Fernando de Haro: «Los migrantes atrapados en la frontera greco-turca no tienen dónde volver» - Alfa y Omega

Fernando de Haro: «Los migrantes atrapados en la frontera greco-turca no tienen dónde volver»

La situación en la frontera greco-turca «es insostenible», asegura el periodista Fernando de Haro, director de La Tarde, de COPE, que la semana pasada visitó la región donde se concentraban 25.000 personas. Muchos habían llegado en autobuses fletados por el Gobierno turco, que los movía a placer de un lugar a otro de la frontera

María Martínez López
El director de ‘La Tarde’ recogió testimonios de los migrantes de Edirne. Foto: Fernando de Haro

Los migrantes y refugiados atrapados en la frontera greco-turca «no hacen grandes análisis sobre si Erdogan los utiliza para presionar a la UE» y conseguir, como ocurrió el lunes, que esta acceda a revisar el acuerdo de 2016, probablemente con más ayudas y alguna otra prebenda a cambio de mantener en territorio turco a 3,7 millones de migrantes. El problema de los cerca de 25.000 que se concentran en la división ambos países «es la supervivencia». Lo explica Fernando de Haro, director de La Tarde, de COPE, que visitó el día 5 de marzo Edirne, cerca del puesto fronterizo de Pazarkule.

Allí comprobó la heterogeneidad de nacionalidades y situaciones de los migrantes. No había muchos sirios. «Estos, sobre todo los que llevan más tiempo en Turquía, van saliendo adelante. Tienen un permiso especial para trabajar, aunque sea en negro, y llevar a los niños al colegio. El resto malviven» en peores condiciones. Por eso, cuando el presidente Erdogan anunció que abriría la frontera y «aparecieron autobuses, algunos del Gobierno y otros de empresas, se montaron».

Al llegar, constataron que la represión griega hacía casi imposible pasar. La semana pasada había dejado de llegar gente, y algunos empezaban a regresar. Pero «la mayoría dice que no tienen a dónde», comparte De Haro. «Han dejado todo atrás y se han gastado lo que tenían en venir».

Ahora sobreviven en improvisados campamentos en las localidades cercanas, donde se puede ver, por ejemplo, «a una familia con cuatro niños acampada en un parque. Encienden fuego con leña que cogen de los árboles. Muchos no tienen tienda de campaña, se apañan con plásticos que les venden los turcos de la zona. Hay quien hace negocio a su costa. No hay medios ni para lavarse». Están a merced de la ayuda de los habitantes más solidarios, o de que «alguien de la Media Luna Roja les traiga algo de comer y unos jerséis, o les preste atención médica básica. He visto a gente con golpes de pelotas de goma usadas por la Policía y el Ejército griegos», que también les han lanzado gases lacrimógenos y les quitan cinturones y móviles «para que no lo vuelvan a intentar» cruzar.

El periodista confía en que Turquía no dejará que la situación se cronifique, porque «es insostenible». El país otomano «los ha ido moviendo de un punto a otro de la frontera con autobuses, primero intentando convencerlos y, si no, por la fuerza; para presionar» o disminuir la tensión, según el día. «Lo más normal es que haya una ayuda de urgencia para reasentarlos», como ya ha ocurrido con los 1.500 menores no acompañados de la isla de Lesbos que se repartirán entre Alemania, Luxemburgo, Finlandia, Francia y Portugal. «Grecia no quiere un nuevo Moria, están hartos de ser los únicos que se encargan, y Turquía no quiere campos de refugiados».