Vivir en serio (y en serie) - Alfa y Omega

Vivir en serio (y en serie)

No deberíamos salir de la crisis empantallados. Tenemos por delante una oportunidad de permanecer en lo esencial y de despojarnos, también de los consumos audiovisuales superfluos. Eso supone aprovechar la ocasión para vivir en serio. No es incompatible con vivir en serie, siempre que el consumo sea equilibrado y que series y programas sean medios para esa vida mejor, para disfrutar en familia o para hacer serie-fórums online con amigos que no podemos abrazar. En esa línea, proponemos tres series de ficción y tres programas de televisión que rescatamos de una programación zarandeada, que oscila en estos días entre los especiales del coronavirus y los enlatados. Desarrollamos una serie y dejamos esbozadas las características de las otras propuestas para quien quiera sumergirse en ellas

Isidro Catela
La actriz Jennifer Morrison en una secuencia de la serie ‘Once upon a time’
La actriz Jennifer Morrison en una secuencia de la serie Once upon a time. Foto: ABC / Dean Buscher.

El lugar donde los cuentos se hacen realidad (Once upon a time)

Érase una vez es un cuento con forma de serial que hay que buscar y contar en esa biblioteca audiovisual que Borges imaginó de otra manera, y que en nuestro tiempo se conoce como Netflix. Es una historia (casi) interminable, que al modo de las muñecas rusas, se abre en sucesivas historias infinitas que nos son sobradamente conocidas porque han acompañado nuestros sueños y nuestras pesadillas desde que éramos pequeños. Se trata de una serie familiar, que puede verse sin problema a partir de los 7 años, con la única salvedad de que, como en todo cuento que se precie, los malos son muy malos y están tan estereotipados que a veces se les va la mano en una negrura que puede dar mucho miedo a los más pequeños y aprehensivos de la casa.

Los cuentos se recrean en un pasado remoto, en el que se acabó pronto el presupuesto y donde se echa de menos una mayor calidad en los decorados, y en un pueblecito de la América media, llamado Storybrooke, un juego de palabras con story book (libro de cuentos) y que es el espacio fundamental de nuestro aquí y ahora en las seis primeras temporadas.

Once upon a time fue creada por Adam Horowitz y Edward Kitsis en 2004, cuando ambos eran aún guionistas de Lost. Tendrían que esperar siete años hasta poder estrenarla en 2011, después de ser rechazada por muchos que consideraron la idea demasiado fantasiosa. Como buena serie que busca un público amplio, en su apariencia infantil, está llena de guiños adultos. Por ejemplo, los frikis de la serie Lost pueden jugar a encontrar guiños salpicados en el universo Once… Desde el reloj, que está detenido en las 8:15 horas —en referencia la vuelo 815 de Oceanic—, hasta la casa de la malvada reina (Regina) que es el número 108, el mismo que Desmond debe introducir constantemente en el búnker de la mítica serie.

Once upon a time da para varias cuarentenas seguidas. Con un total de 155 episodios, de aproximadamente 45 minutos cada uno y distribuidos en siete temporadas, va de la mano de personajes muy reconocibles de los cuentos populares (Blancanieves y los siete enanitos, Cenicienta, Caperucita Roja, Pinocho y Pepito Grillo…) y otros que los más pequeños reconocerán por lo que Disney ha hecho con ellos (Peter Pan, Mulán…). Los personajes se desdoblan en el mundo de los cuentos y en pleno siglo XXI. Su desventura común es que fueron transportados al mundo real y les robaron sus recuerdos originales mediante una poderosa maldición. Solo el conocimiento (y el amor, la forma más elevada de conocimiento posible) les sacará de la platónica caverna en la que se hallan encadenados. Para ello necesitamos a un valiente (el adorable niño Harry) que conecte los dos mundos, que rompa los grilletes, vea la luz del sol y vuelva a contarles a los demás que están bajo los efectos de un hechizo, que no es oro todo lo que reluce, especialmente en el señor Goldman/Rumplestiltskin, un malo malísimo brillantemente interpretado por Robert Carlyle.

