Rodrigo y Rocío, creadores de Adolessence: «Nuestro Instagram demuestra que la gente joven es solidaria» - Alfa y Omega

Rodrigo y Rocío, creadores de Adolessence: «Nuestro Instagram demuestra que la gente joven es solidaria»

José Calderero de Aldecoa
Foto: Adolessence

Entrevisto a Rodrigo Osborne y a su novia, Rocío Talavera, el mismo día en el que Jorge Ribera –el joven que movilizó a los tuiteros a la oración– dejó este mundo aquejado de otro cáncer y encaminó sus pasos hacia ese Dios del que aconsejaba no alejarse nunca. Sirva esta contraportada como homenaje a Ribera, quien siempre invitó a todos a «estar alegres» y que comparte con Rodrigo y Rocío el anhelo por tratar de arrebatarle al cáncer una sonrisa. «En nuestro caso, el año de hospital tuvo momentos duros, pero también aprendimos mucho y, sobre todo, lo pasamos muy bien», asegura la pareja.

¿Cómo se reacciona cuando con 17 años te dicen que tienes cáncer?
En mi caso con rabia, angustia y miedo. Tenía muchísima desinformación y no sabía lo que me iba a pasar. Creía que me iba a morir, porque tenía exactamente la misma enfermedad que el protagonista de la película Bajo la misma estrella y –siento el spoiler– él muere. Luego el doctor me explicó la situación, me contó el plan de quimioterapia y operación, y me quedé más tranquilo.

Rocío, tú permaneciste siempre a su lado.
Para mí nunca fue una opción irme. Llevábamos saliendo un año, lo quería de verdad y no iba a irme al primer obstáculo. Obviamente sentí miedo y estaba agobiada, porque fue el año en el que cursábamos 2º de Bachillerato. Pero le dije que lo superaríamos juntos y creamos la regla del 100. Si Rodrigo estaba al 20 de actitud, yo tenía que llegar al hospital con el 80 y así siempre sumar 100. Había días de 30/70 o de 60/40, pero siempre lográbamos el equilibrio. Aunque fue duro, yo iba al colegio por el día, después me marchaba al hospital hasta las 20:00 o 21:00 horas y al llegar a casa me ponía a estudiar.

¿Cómo se gestó y qué es Adolessence?
En el hospital conocimos a una chica –Lucía– que vivía en un pueblo bastante alejado y sus amigos casi no podían venir a verla por la distancia. Por otro lado, Rocío una noche me soltó: «Oye, ¿no te das cuenta de que hay muchas iniciativas para niños y para adultos, pero que nadie está muy metido en el mundo de los adolescentes?». La cosa se quedó ahí y pasó el tiempo; yo salí del hospital y un día me dijeron que Lucía había muerto con 22 años. Fue entonces cuando decidimos retomar la idea y montar algo para ayudar a gente como ella, que no tenía el apoyo de sus amigos por culpa de la distancia. Entonces surgió Adolessence, que es una plataforma de voluntariado por y para adolescentes. Nos fijamos en este colectivo porque suelen tener bastante tiempo, interés en este ámbito, pero muchas veces encuentran las puertas cerradas precisamente por ser menores. Todavía lo estamos desarrollando, pero la idea es que un adolescente voluntario pueda ir al hospital a hacer compañía a otro adolescente que tenga una enfermedad de larga duración.

Un proyecto para el que las redes sociales son clave…
Sí, porque es la manera más fácil para contactar con los jóvenes. Al final, todos los adolescentes están en las redes. Ya hemos abierto el Instagram de la asociación y en 48 horas conseguimos 115.000 seguidores.

¿La gente joven es solidaria?
Yo creo que sí. El éxito de nuestro Instagram lo demuestra. También lo hemos podido comprobar en la Volunfair [la feria de voluntariado organizada por la Politécnica de Madrid]. Estaba hasta arriba de jóvenes cuyo objetivo era conocer diferentes organizaciones con las que poder ayudar a los demás.

¿Qué papel ha jugado la fe en vuestra historia?
Ha sido un punto fundamental en todo este proceso. Hemos rezado juntos muchísimo y hemos tenido siempre presente a Dios. Era nuestro principal apoyo. Sin Él no habría salido todo como ha salido. Aunque hemos tenido un aliado bastante importante: el Papa Francisco, que me llamó por teléfono. Me quedé en shock. Al principio no creía que fuera él. Luego, cuando ya supe que sí, hicimos un trueque: él rezaría por mí y yo por él. Fue una conversación corta pero muy intensa. Se enteró de mi historia a través de la madre de una tía mía, argentina, que colaboró hace años con el entonces padre Bergoglio en un centro de espiritualidad en Buenos Aires.