Galdós en el Día de la Misericordia - Alfa y Omega

Galdós en el Día de la Misericordia

Galdós desconfiaba de los arrebatos místicos. Pensaba que la fe debía producir frutos en el terreno de los hechos. La misericordia es la virtud más eminente, pues nos incita a cuidar de nuestros semejantes

Rafael Narbona
Foto: Pixabay.

El anticlericalismo de Benito Pérez Galdós no debe interpretarse como hostilidad hacia el mensaje cristiano. El ciclo de las novelas espirituales revela una sensibilidad evangélica que busca incansablemente la perfección espiritual. Galdós, liberal y republicano, asume las enseñanzas morales del Sermón de la Montaña, pero nunca logrará librarse del escepticismo racional que le impedirá abrazar la fe. Al igual que Unamuno, pasará sus últimos años atormentado por la duda. Sin embargo, novelas como Nazarín, Ángel Guerra y Misericordia, son auténticas ofrendas en el altar de la esperanza cristiana. Aparecida en 1895, Nazarín nos enseña las consecuencias de seguir a Cristo en una sociedad dominada por la codicia y la insolidaridad. Nazario Zaharín, sacerdote manchego, vive de las limosnas y comparte lo poco que tiene. Todos, incluidos sus superiores, le consideran un loco inofensivo y extravagante. Su peregrinaje por la España rural desemboca en un estrepitoso fracaso. Escarnecido y maltratado, dará con sus huesos en prisión. No es un ecce homo, sino un nuevo Alonso Quijano tristemente apaleado.

Benina, a imitación de Cristo

Publicada en la primavera de 1897, Misericordia vuelve a plantear el contraste entre el amor cristiano y la impiedad del mundo, pero ensaya un giro revolucionario escogiendo a Benina, una vieja criada, para encarnar la imitación de Cristo. Firme partidario de los derechos de las mujeres, Galdós se inclina por la ternura femenina para mostrar que es posible amar, sacrificarse, dar sin medida y perdonar sin condiciones. Benina alimenta a doña Paca con limosnas. Jamás se lo confesará, pues su señora es muy orgullosa. Cuando una inesperada herencia libre a doña Paca de la miseria, será expulsada de la casa por Juliana, su nuera. Benina ha mendigado y eso es una deshonra para un hogar burgués. La mala conciencia torturará a Juliana. Soñará que sus hijos enferman. Buscará a Benina, que cuida a Almudena, un marroquí ciego y con una repulsiva enfermedad en la piel. La pareja de vagabundos, instalada en una chabola levantada en la carretera de Toledo, sobrevive a duras penas.

Lejos de experimentar rencor, Benina escuchará pacientemente a la responsable de su desgracia, asegurándole que sus hijos no enfermarán. «Vete a tu casa y no vuelvas a pecar», le dice, consiguiendo aplacar su angustia. Benina actúa como si tuviera el poder de perdonar los pecados. Su gesto es simbólico. No pretende usurpar el papel de los sacerdotes en el sacramento de la Penitencia. Solo quiere demostrar que es posible superar la tentación del odio y la venganza. Juliana agradece su indulgencia, afirmando que es una santa. Para Galdós, la santidad no se alcanza con el cumplimiento de preceptos formales, sino mediante la entrega a los demás.

Galdós desconfiaba de los arrebatos místicos. Pensaba que la fe debía producir frutos en el terreno de los hechos. La misericordia es la virtud más eminente, pues nos incita a cuidar de nuestros semejantes. Un buen cristiano alimenta al hambriento, viste al que está desnudo, atiende a los enfermos, cobija al peregrino, visita al que sufre prisión y honra a los difuntos. «Misericordia quiero y no sacrificios», advierte Jesús. El profeta Oseas había expresado la misma idea, señalando que el conocimiento de Dios es preferible a cualquier holocausto.

María Zambrano opina que Misericordia es la mejor novela española después de El Quijote. Podríamos objetar que La Regenta es una novela con más méritos para ocupar ese lugar. Indiscutiblemente, su galería de personajes y su trama acreditan un insuperable dominio del lenguaje narrativo, pero su pesimismo resulta devastador. En Misericordia no hay optimismo, sino esperanza. Esperanza en la dignidad del ser humano para vencer a sus pasiones más dañinas. Benina es una santa porque es imperfecta. Siempre ha sisado a su señora, pero el dinero que obtenía de ese modo no se lo gastaba en ella, sino en socorrer a otros más desgraciados. Ha mentido, inventado a don Romualdo, un sacerdote que supuestamente las socorre. No es una mentira interesada, sino un ardid para ocultar que el dinero procede de las limosnas. Benina imita a Cristo hasta el extremo de perdonar a los que la clavan en la cruz de la pobreza. Su amor no es simple altruismo, sino perfecta caridad cristiana. Amor por el hombre y confianza ilimitada en la providencia.

¿Está Galdós en paz con Dios? Sus novelas muestran predilección por los niños, los enfermos y los pobres. Creo que esa ternura le habrá franqueado la puerta del cielo. Es imposible leer las páginas de Misericordia y no sentir que por ellas circula el amor de Dios, pidiéndonos que acojamos a los que sufren y viven sin esperanza.