Los consejos de un capellán de prisiones para el confinamiento - Alfa y Omega

Los consejos de un capellán de prisiones para el confinamiento

José Luis Gómez es un jesuita de 88 años, capellán voluntario de Valdemoro, que ha escrito a los presos una carta con varios consejos para llevar el confinamiento

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: Sigefredo Camarero

«Yo antes iba todos los días a la prisión, pero al cumplir 80 años empecé a ir solo dos veces por semana, los miércoles y los fines de semana, para celebrar Misa con los internos», dice José Luis Gómez, un jesuita de 88 años que hace las labores de capellán voluntario en la cárcel de Valdemoro.

Después de todo el tiempo de confinamiento «sin tener noticias de ellos», José Luis ha escrito una carta a los presos para pedir que le escriban, «que me cuenten su situación, que seguro que es bastante más dura que la nuestra. No tienen talleres ni las actividades habituales, no ven a los voluntarios ni reciben visitas, tampoco pueden salir de permiso. El hecho de poder realizar más llamadas a la semana no puede compensar todas estas ausencias», lamenta.

En su carta anima ver el confinamiento «como una ocasión de acercarnos a nuestro interior, de reflexionar sobre lo que estoy haciendo con mi vida», y también a «ver el lado bueno de las cosas», cuidando las amistades y la salud, y valorando lo que se tiene en lugar de instalarnos en la queja. «Pensad que las personas que han sido estimadas y queridas, veneradas como héroes y santos, no son los que han tirado la toalla, los que se cruzan de brazos, los lloricas, sino los que en circunstancias difíciles y durísimas no se rinden, resisten, creen en sí mismos y en los demás», escribe el capellán.

Todos estos consejos valen para todos los que padecen el confinamiento «porque, al fin y al cabo, somos todos humanos», pero al mismo tiempo advierte que «el confinamiento que estamos experimentando para ellos es mucho peor, porque el nuestro al final es mucho más suave».

José Luis no sabe de los internos, pero «me imagino que habrá de todo: alguno lo llevará en positivo y alguno se amargará un poco más, se abandonará y estará más entristecido y hundido». En cualquier caso, «los tengo muy presentes y me acuerdo mucho de ellos», asegura el capellán, que lo que más teme es que la pandemia entre dentro, «porque hay muchos enfermos y grupos de riesgo, y otros a los que el aislamiento les acentúa su enfermedad mental».

Por todo ello, el capellán sueña «con el momento de volver a verles. Me consuelo mientras pensando que todo contratiempo fuerte y todo sufrimiento hace más recia a la gente, y nos abre más a lo positivo y a ver lo bueno de las cosas».

Queridos internos…

Queridos internos del módulo 7, conocidos o no, quiero ser amigo: soy  vuestro capellán. No sabéis cuánto os echamos de menos cuando llega el miércoles y vernos ahora impedidos de ir por el puñetero virus. ¡Al menos cómo nos gustaría recibir carta vuestra! A ver si se anima alguno a contarnos cómo os sentís, cómo este encierro ha afectado al módulo al limitarse visitas, clases, talleres, permisos, etcétera. Es bueno desahogarse, ordenar y formular en una carta vuestros sentimientos, pues expresándolos los buenos se doblan, y los malos se parten por dos. Eso sí, con letra clara.

Voy a decir mis sentimientos, ojalá coincidan con los vuestros. En primer lugar siento que esto es una oportunidad para sentir lo penoso de la reclusión, aunque la vuestra sea mil veces peor. Pero nos hace comprender la dureza de vuestra vida y sentir ternura hacia vuestro sufrimiento.

En segundo lugar, ante un cambio tan drástico de vida (en vosotros menos) veo que como siempre os digo en conversaciones y misas hay que ver el lado positivo de esto. ¿Cuál? Pues a mí me parece que es una ocasión de acercarnos a nuestro interior, de reflexionar sobre lo que estoy haciendo con mi vida. ¿Me deja satisfecho cómo voy, me deja contento cómo actúo y llevo mi vida?

