El horizonte moral, a prueba - Alfa y Omega

Unas circunstancias como las que estamos viviendo ponen a prueba nuestras capacidades técnicas, ciertamente; pero también, conviene no olvidarlo, nuestro horizonte moral. Tener que tomar decisiones sobre terapias de soporte vital es siempre dramático y muy estresante. En situaciones normales, estas decisiones tienen que ver con una posible obstinación terapéutica; es decir, si realmente le estamos haciendo un bien a este enfermo concreto o, por el contrario, lo estamos perjudicando al mantenerlo con vida artificialmente.

El problema que se plantea en una situación de emergencia y/o escasez de recursos médicos es otro bien distinto: la posibilidad de tener que elegir entre pacientes porque no hay medios para todos. Y aquí surgió la alarma social, con toda lógica, porque se empezó a hablar de la «utilidad social» y del «umbral de edad». Desde Países Bajos o Bélgica llegaban noticias similares.

El principio de no maleficencia y el de beneficencia fueron el santo y seña de la medicina durante siglos. A ellos se vino a sumar hace ya unos cuantos años el de autonomía. Pues bien, cuando se cumplen 50 años del nacimiento de la bioética –y 25 de la Evangelium vitae– conviene hacer un llamamiento para poner en el centro, de manera efectiva, el principio de justicia, no solo en el interior de cada país, sino con una visión global de la comunidad humana.

El comportamiento de los médicos –hasta donde me consta– está siendo excepcional en nuestro país, menos invadido que otros por el virus del utilitarismo. No están dejando atrás a ningún enfermo. No se están dando prácticas discriminatorias. También el conjunto de documentos y orientaciones (de la Organización Médica Colegial y varias sociedades científicas y comunidades autónomas) ha recordado a los profesionales que extremen la precaución al ponderar los valores en juego. Desde el pasado jueves disponemos ya, además, de unas recomendaciones éticas claras del Ministerio de Sanidad que van en ese sentido, y en cuya elaboración han participado, entre otros, Carlos Romeo Casabona y Adela Cortina, de lo mejorcito que hay en ética en España.

Para que el personal sanitario siga teniendo esta enorme calidad técnica y ética, y para evitar brechas entre unas generaciones con un mayor poso humanista y otras tal vez más influidas por un utilitarismo ramplón, habrá que reforzar en el futuro la formación en bioética de nuestros jóvenes profesionales sanitarios.