Rebecca Kiessling, concebida en una violación: «Castiguen a los violadores, no aborten a los bebés» - Alfa y Omega

Rebecca Kiessling, concebida en una violación: «Castiguen a los violadores, no aborten a los bebés»

La estadounidense Rebecca Kiessling ha estado este fin de semana en Madrid para participar en el Congreso Nacional Provida. Concebida en una violación –su madre fue secuestrada a punta de cuchillo por un violador en serie–, afirma que «hacer excepciones en realidad abre la puerta al aborto libre»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo

Abogada y fundadora de la organización provida Save the 1, Rebecca Kiessling cuenta que su madre trató de abortarla en dos ocasiones, pero se echó atrás debido a las condiciones sanitarias de las clínicas ilegales que visitó. «Debo mi vida a que en ese momento las leyes en Michigan prohibían el aborto». Hoy es oradora provida a nivel internacional, y afirma que «yo no merecía la muerte por un delito que cometió mi padre biológico. Castiguen a los violadores, no aborten a los bebés».

¿Cómo vivió usted el proceso en el que fue conociendo todos estos detalles de su vida?
Tenía 18 años cuando conocí los detalles de mi concepción. Yo fui adoptada por una familia de origen judío no creyente. La mayoría de mi familia fue asesinada durante el Holocausto. En mi entorno ha habido mujeres que han abortado a sus hijos, con lo que siempre he tenido sobre mí la sombra de que la vida es incierta y que hay personas que asesinan a otras. Fui a un escuela judía, pero mis compañeros no me consideraban uno de los suyos. Me consideraban como una «bastarda» por ser adoptada. Además, mis padres me tuvieron después de muchos años de intentar tener hijos por su cuenta, con lo que crecí con la sensación de ser como un «segundo plato» para ellos. Nunca me inculcaron la fe en un Dios que me considera bien hecha, hija suya. Más bien, crecí con la idea de que mi vida no merecía ser vivida, y que vivir había sido para mí simplemente un accidente.

El aborto en casos de violación es, en muchas ocasiones, el primer paso que lleva a la liberalización del aborto en las leyes de las naciones. ¿Qué piensa usted?
Yo debo mi vida a los legisladores del Estado en el que nací. Ellos reconocieron que mi vida merecía la pena. Estoy muy agradecida a que mi vida fue protegida en ese momento. Pero hoy todo el mundo sabe que si estableces excepciones, en realidad estás abriendo la puerta al aborto libre. La expresión «en caso de violación» es la clave para la entrada del aborto en muchos países. Para muchas vidas es una sentencia de muerte. Yo me salvé, pero sigue pasando.

¿Cómo parar entonces este primer paso?
Tienes que contar historias, porque las historias son capaces de tocar el corazón, lo que no consiguen los argumentos. Por ejemplo, mi historia. Yo no merecía la pena de muerte por el delito que cometió mi padre biológico. Si un violador no merece la pena de muerte, yo tampoco. Ningún niño concebido en una violación merece morir. Lo triste es que hay incluso muchas organizaciones provida que aceptan el aborto en estos casos. Nos ven como el peaje que hay que pagar, una concesión que hay que hacer en la lucha provida.

Usted habla a favor de la vida en todo el mundo. ¿Cómo ve la causa provida? ¿Es una causa perdida?
En absoluto, hay muchas organizaciones en Estados Unidos que son provida: hay demócratas provida, ateos provida y también gays y lesbianas provida. Por otro lado, organizaciones como Planned Parenthood temen en este momento una revocación de la sentencia Roe vs. Wade [que introdujo el aborto en Estados Unidos], porque aunque las instituciones parezcan proabortistas, incluido el Tribunal Supremo, en realidad la mayoría de sus miembros no lo son. Hay una mayoría provida creciendo en todos los niveles de la sociedad. Creo que es un buen signo de que la causa no está perdida en absoluto.

¿Por qué a veces parece que es un asunto solo de creyentes?
Yo soy abogada y escribí mi tesis acerca de la defensa de la vida en circunstancias difíciles antes de mi conversión. Considero que sería muy egoísta vivir mi vida y no preocuparme por otras personas que podrían ser abortadas como yo lo podría haber sido. Mi lucha por la vida es completamente secular, no tiene que ver con la religión. Es solo sentido común ante lo que supone la realidad del aborto. Aquí, en España, estos días ha venido a hablar conmigo una chica que me dijo que no estaba de acuerdo conmigo pero me agradecía el no meter la religión en lo que decía.

Me gustaría que me hablara también de su conversión al cristianismo.
En los años 90 una amiga me invitó a Misa y compartió su fe conmigo. Después decidí seguir el catecumenado de adultos y recibí los tres sacramentos de la Iniciación Cristiana en la misma celebración. Descubrí que soy hija de Dios, con un propósito para mi vida que no era el de ser abortada. Ahora sé que valgo la sangre de Jesús en la cruz, y que tengo un valor infinito, algo que desconocía cuando crecí.