Jornada de Oración por los católicos chinos: Cristo sufre en China - Alfa y Omega

Jornada de Oración por los católicos chinos: Cristo sufre en China

Los más de 20 millones de católicos de China nunca han sentido tan cerca a la Iglesia universal como esta semana. Benedicto XVI ha lanzado una campaña de oración por ellos y, en esta ocasión, en su llamamiento no ha utilizado palabras diplomáticas para no molestar a las autoridades comunistas. Mientras el Papa pide que se rece por los católicos en China, y el Gobierno de Pekín reacciona privando de libertad a sacerdotes

Jesús Colina. Roma

En China, «Cristo vive su Pasión», afirmó Benedicto XVI, la semana pasada, al concluir su tradicional encuentro con los peregrinos de los miércoles. «Mientras aumenta el número de cuantos le acogen como su Señor, por otros Cristo es rechazado, ignorado o perseguido», continuó. Son palabras durísimas, y en cierto sentido inesperadas, pues ya se sabe cómo es la reacción de la policía en ese país. Están motivadas por la evolución durante los últimos años, en los que a los intentos de diálogo por parte de la Iglesia católica –tanto en el continente chino como en Roma–, el Gobierno ha reaccionado manteniendo o aumentando la asfixia de las comunidades de bautizados. Y, de hecho, ha sucedido lo que se esperaba: tras el llamamiento del Papa, sacerdotes clandestinos fueron llevados por la policía de excursión, con los gastos pagados, a cuenta de las autoridades, para que no pudieran participar en las peregrinaciones que la Iglesia del país había organizado, con motivo del 24 de mayo, Jornada de Oración Mundial por la Iglesia en China, que tenía como eje el santuario mariano de Sheshan, en Shanghai. En esta Jornada, los católicos de China han rezado por los obispos que han desaparecido a manos de la policía y cuyo paradero se desconoce. Entre ellos, se encuentra monseñor Santiago Su Zhimin, obispo de Baoding –Hebei–, de 77 años, arrestado y desaparecido desde 1996, y monseñor Cosme Shi Enxiang, obispo de Yixian –Hebei–, de 88 años, arrestado y desaparecido desde el 13 de abril de 2001. Por su parte, hace unos días, Antonio Liu Bainian, Presidente honorario de la Asociación Patriótica –una especie de institución que quiere crear una Iglesia católica separada de Roma–, ha anunciado que las autoridades ordenarán a unos diez obispos sin el consentimiento del Papa. Se trata de auténticos cismas.

El verdadero drama de la Iglesia en China

Ante el llamamiento del Papa, los representantes de las autoridades chinas, sin el menor sentido de la autoironía, han acusado a la Santa Sede de violar la libertad religiosa. «Esperamos que el Vaticano podrá admitir la realidad de la libertad de culto en China y del desarrollo del catolicismo, y que creará con acciones concretas las condiciones de desarrollo de las relaciones entre China y la Santa Sede», declaró la portavoz de la diplomacia china, Jiang Yu. Algunos sacerdotes aceptan ser ordenados obispos tras terribles presiones impuestas por las autoridades, o ante la constatación de que, sin esta complicidad, las comunidades católicas se quedarán sin pastores. Dado que, detrás de esta colaboración, hay amenazas terribles, la Santa Sede no ha juzgado su situación personal, aunque sí ha condenado con energía estas ordenaciones. Ahora bien, esta división entre católicos oficiales –los que colaboran con las autoridades– y clandestinos –que son más de la mayoría– ha llevado a comprensibles divisiones internas, que han provocado heridas que llevará mucho tiempo cicatrizar. ¿Cómo colaborará el obispo o sacerdote que ha pasado años y años en la cárcel por oponerse a la dictadura del régimen impuesta a la Iglesia, con el obispo ordenado por orden de las autoridades, sin el consentimiento de Roma? Sobre todo por este motivo, el Papa pide oraciones por los católicos de China. Éste es el verdadero drama de esa Iglesia. Las palabras de Benedicto XVI no lo han escondido: «Sabemos por los Hechos de los Apóstoles que, cuando Pedro estaba en la cárcel, todos rezaron con fuerza y obtuvieron que un ángel lo liberase. También nosotros hacemos lo mismo: rezamos intensamente, todos juntos, por esta Iglesia, confiando en que, con la oración, podemos hacer algo muy real por ella».Y añadió: «Los católicos chinos, como han dicho muchas veces, quieren la unidad con la Iglesia universal, con el Pastor supremo, con el sucesor de Pedro. Con la oración podemos obtener para la Iglesia en China que sea una, santa y católica, fiel y firme en la doctrina y en la disciplina eclesial. Ésta merece todo nuestro afecto».