2018, el año de la no violencia
En este 2018, queremos abrir un tiempo y multiplicar espacios para conocer, acoger y repensar la cultura de la no violencia. Recordamos que hace 25 años murió el chicano César Chávez, impulsor de un sindicalismo no violento capaz de enfrentarse a los grandes monopolios agrícolas en EE. UU.; que hace 75 años un pequeño grupo de estudiantes rompió con el silencio cómplice y se enfrentó a Hitler con las únicas armas de su palabra; también celebramos los 100 años del nacimiento de Mandela, y los 50 del asesinato de M. L. King. Todos ellos son ejemplos de que la humanidad puede resolver los conflictos desde la lógica del amor
Vivimos en conflicto. Conflictos personales y conflictos políticos y sociales. Forma parte de la naturaleza humana. Esta obviedad ha estimulado el pensamiento y las artes a lo largo de toda la historia. Del conflicto, los seres humanos hemos extraído las lecciones más amargas y las experiencias más sublimes, las guerras y los genocidios por un lado y la reconciliación y la paz por otro, el odio y el amor. La misma naturaleza humana ha resuelto de formas antagónicas los inevitables conflictos. El conflicto se torna destrucción insalvable o creativa oportunidad.
El pesimismo, que Chesterton decía que era propio de los que solo creen en sí mismos, parece imponerse. Basta con mirar la realidad del mundo actual: hambre, explotación, esclavitud, violencia, guerras… El desaliento inundará el corazón de cualquiera que digiera, sin masticar, el relato dominante de los medios de comunicación de masas. No en vano ellos forman parte activa (e interesada) del conflicto. Pero hay otra historia, tan real como aquella, pero no tan visible (también por interés) como la que se nos impone a golpe de titulares. El optimismo, continúa el bueno de Chesterton, es propio de los que creen en los demás. Ellos son los protagonistas imprescindibles de esas otras historias que se abren paso en medio de la desolación, que encienden una luz en la oscuridad y siembran jardines en el desierto. Historias de esperanza, brutales ejercicios de amor, que apenas encuentran hueco en la sección de curiosidades. Historias que tendemos a leer con las lentes de la incredulidad o la admiración piadosa que nos blinda ante cualquier posibilidad de imitación.
No podemos negar que los grandes males que vivimos en el presente nos hablan de una cultura de la violencia que parece validar la tesis de Hobbes sobre la nefasta naturaleza humana. Y sin embargo, qué absurdo sería adscribirnos a tan penosa teoría sin hacer el esfuerzo necesario para comprobarla. Es más, el esfuerzo de comprobación nos aportará no solo argumentos en dirección opuesta sino también razones para afirmar que existe una vigorosa cultura de la no violencia, una fascinante corriente de liberación, que redime al ser humano con su verdadera condición de ser social, de animal político. Esas dos culturas conviven en el mismo mundo, son reales y factibles. Por tanto cada persona puede libremente decidir empujar una o la otra. Es cuestión de voluntad. No se puede alegar ignorancia. No es posible ser neutral.
Repensar la noviolencia
Hemos decidido dedicar un año a la no violencia. Queremos abrir un tiempo y multiplicar espacios para conocer, acoger y repensar la cultura de la no violencia. Este año recordamos que hace 25 años murió el chicano César Chávez, impulsor de un sindicalismo no violento capaz de enfrentarse a los grandes monopolios agrícolas en EE. UU. Su eslogan Sí se puede hoy es replicado en diferentes contextos que no deberían olvidar la filosofía y la praxis en la que nació. Recordamos también que hace 75 años, un pequeño grupo de estudiantes alemanes llamados La Rosa Blanca, rompió con el silencio cómplice y se enfrentó a Hitler con las únicas armas de su palabra. Recordamos 100 años del nacimiento de Mandela, símbolo de la resistencia anti apartheid, cuya trayectoria evoluciona de la defensa de la lucha armada al reconocimiento de la no violencia y la reconciliación como las claves de un futuro en paz. También recordamos que un 4 de abril de 1968, hace 50 años, M. L. King moría asesinado después de una vida entregada a la no violencia. Son solo cuatro entre las múltiples experiencias que han demostrado que la humanidad puede resolver los conflictos desde la lógica del amor.
La Campaña Noviolencia 2018 organiza cinco congresos e impulsa cientos de actividades en toda España con el objetivo de que sirvan de punto de encuentro entre todas las personas que deseen asumir la responsabilidad de impulsar la no violencia en nuestro país. Es urgente descubrir y atajar las causas de la violencia, desarrollar experiencias formativas protagonizadas por las nuevas generaciones, poner en marcha instrumentos de acción que utilicen medios que avancen los fines que persiguen, descubrir la dimensión política del amor.
Es necesario trasformar la realidad. De eso no hay duda. En el último siglo ya se ha demostrado que la no violencia es una respuesta de fondo a todos los problemas del ser humano. Merece la pena dedicar un año a pensarlo, a dialogar y a impulsar experiencias en esa dirección.