Diario de un adolescente durante el confinamiento: «Estamos madurando» - Alfa y Omega

Diario de un adolescente durante el confinamiento: «Estamos madurando»

Los alumnos del colegio internacional John Henry Newman, en el madrileño barrio de las Rosas, están escribiendo estos días un diario que ponen en común y que revela cómo están cambiando sus relaciones personales y familiares a raíz del confinamiento por coronavirus

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
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Una alumna del John Henry Newman y su familia trabajando desde casa. Foto: Colegio Internacional John Henry Newman

«Están siendo días extraños. Para empezar no hay que madrugar, pero no es fin de semana, ni fiesta, ni puente. Desde primera hora de la mañana me he estado peleando con mi madre por cualquier tontería. Pero mientras hacía los deberes, le he estado dando vueltas al asunto y me he dado cuenta de que si teníamos que estar conviviendo en casa tantos días, no deberíamos estar enfadadas. Por la tarde ha pasado algo parecido, pero esta vez con mi padre. Luego ha merecido la pena, porque hemos estado hablando. Hoy me he dado cuenta de que a lo mejor esta cuarentena me sirve para mejorar mi relación con mis padres». Esto lo escribe una alumna de 2º de E. S. O. del colegio John Henry Newman, en Madrid, como parte de la actividad que se ha propuesto a los alumnos de escribir un diario en el que reflejen sus experiencias durante esta cuarentena obligada por el coronavirus.

Como escribe otro alumno de 1º de Bachillerato, «es interesante cómo el coronavirus, que es algo que te puede matar, esté haciendo que mucha gente empiece a disfrutar un poco más de lo que tiene alrededor, o al menos a valorarlo más. A mí me está pasando».

Este mismo alumno reconoce que, después de tanto tiempo encerrado, «estoy empezando a notar síntomas de aburrimiento y no me están gustando nada», pero al mismo tiempo esto le está sirviendo «para madurar un poco y darme cuenta de que esto está pasando de verdad», sobre todo al conocer cómo ha afectado al trabajo y a la salud de personas a su alrededor: «Ha fallecido el padre de un amigo de mis padres porque se ha infectado con el coronavirus, y este amigo de mis padres también está malito, pero en casa».

La mayoría de los chicos reconoce que el confinamiento está ayudando a retomar lazos familiares que tenían descuidados, como otra alumna de Bachillerato que cuenta: «Mi hermano, a pesar de que la gran mayoría de las veces me molesta, hoy ha decidido ayudarme a sacar una partitura con la guitarra. Me ha estado animando cada vez que me equivocaba, es decir, siempre. Hoy mi hermano me ha enseñado una paciencia infinita y un amor incondicional, porque a pesar de que eran las doce de la noche y él tenía que seguir haciendo deberes, ha estado hasta el último momento conmigo. Hoy me he ido a la cama con una sonrisa en la cara gracias a mi hermano».

La iniciativa parte del departamento de Lengua, una de cuyas profesoras es Isabel Sánchez, que en conversación con Alfa y Omega cuenta que escribir lo que les pasa ayuda a estos chicos «a darse cuenta de la situación en la que están viviendo. A estas edades suelen vivir en lo inmediato y pocas veces se paran a reflexionar sobre lo que sucede y juzgarlo. Ponerlo por escrito les ayuda a hacerlo».

Para Isabel, lo que está saliendo estos días en los diarios de los chicos «es impresionante». Muchos de ellos «han empezado a ver la cara a sus propios padres después de mucho tiempo. Otros están empezando a comprender que el colegio es un regalo, y no una cárcel. Están cambiando esquemas. De repente han salido de esta sociedad del bienestar en la que tenemos todo, y empiezan a valorar todo lo que tienen».

Otro beneficio es que los alumnos «están descubriendo quiénes son realmente, porque no están tan pendientes de los demás, ni de la ropa, ni de Instagram, ni del último vídeo…, y en cambio tienen muchos momentos para la reflexión».

Conversaciones telefónicas

Por ejemplo, uno de estos días uno contaba cómo se había dado cuenta de lo que era la lluvia, otra decía que se estaba abriendo a otras amistades más allá de su grupo habitual… «Y muchos empiezan a llamar por teléfono en lugar de mandarse mensajes todo el rato. ¡Tienen conversaciones! Empiezan a valorar la presencia del otro, hacen vídeollamadas, quieren verse y hablar…», dice su profesora. «Están expresando su satisfacción por hacer un trabajo bien hecho, por ejemplo. Caen en la cuenta de que sus padres les quieren, de lo bueno que es estar todos juntos».

Todo ello redunda en beneficio de su madurez, obstaculizada muchas veces «por el exceso de información, por la omnipresencia de las redes sociales, que muchas veces impiden pensar y juzgar la realidad».

Para Isabel, «sin duda estamos viviendo algo histórico. Las familias vuelven a estar unidas a pesar de las diferencias. Padres e hijos se están haciendo compañía. A veces es duro: una chica lloraba hace poco porque su madre iba a tener que cerrar la empresa. Pero valoran la compañía unos de otros, y que eso está por encima de todo lo demás. Estamos todos volviendo a lo esencial, y los adolescentes también lo están viviendo así».