Se hace larga, va perdiendo brillantez a medida que avanza, pero es deliciosa en su planteamiento y buena parte de su desarrollo. Los niños se meterán enseguida. A los adolescentes y mayores de la casa puede que les cueste un poco más, pero una vez que sucumban al encanto (nunca mejor dicho), no querrán salir del mágico universo paralelo del que tantas sencillas y eficaces moralejas pueden sacarse para nuestra vida ¿real?

Un momento de la serie ‘Perdidos en el espacio’
Un momento de la serie Perdidos en el espacio. Foto: Netflix.

Perdidos en el espacio

Perdidos en el espacio (Netflix, 2018, dos temporadas, 20 episodios de 45-60 minutos) es una serie de ciencia ficción familiar, con una familia protagonista indiscutible. Los Robinson (¿les suena?) han sido elegidos para comenzar una nueva vida en una colonia espacial. La aventura utópica hacia un mundo mejor, un paraíso intergaláctico prometido, se tuerce. La nave sufre un imprevisto y se desvían hacia otro lugar. Es una familia, tiene una misión y todos y cada uno de sus miembros tienen que poner de su parte para que la aventura llegue a buen puerto. Solo por eso, merece la pena verla.

El protagonista de la serie ‘The Flash’
El protagonista de la serie The Flash. Foto: HBO.

The Flash

The Flash (HBO, Movistar +, seis temporadas, 123 episodios de 45 minutos cada uno). Aquí va una de superhéroes con valores. Un chico normal y corriente (como suele suceder), que después de un accidente (como suele suceder) tiene el superpoder de moverse a la velocidad del rayo. El poder entendido como servicio, porque nuestro protagonista (Barry Allen) lo va a utilizar bien para derrotar a los malos y proteger a los habitantes de Central City. Puede sonarles a historia repetida (lo es), pero es también de las que nunca falla, de las que está bien hecha y de las que se puede ver en familia, que no es poco.

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Un capítulo de Lengua e idiomas para niños de 6 a 8 años en ‘Aprendemos en casa’
Un capítulo de Lengua e idiomas para niños de 6 a 8 años en Aprendemos en casa. Foto: RTVE.

La caja menos tonta

La televisión tradicional trata de resistir ante el envite. Rescatamos aquí dos propuestas que se han creado ex novo, con muchos matices, para sobrevivir en estos días. Televisión Española se ha puesto las pilas. Es innegable. Los que conocemos lo que cuesta poner en marcha programas que aúnen servicio público, específico para esta crisis, y una mínima calidad audiovisual, lo reconocemos. Las audiencias (que no siempre tienen la razón) las han avalado.

Fotograma de 'Educlan’
Fotograma de Educlan. Foto: RTVE

Aprendemos en casa y Educlan

Aprendemos en casa es una iniciativa del Ministerio de Educación y Formación Profesional para facilitar el estudio en estos días de confinamiento. La franja matinal de Clan y La 2 ha sido invadida. Hay programas para niños desde 3 años hasta adolescentes de 16. Es cierto que no todos los contenidos son de calidad. Los expertos han puesto algún grito en el cielo, especialmente con los de Matemáticas. Hay vídeos que llevan años en YouTube, a los que les vendría bien una manita de pintura pedagógica, que ahora se han rescatado para salvar la situación. Pero, en otros casos, se ha buscado con acierto en el baúl de los recuerdos televisivos y hay piezas (especialmente las de los más pequeños, hasta 8 años) que cumplen su función con decoro. Puede verse y ampliarse en la versión web y app de Clan, que han llamado Educlan (rtve.es/educlan).

Cesc Escolà durante una clase
Cesc Escolà durante una clase. Foto: RTVE.

Muévete en casa

Mejor apañado les ha quedado Muévete en casa, con Cesc Escolà, un profesor de fitness, al frente. Tiene las limitaciones del momento (esas imágenes desde la cámara web que en otro momento estarían prescritas y ahora son documento en vivo de lo que está pasando), pero es un buen medio para que fortalezcan abductores y se rebajen michelines. A diario, de lunes a viernes, a las nueve de la mañana en La 2. Además, en la web –rtve.es– dejan un resumen semanal de poco más de un minuto, al que le ponen la guinda con un delicioso postre (sin azúcar, por supuesto).