En Corea «el precio psicológico del aislamiento frente al COVID-19 es alto. No podemos soltar a la gente» - Alfa y Omega

En Corea «el precio psicológico del aislamiento frente al COVID-19 es alto. No podemos soltar a la gente»

«Nos preocupa que en Italia y España no se haya reaccionado de manera más drástica», comparte la misionera de los Servidores del Evangelio Ester Palma desde Daejeon, en Corea del Sur, donde se implementaron medidas drásticas de aislamiento social con bastantes menos casos de contagios y muertes que en España. Tres semanas después, al retomar poco a poco el contacto personal con otros miembros de la comunidad, están comprobando el peso que estas medidas han supuesto para la gente. Por eso, anima a «mantener el alejamiento físico, pero no alejar nuestros corazones»

María Martínez López
Foto: AFP/Jung Yeon-je

¿Cómo está la situación en Corea del Sur? ¿Se ha notado en el ambiente la reducción de contagios?
Desde hace unos días parece que se va encontrando la calma, aunque con mucha prudencia. No se canta victoria. Solo por las medidas extremas de aislamiento social y lo que ha colaborado la gente se ha podido llegar a este poco de estabilidad. Y por eso nos preocupa que en Italia y España no se haya reaccionado antes de manera más drástica. La dispensa a los fieles de la Misa nosotros la tuvimos cuando había muchos menos casos, y cuando hubo 50 o 60 muertos ya se cortaron de raíz las Misas y todo tipo de reuniones.

Llevamos así ya tres semanas. La última Misa fue el domingo antes del Miércoles de Ceniza. Ese miércoles teníamos un retiro de solo cinco personas y se canceló. No se trata únicamente de evitar las grandes aglomeraciones, sino del aislamiento social.

¿Por ejemplo?
Las medidas no son tan restrictivas como las de ahora en Italia o España, pero empezaron mucho antes. Los colegios y universidades han cerrado. Mucha gente trabaja en casa, pero a otras empresas se sigue yendo. Eso sí, todos con mascarilla (aquí ya había una cultura grande de eso, y está restringida la compra a dos por persona y semana) y con gel desinfectante en todos los sitios. Lo que no se hace luego es socializar: se han suspendido casi todas las clases de academias, se cancelaron las charlas y conferencias en los barrios, no se queda con amigos… Los bares están vacíos. Y eso se empezó ya con menos contagiados que en España. Se trata de evitar todas las ocasiones de contagio [aunque sea en grupos pequeños]. Hay que pensar también en el efecto colateral de la saturación del sistema sanitario, también para otras necesidades: partos, accidentes, otras enfermedades. Leyendo las noticias de Italia y ahora de España nos quedamos pasmados, estando ya tan extendido es muy difícil frenarlo.

Además, España tiene también una responsabilidad por Latinoamérica, porque cuanto antes se estabilice más se va a cortar la exportación de casos hacia allí. Un coronavirus en Perú, Costa Rica, o Haití va a ser una catástrofe. Hay una responsabilidad humanitaria con ellos.

¿Cómo sobrelleva la gente esta situación, que ya se prolonga desde hace tres semanas?
Se va notando en la gente de nuestra comunidad, y más en la gente no creyente, el peso psicológico y el agotamiento mental, incluso una cierta tendencia a la depresión. Esto afecta más cuanto más frágil es la persona. A la gente mayor le han quitado sus pocas actividades, sus bailes y encuentros, y están todo el día en casa viendo las noticias de la tele. O si a los niños y adolescentes les quitas el colegio, el inglés, el deporte… o bien la familia tiene mucho cuidado para estar presente, o acaban pasándose el día durmiendo y con las pantallas.

Además, está la impotencia de no saber cuándo va a acabar esto. Al principio había esperanza de que fuera rápido, pero ahora somos más realistas y hasta que no haya cero casos de forma estable y un control del 100 % no vamos a estar tranquilos. Se habla de finales de abril, de mayo… Los estudiantes ya consideran que este trimestre, el de febrero a junio, lo han perdido. Y está el tema económico: en muchas empresas están dando vacaciones no pagadas o pagadas solo parcialmente. Hay negocios que llevan dos meses sin ganancias. Ahora el Gobierno está empezando a plantear medidas para paliar la crisis económica.

