Vía crucis desde la prisión, en una plaza encarcelada
Ellos no sabían que sus reflexiones formarían parte del vía crucis del Papa. Internos de la cárcel de Padua, la familia de una víctima, un policía de prisiones o un sacerdote que durante ocho años fue acusado falsamente de abusos, son algunos de los protagonistas de este Viernes Santo. Hablamos con Marco Pozza, el capellán de la cárcel que ha tejido con ellos las historias
Este Viernes Santo el vía crucis se celebrará de forma atípica en una plaza de San Pedro desnuda, en la que, a pesar de todo, los presos volverán a ser los protagonistas. A ellos y al mundo que les rodea encargó las meditaciones que vertebrarán las 14 estaciones que guían a Jesús hasta el monte Calvario. «Refleja la convicción del Papa de que el centro de la Iglesia se ve mejor si se mira a través las periferias. Este gesto se ha revelado, además, como una gran profecía. En diciembre, cuando nació el proyecto, nadie hubiera imaginado que la mitad del planeta estaría cumpliendo un régimen de semiarresto domiciliario. Francisco se ha anticipado a la realidad», señala en conversación con Alfa y Omega Marco Pozza, un cura italiano que desde hace más de una década se prodiga tras las barras de la prisión Due Palazzi, en Padua, y que ha dirigido la elaboración de los textos para la reflexión de los pasos.
¿Cómo interpreta esta decisión del Papa de poner el foco en el sufrimiento en las cárceles?
Refleja la convicción del Papa de que el centro de la Iglesia se ve mejor si se mira a través las periferias. Este gesto se ha revelado, además, como una gran profecía. En diciembre, cuando nació el proyecto, nadie hubiera imaginado que la mitad del planeta estaría cumpliendo un régimen de semiarresto domiciliario. Francisco se ha anticipado a la realidad.
¿Por qué cree que el Papa tiene esta particular predilección por los presos?
Lo ha contado él mismo. Cuando era obispo de Buenos Aires visitaba con asiduidad las cárceles, y ahora que es Papa continúa llamando por teléfono a algunos detenidos. Francisco está convencido de que Dios está presente en la carne que sufre. El mundo de las prisiones se convierte así en el agua con la que el Papa se lava los ojos para poder ver mejor la cara de Cristo. En la prisión sufren las personas que cumplen condena, pero fuera también hay otro mundo que sufre: el mundo de las víctimas y sus familias. Desde la parroquia ayudamos con la misericordia a quienes han caído en el pecado, pero esto no cancela la justicia necesaria para vivir en un Estado de Derecho.
¿Quiénes son los protagonistas de los 14 pasos del vía crucis?
El Papa nos pidió historias del mundo de la cárcel, que no es solo, como muchos creen, el país de los presos. Hemos creado una sinfonía de voces compuesta por cinco detenidos, uno de ellos condenado a cadena perpetua; una familia destrozada por un homicidio, cuya hija fue masacrada; la madre de un chico detenido; un magistrado del Departamento de Vigilancia Penitenciaria; un policía de prisiones; un voluntario; un sacerdote que durante ocho años fue falsamente acusado de haber cometido violencia sexual contra menores de edad y que finalmente fue declarado inocente por la justicia; la historia de una catequista y, por último, la de un monje que desde hace 50 años trabaja en las cárceles. Él fue el primero en abrir el camino de la Iglesia en los centros de reclusión en Italia. Nadie ha dado su nombre, no por vergüenza, sino porque querían que cualquiera que viva en este momento una situación similar se pueda ver reflejado en su historia.
¿Por qué se han elegido estas historias?
Son historias que durante algún tiempo han habitado la experiencia de la cárcel. Hay de todo. Algunas acaban de comenzar, otras están madurando todavía. También hay historias que no han encontrado paz, e historias que ya descansan. No hemos querido crear de forma artificial una novela bellísima, sino coger la vida real y ponerla en las manos de san Pedro.
El punto que une todas estas voces es que son personas que, en vez de responder con rabia, han tratado de coger el dolor y darle un significado. Creo que la estación más difícil será la del sacerdote acusado cuando era inocente; es la historia más alta en grado de humanidad.
¿Cómo han reaccionado estas personas cuando les ha revelado que habían sido elegidos para realizar el vía crucis del Papa?
He preferido no decirles desde el principio para qué iban a ser utilizados los textos. No quería que las emociones jugasen en su contra o que estropeasen la verdad. Les he dado una página de la Pasión del Evangelio para que meditasen sobre lo que significaba para ellos a través de su vida. Y cuando les he revelado que servirían al Papa para guiar el vía crucis, sus ojos lúcidos lo han expresado todo. Quiero aclarar que no todas las personas seleccionadas son creyentes. Hay gente atea, gente que pasa de todo, gente que no ha encontrado la fe. Pero todos reconocen el valor de la figura del Papa.
¿Por qué ha dado voz a todos?
Me aburre discutir de los misterios de la fe con los cristianos. Mis mejores amigos están lejos de la fe, gente a la que ni siquiera le gustan los sacerdotes. Los cristianos a veces nos acostumbramos a la belleza de la fe, pero no hay que olvidar que es un regalo heredado. No hay que dejar de lado a la gente que no tiene ese don.
¿Qué le ha dicho el Papa cuando lo ha leído?
Le he entregado el texto que habíamos preparado. Él lo ha leído solo y lo ha meditado. Después lo hemos leído juntos y se ha emocionado ante algunos pasajes. Únicamente ha hecho pequeñas modificaciones, pero me ha dicho que, si no estaba conforme, que no las llevara a cabo. Su gesto muestra una humildad y una grandeza únicas.
Este año tendremos un vía crucis un poco distinto…
Va a ser maravilloso. Un vía crucis escrito por el mundo de la prisión, en una plaza de San Pedro encarcelada, con un Papa encarcelado en el Vaticano, para hablar a un mundo que está encarcelado dentro de casa.
El caos por la emergencia sanitaria está poniendo al límite el sistema penitenciario italiano. Hemos visto motines y revueltas que han dejado varios muertos. ¿Cómo están viviendo los presos estos momentos?
Estamos hablando de una situación ya de por sí complicada, con una emergencia de base como la del hacinamiento en las cárceles, que se ha topado con otra emergencia, la de la expansión del coronavirus. Es inevitable que se creen situaciones donde explotan los nervios, sobre todo cuando hay una concentración de personas a las que es difícil pedirles que mantengan la calma y el equilibrio. Pero quiero resaltar nuestra experiencia en la cárcel de Padua, donde hemos vivido una situación de gran sentido cívico a pesar de la emergencia por el COVID-19. Los propios presos fueron los primeros que pidieron al director de la cárcel que se permitiesen las llamadas a casa diarias para evitar las visitas de los familiares y, por tanto, el contagio.