ante la primera crisis verdadera del siglo XXI y es urgente anticiparse al futuro. Cuando creó la comisión el Papa usó una frase muy bonita. «El futuro tiene memoria». Nos pidió que usásemos la fe para convertir esta crisis en una oportunidad para construir un mundo mejor.

¿Cómo?
El papel de la fe va a ser determinante. En una crisis como esta la salud que está en juego no es solo la física, sino también la psicológica y la espiritual. Solo hay que ver los picos de audiencias de las Misas para comprobar que, en las tempestades, la gente necesita cultivar el espíritu y darle un sentido a la vida y a la muerte. Y estas respuestas no provienen solo del análisis científico. Como Iglesia, tenemos una oportunidad única para renovar el mensaje espiritual y decir al mundo que la muerte y la desolación no tienen la última palabra. Para eso hay que poner en marcha una nueva solidaridad universal. Nadie se salva solo.

¿No es un poco utópico? De momento, las estrategias de los países para salir de la pandemia solo miran por sus propios intereses.
No es una utopía. La alternativa es un auténtico desastre. No hay diferencia alguna ni frontera que separe a los que sufren por el COVID-19. La única salida es estar unidos. El Papa lo lleva diciendo desde 2015 con Laudato si’. Suena abstracto, pero tenemos que ir a lo concreto y sacar lo mejor de nuestra tradición para ponerlo al servicio de los demás. No vamos a salvar al mundo solos, pero tenemos mucho con lo que contribuir.

¿Cuál será el papel de las Iglesias locales?
Fundamental. La Iglesia gestiona cientos de hospitales o centros de asistencia alrededor del mundo. Ahí está la fuerza que podemos ofrecer a las comunidades locales. Desde hace varias semanas, estamos recolectando información de las iglesias locales para identificar problemas sanitarios y humanitarios que requieren una acción inmediata. Además, las parroquias tienen que fomentar la reactivación de la realidad local.