La simbólica cuarentena de la cruz de Lampedusa - Alfa y Omega

La simbólica cuarentena de la cruz de Lampedusa

A la cruz de madera hecha con restos de pateras que recorría estos días España le sorprendió el Estado de alarma en la parroquia de los trinitarios, en Algeciras. Ahora está custodiada en la capilla de la comunidad religiosa, que en la puerta de al lado gestiona un centro de acogida para personas en exclusión, la mayoría migrantes

Fran Otero
La cruz de Lampedusa, en el centro de la imagen, preside estos días las oraciones de los religiosos trinitarios de Algeciras. Foto: Trinitarios Algeciras

«Un signo del Señor de protección y ayuda». Así explica Sergio García, superior de la comunidad de los padres trinitarios de Algeciras, que la declaración del Estado de alarma por el coronavirus haya pillado a la cruz de Lampedusa en su parroquia. Una circunstancia que ha hecho que este madero –realizado con restos de pateras, regalado al Papa Francisco y que ahora viaja por todo el mundo– se quede custodiado de momento en la capilla de esta pequeña comunidad trinitaria, formada por cuatro religiosos.

«Una Diosidencia», añade García en conversación con Alfa y Omega, porque Algeciras y toda la provincia de Cádiz viven muy de cerca el drama de los migrantes que buscan en nuestro país una vida mejor, y porque en su casa, además de la comunidad y la parroquia, hay un centro de acogida –de la ONG trinitaria Fundación Prolibertas– para personas en exclusión social, la mayoría migrantes.

Sin embargo, que la cruz esté confinada por tiempo indeterminado no quiere decir que esté aislada, pues gracias a estos religiosos y a las redes sociales se puede seguir rezando ante ella. De hecho, todos los días a través de Facebook se transmiten las distintas oraciones: por la mañana, laudes y meditación (09:00 horas); por la tarde exposición del Santísimo con rosario y vísperas (18:30 horas), y Eucaristía (20:30 horas). Los domingos la Misa es a las 12:30 horas.

Hasta un concurso de croquetas

Esta cruz de madera, signo del sufrimiento de tantas personas, se hace carne en la casa de acogida donde viven más de 20 personas de doce países distintos. Ellas fueron las últimas que pudieron reunirse en torno a la cruz, antes de que esta se alojara en la capilla de la comunidad religiosa. Una sencilla celebración en la que participaron incluso los que profesan otras religiones y muchos que habían llegado a España en patera. Fue, según narra el padre Sergio García, un momento de oración, de silencio y también de testimonio de aquellos que, al ver la madera de otras pateras hecha cruz, recordaron su viaje.

Ahora permanecen en el centro, confinados como toda la población, y atendidos por los trinitarios y por otras dos personas cada día –se reparten entre las 14 que allí trabajan, debido a las restricciones sanitarias– para que pasen lo mejor posible este tiempo de encierro. «Estamos viviendo estos momentos con mucha fe, y también con responsabilidad, pues nos toca concienciar a los chavales de que hay que respetar la cuarentena. Estamos haciendo todo que está en nuestra mano para que estén cómodos: les hemos facilitado juegos del centro juvenil, y hemos programado actividades de ocio, como un taller de flamenco o un concurso de croquetas, aprovechando que la casa es también escuela de hostelería», explica el superior de la comunidad.

Los chicos que viven allí son los cautivos de nuestra época, y trabajar por ellos es una de las señas de identidad de los trinitarios; son la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos. «Ellos son los preferidos del Señor», dice el padre García. Y por eso trabajan en la prisión y en la citada casa de acogida para personas en exclusión social, una dedicación que no debe parar en estos momentos de crisis: «Hay gente que no se puede quedar en casa porque no la tiene, o migrantes cuya situación ha pasado a un segundo plano y no sabemos qué ha sido de ellos». En su opinión, todas estas «pruebas» deben servir «para ayudarnos a ser más humanos, a querernos más, a construir una sociedad más fraterna». De hecho, ellos mismos están siendo partícipes de esa solidaridad con productos de higiene y alimentos.

Los religiosos tienen un mensaje que dar, ahora que vivimos en una especie de cautividad. «En estos momentos hay que tener fe y confianza en Dios, porque Él es el que nos libera. Debemos aceptar estas pruebas y luchar juntos para superarlas. La fe es un arma fundamental en estos momentos: nos ayuda a ser buenos ciudadanos, a aceptar las normas y a confiar en que lo mejor está por llegar, pero hay que confiar en el Señor. Dios nos quiere libres y hay que unirse para construir esa libertad».

Dar la oportunidad al talento

Que la cruz de Lampedusa esté en Algeciras y en un edificio de la Orden Trinitaria –que incluye comunidad religiosa, parroquia y centro de acogida– es una buena oportunidad para poner en valor el trabajo que los trinitarios realizan en la zona, ya sea a través de los religiosos o de su ONG. Uno de los programas que más alegrías les estaba dando hasta que llegó el coronavirus es el de empleo. Solo el año pasado consiguieron 268 inserciones laborales después de que pasasen por sus programas cerca de 600 personas. Esto significa que su tasa de empleabilidad se encuentra en torno al 45 %. La clave de estas buenas cifras es su trabajo en coordinación con las empresas de la zona: hablan con ellas para preguntarles qué perfiles necesitan y forman a los chicos para que puedan trabajar con ellas. Uno de los casos paradigmáticos fue el de KFC. Querían contratar a 15 personas para la apertura del primer restaurante de esta cadena en Algeciras y al final contrataron a los 30 que hicieron el curso con el programa de la Fundación Prolibertas. «Se trata de dar una oportunidad a migrantes que están en la calle sin nada y tienen un potencial y un talento enormes. Así que hacemos de intermediarios con las empresas, les formamos y ya están listos para trabajar», afirma Sergio García, superior de la comunidad trinitaria.