El oratorio de las esclavas - Alfa y Omega

El oratorio de las esclavas

Concha D’Olhaberriague
Foto: José Labrador

Los antiguos conventos del viejo Madrid han corrido una suerte muy diversa. Algunos, como las Descalzas Reales, la Encarnación, las Trinitarias o San Plácido, se han conservado hasta hoy con ciertos cambios o reconstrucciones de mayor o menor relieve. Hay asimismo iglesias, como San José, el Carmen o la castrense, que formaron parte de conjuntos conventuales ya desaparecidos. Un caso diferente es el del convento y la singular iglesia, casi desconocida, de las Esclavas del Sagrado Corazón de la calle de Cervantes, en el bullicioso barrio de las Letras.

El convento se edificó tras la reforma de Joaquín Sáinz de los Terreros de un palacio de finales del XIX, donado a la congregación de religiosas por el marqués de Vélez en 1920. En ese lugar se alzaba antes un monasterio de franciscanos capuchinos, San Antonio del Prado, mandado edificar por el duque de Lerma una vez que, destituido como valido de Felipe III en 1609, fue nombrado cardenal.

Por su parte, la entrada a la iglesia estaba en la actual plaza de las Cortes, lo cual da idea de la envergadura del conjunto. Allí estuvieron durante un tiempo los restos de san Francisco de Borja, antepasado de Lerma, y tuvo comienzo, pocos años antes de la demolición del centro, la Adoración Nocturna Española, por iniciativa de Luis de Trelles, seglar dedicado a tareas humanitarias, jurista, diputado y promotor de la implantación del principio de presunción de inocencia.

La placa conmemorativa de la antigua fundación, en la fachada del oratorio de las esclavas, se encuentra en el lugar que ocupaba el huerto de San Antonio.

A mediados del pasado siglo, el arquitecto José Yarnoz trazó la capilla neorrenacentista, con toques modernistas, con una sola nave de planta rectangular y una llamativa cúpula en el ante altar mayor, con claraboya de cristal en tonos azules, verdes y oro formando rombos enfrentados –obra del taller de Maumejean–, de la cual pende una gran lámpara neomudéjar. A su vez, el predominio de la madera en el artesonado de casetones, el revestimiento del coro, los pilares y el fondo del retablo, junto a la decoración de motivos vegetales, configuran un espacio que invita a la intimidad y el recogimiento.