¿Se está haciendo algo como Iglesia para paliar esa crisis espiritual?
Creo que ahora estamos empezando a despertar sobre este tema y a darnos cuenta de que el precio psicológico va a ser alto. No podemos dejarnos morir por dentro. Nosotras estos últimos días hemos empezado a quedar personalmente con la gente de una en una, para dar un paseo y escucharles. Con mucha prudencia, pero se trata de no soltar a la gente. Un sacerdote de la diócesis ha subido un vídeo invitando a mantener el alejamiento físico pero no alejar nuestros corazones: a llamarse, a escribirse, a mandarse vídeos de oración… Las visitas a los enfermos se suspendieron, pero ahora depende más de la buena voluntad de la gente. Nadie te impide ir a visitar a alguien a su casa.

¿Ayudan las nuevas tecnologías?
Muchos creyentes que nunca veían la televisión católica la están poniendo cada día para la Misa. Y, aunque aquí no hay un gran fenómeno de sacerdotes youtubers, varios han abierto canales para hacer la Misa en vivo. Se van notando esfuerzos. Nosotras cada día hacemos un audio con una reflexión cuaresmal, y una vez por semana un vídeo. Además, desde hace tiempo la Conferencia Episcopal nos convocó a todos los católicos a rezar a las nueve de la noche por la unidad y la paz con Corea del Norte. Cada día mandamos una foto nuestra rezando o una imagen religiosa invitando a ello, y todo el mundo contesta.

¿Qué ha pasado con la labor caritativa?
Ha sido un gran dilema. En la diócesis hay varios comedores de indigentes. Las religiosas de uno, que atiende a 200 personas al día, lo que han hecho ha sido sustituir el cocinar allí por pedir la comida en bandejas plastificadas a una empresa y repartirlas solo con dos voluntarios a través de la puerta. Luego muchas ONG, católicas y no, han hecho muchos repartos de mascarillas entre los pobres. Además de seguridad, les genera el bienestar de saber que ellos también están contribuyendo. Si fueran los únicos que no tuvieran, se subrayaría más la idea de que no valen nada. Pero otros muchos voluntariados se han cancelado.

¿Por qué esa diferencia de reacciones entre países? ¿Es una cuestión de personalidad política y cultural?
Me pasma cómo el Gobierno ha abordado la situación. Todos los días llegan mensajes con los contagiados en tu barrio y otros avisos. Se utiliza el sistema de alertas que había para ocasiones puntuales, como olas de calor o terremotos. Y si te metes en la web de tu Ayuntamiento te dice en qué sitios han estado los nuevos contagiados, para que compruebes si has podido coincidir con ellos y así tomar más precauciones y si tienes el más mínimo síntoma ir a que te hagan la prueba.

Creo que Europa lo veía como algo que no le iba a tocar, por la fe en la ciencia y en su sistema sanitario. También está el tema de la cultura mediterránea, de estar en los bares y al aire libre. Aunque en Corea del Sur la gente es muy sociable, se dice que es la Andalucía de Asia, con mucha vida social y cultural. El trabajo es intenso pero luego un par de veces te vas a cenar con los compañeros, y también el fin de semana. Y a cursos, clases, conferencias… Otro factor es que aquí hay mucho sentido comunitario y sumisión a las órdenes, para lo bueno y para lo malo. En Europa hay más cultura de la libertad, de la independencia.

Con la mejoría, ¿hay perspectiva de que se relajen las medidas?
Hasta el 23 de marzo no hay Misa ni ningún tipo de culto ni reunión, según el mandato de la Conferencia Episcopal. Pero tenemos la sensación de cuando llegue esa fecha se prolongará. Ahora que se está estabilizando no puedes arriesgarte a tener un nuevo contagio grupal. Ayer y hoy se han conocido otros dos, uno de 50 personas y otro de diez. Pero eso ha causado ya otros 150 nuevos contagios… y vuelta a empezar. Tendría que pasar un milagro para que la Semana Santa se pudiera celebrar con normalidad.