Goya y San Francisco el Grande - Alfa y Omega

Goya y San Francisco el Grande

Concha D’Olhaberriague
Foto: Enrique Cordero

La basílica de San Francisco el Grande, quizá el templo más majestuoso de Madrid, con su monumental cúpula, fue pintada en su exterior por Francisco de Goya en uno de sus paisajes madrileños más afamados: La pradera de San Isidro. No obstante, la iglesia actual, que custodia un gran lienzo del pintor aragonés –San Bernardino de Siena predicando ante Alfonso V de Aragón–, tiene un historial de edificios precedentes de sumo interés.

Según la tradición, en 1217, san Francisco de Asís fundó un convento de franciscanos observantes extramuros, en el lugar que antes ocupó una ermita dedicada a santa María. Tras establecer Felipe II la Corte en Madrid en 1561, san Francisco quedó vinculado a la realeza y en él se instaló la Obra Pía de Jerusalén En 1760 llega al trono Carlos III, admirador de la orden franciscana, y los frailes deciden derribar la iglesia y levantar otra mayor. El autor es fray Francisco Cabezas. Sin embargo, dada la complejidad del proyecto, surgen trabas que paralizan la obra hasta que, en 1776, Sabatini se encarga de culminarla.

En julio de 1781, Goya, junto con otros pintores, recibe del conde de Floridablanca el cometido de decorar la basílica. Ese verano empieza los bocetos, de los que se conservan dos, amén de un estudio. Le asignan la tercera capilla del lado de la epístola, y él mismo elige el tema, que fue aprobado por el conde. Hacía tan solo un año había ingresado, al fin, en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y todavía no había perdido la audición. En la composición de san Bernardino se aprecia el influjo académico, muy atenuado en los frescos de San Antonio de la Florida donde, transcurridos 20 años, trabaja con plena madurez y libertad.

Según Lafuente, para la figura de san Bernardino –en un altozano, con un crucifijo en la mano izquierda y un gesto persuasivo a los fieles oyentes en la derecha–, Goya, quien se autorretrata abajo a la derecha, se inspira en la composición de Houasse, San Francisco de Regis predicando, cuadro circular del retablo del noviciado de los jesuitas en la calle San Bernardo. Pero hay una innovación del artista pues, habitualmente, el santo de los observantes lleva en la mano izquierda la tablilla con el monograma de Jesús (JHS) en lugar del crucifijo.