Cuando tu casa son palés, plásticos y no tienes agua
Nos repiten estas semanas hasta la saciedad que nos quedemos en casa y que nos lavemos las manos frecuentemente. Pero hay un colectivo, el de los temporeros que viven en asentamientos en lugares como Huelva o Almería, para el que cumplir estas normas y recomendaciones no es nada fácil. Sus casas son palés y plásticos, sin electricidad y sin acceso a agua potable. Una circunstancia ya de por sí extrema a la que se une la incertidumbre por el trabajo. Si bien es cierto que se dedican al sector primario y, por tanto, esencial, hay personas que no tienen la documentación en regla y que ahora no pueden trabajar, o que se quedaron sin él y no pueden salir en busca de uno nuevo.
En Huelva, donde se estima que viven en esta situación en torno a 3.000 personas —la mayoría migrantes subsaharianos— Cáritas sigue con la dinámica habitual de atención a este colectivo. Sí es cierto que han tenido que enviar a casa a los voluntarios —muchos son personas mayores—, pero los técnicos siguen trabajando. Es el caso de Juanma Breva. «En estos momento seguimos ofreciendo ayuda humanitaria: alimentación, ropa, mantas, productos de farmacia… Y aprovechamos nuestra presencia allí para ver si tienen alguna necesidad médica», explica.
En las visitas de estos días insisten también en que mantengan, en la medida de lo posible, unas ciertas medidas de higiene: por ejemplo, que no coman del mismo plato. Pero reconoce que están muy limitados. Fundamentalmente, porque no tienen agua. «Hace unos días, leía que en Almería las entidades sociales habían llevado jabón a los asentamientos para que se lavasen las manos, pero no tenían agua. El acceso a este bien es algo que venimos reclamando desde hace mucho tiempo. Es cierto que algunos ayuntamientos de nuestra zona han empezado a llevarla en camiones cisterna, pero la solución es poner puntos estables», reconoce.
En lo que se refiere a la situación laboral, la tónica es la incertidumbre. Muchos de ellos podrán seguir trabajando en la recolección de arándano o frambuesa en Huelva –la producción de fresa se ha parado– y otros se están planteando la posibilidad de marcharse al norte para participar en otras campañas, como las de la fruta de hueso. El problema es que no saben si se pueden desplazar o no, así como los lugares a dónde ir. «Nosotros les estamos dando todas las indicaciones y ya están saliendo algunos muchachos», concluye Breva.
Para Beatriz Iraeta, de Cáritas Española, la situación de los temporeros es extrema y emocionalmente muy dura: «Viven en emergencia constante. Ojalá no nos olvidemos de ellos». Iraeta se refiere también a otro de los sectores más afectados por los efectos del COVID-19, el de la hostelería. Evidentemente, ha tenido un gran impacto el cierre de establecimientos y que se haya caído la temporada de Semana Santa, de la que muchas familias esperaban vivir varios meses, pero también que este empleo sea precario y que tenga una alta tasa de irregularidad.