Hoy me desperté emocionado con todo lo que tengo que hacer. Tengo responsabilidades que cumplir, soy importante, pero se me ponen enfrente dos caminos: hoy puedo quejarme porque el día está lluvioso o puedo dar gracias a Dios porque el campo y las plantas están siendo regadas y los embalses se llenan. Hoy puedo estar triste porque mi tarjeta no tiene saldo, o puedo fijarme en que mi cuerpo vale una millonada porque no aceptaría millones por perder mis dos ojos, o mi oído, o mi lengua, o mi corazón, con el que puedo amar tanto. Hoy puedo quejarme de mi salud, o puedo alegrarme de estar vivo y no agonizando en una UCI. Hoy puedo quejarme de que mis padres no me dieran el cariño y el trato que hubiera querido, o puedo alegrarme de que me hayan dado la vida. «Hoy puedo llorar porque las rosas tienen espinas, o puedo sonreír porque las espinas tienen rosas», como escribió Mario Benedetti. Hoy me puedo dar lástima por no tener muchos amigos en el módulo, o puedo embarcarme y abordar a algún extraño y descubrir un amigo. Hoy puedo quejarme de que no puedo ir a la escuela o al taller, o puedo coger libros de la biblioteca y llenarme de ricos y nuevos conocimientos. Hoy puedo ponerme de mala leche porque este mes no he recibido visitas de los míos, o puedo empezar a comprender a muchos compañeros que llevan meses y años sin que puedan  recibir visitas de los suyos.

Después de analizar mi vida, si no quiero ser tonto, es mucho mejor pasarse al grupo de los que ven el lado bueno de las cosas, aunque sea un grupo pequeño pero más feliz que el inmenso grupo de los amargados. Dicen los médicos que eso mejora sensiblemente la salud. Así que ¡a ser positivo!. Para ello os recomiendo una serie de cosas:

  1. Escribe todos los días –aunque sean pocas líneas– cómo ante comentarios negativos, tú has optado amablemente y sin discutir por el lado bueno de las cosas.
  2. Aprende de esa oleada de gente emprendedora que en vez de amargarse por quedar en paro se ponen a fabricar máscaras, equipos protectores, respiradores, etc. y si pueden los distribuyen gratis. O los que hacen llamadas a sus conocidos por si necesitan algo y se ofrecen a llevárselo.
  3. No te abandones y sé limpio siguiendo las normas que dan los expertos.
  4. Crea ambiente entre tus amigos: esto pasará, no estamos en un pozo sino en túnel en el que al fondo hay luz.
  5. Haz un buen ejercicio que te canse y duermas bien.
  6. Aprende a convivir y a no cabrearte por opiniones contrarias a las tuyas. Que tu acogida y tu mirada sean la expresión de que el otro es libre para expresar lo que cree, y entonces, a lo mejor, al ver tu comprensión se baja de su idea equivocada.
  7. Lee, pasea, charla, da las gracias, haz cosas junto a otros, lleva con humor y alegría los contratiempos. Si en tu corazón hay paz y tranquilidad, lo negativo y lo amargo no pueden entrar porque dos sentimientos contrarios no conviven en tu corazón.
  8. Valora todo lo que tienes de salud, de amigos, de comida y techo, de poder disfrutar de TV, radio, música, libros o tantas cosas aún.
  9. Piensa que las personas que han sido estimadas y queridas, veneradas como héroes, santos, grandes, importantes… no son los que han tirado la toalla, los que se cruzan de brazos, los lloricas, sino los que en circunstancias difíciles y durísimas no se rinden, resisten, creen en sí mismos y en los demás.

Espero vuestras contestaciones. Al menos una o dos cartas, en las que podáis poner unas líneas varios. Cuidaros y amaros unos a otros, que la vida es bella.

José Luis Gómez Morales