Monseñor Vincenzo Paglia: «Las familias deben ayudar y evangelizar a otras familias» - Alfa y Omega

Monseñor Vincenzo Paglia: «Las familias deben ayudar y evangelizar a otras familias»

Desde mañana y hasta el domingo tendrá lugar en Roma uno de los grandes actos del Año de la fe: la Peregrinación Internacional de Familias a la tumba de san Pedro, que busca remarcar el protagonismo de las familias en la evangelización. Estas jornadas se celebran justo después de encontrarse con el Papa la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Familia, reunida para estudiar los desafíos de la Iglesia en la pastoral familiar, como la transmisión de la fe a los hijos, el cuidado de los ancianos, la acogida a quienes viven en situaciones irregulares, o la preparación al matrimonio según el Vademecum anunciado por Benedicto XVI y que «ya está casi listo», como adelanta a Alfa y Omega el presidente del Consejo Pontificio para la Familia

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Monseñor Paglia, en una celebración de Bendición de Matrimonios, en la basílica de San Valentín, de Terni (Italia), el pasado febrero.

Ante esta gran peregrinación internacional de familias a la tumba de san Pedro, ¿por qué es importante resaltar la importancia de la familia en este Año de la fe?
La peregrinación a Roma quiere ser una fiesta de fe de las familias cristianas, para gustar la alegría de estar juntos: padres, hijos, abuelos y nietos. Queremos gustar la belleza de la familia, que es lo mas bello del mundo.

¿Por qué dice que es lo más bello del mundo?
¡Porque es el culmen de la creación de Dios, el fruto de su trabajo! Cuando Dios crea al hombre, indudablemente una gran obra, va más allá y crea su obra maestra: la familia. Esto es algo que está grabado en el corazón de toda persona humana; de todos los hombres y mujeres, nadie está excluido. ¡Todo el mundo quiere ser familia!

Esta peregrinación tiene también una dimensión misionera, de evangelización. ¿Cómo se logra esto?
La primera evangelización de la familia es, precisamente, mostrar que ser familia es posible, y que es algo gozoso. Queremos gritar al mundo nuestra alegría, que estamos contentos de ser familia. Y también queremos disipar las nubes oscuras que tantas veces se ciernen sobre esta obra extraordinaria que es la familia.

¿A qué nubes se refiriere?
Desafortunadamente, hay nubes que no son naturales, que han sido creadas a propósito. Pienso en el olvido culpable de la familia por parte de la política, la economía, la cultura, el Derecho, las finanzas…, instancias que no tienen en cuenta a la familia para nada. Las amenazas son, por ejemplo, la falta de trabajo, que lleva a los jóvenes a no poder fundar su familia; las decisiones urbanísticas que crean apartamentos que impiden, por ejemplo, tener en casa a los abuelos; la falta de ayudas a familias que deciden tener hijos; una cultura que exalta el Yo y condena el Nosotros; un hedonismo que empuja a satisfacer los propios intereses sin tener en cuenta a los demás: la mujer, los hijos, los abuelos… Son amenazas creadas intencionadamente.

¿Cómo pueden entonces nuestras familias ayudar a disipar las nubes?
Es indispensable que las familias cristianas redescubran la belleza que hay en la comunicación de la fe. Sobre todo, dentro de su casa: los padres cristianos que enseñan a vivir la fe a sus hijos, los abuelos que la comunican a sus hijos y a sus nietos, hijos que ayudan a sus padres a volver a la Iglesia… Hay que descubrir el diálogo intergeneracional, que se ha interrumpido. No podemos construir una sociedad en cuyas familias los miembros no se comunican entre sí.

Pero transmitir la fe en la familia no es sólo hablar de Dios a los hijos…
Precisamente, las familias deben ayudar y evangelizar a otras familias. Y aquí es importante darse cuenta de que una familia no puede estar encerrada en sí misma. Éste es un punto crucial, porque existe también el riesgo de un individualismo familiar, además del personal. El individualismo, ya sea personal, familiar, regional, nacional…, es siempre estéril. Lleva siempre a la esterilidad y a la tristeza. Mientras que la apertura al otro, y a otras familias, es siempre fuente de riqueza. En este sentido, Dios es, de hecho, una familia de tres Personas.

Otra dificultad es la falta de una adecuada preparación al matrimonio. Benedicto XVI habló de un Vademecum para la Iglesia, para resolver este problema. ¿Qué ha pasado?
El Vademecum está casi listo. En el fondo, hay un punto fundamental: no hay duda de que la decisión del Papa Francisco de convocar un Sínodo sobre la familia es una llamada a toda la Iglesia –obispos, sacerdotes y laicos–, para poner a la familia en el centro de la discusión, y ver cómo podemos estar al lado de las familias concretas: las sanas y las débiles, las que están contentas y las que tienen problemas. Es necesario devolver la familia al centro de las comunidades parroquiales. Si es cierto que No es bueno que el hombre esté solo, es igual de cierto que No es bueno que la familia esté sola.

¿Se puede pensar que la preparación al matrimonio, a partir del Vademecum, será más intensa y larga?
Puedo adelantar que el Vademecum tiene como punto cardinal recuperar el interés de toda la comunidad por la familia. En segundo lugar, va a pedir un camino más largo de reflexión y de vida práctica cristiana. El matrimonio no se prepara en un tubo de ensayo, se prepara viviendo dentro una comunidad cristiana. Y esto comporta el acompañamiento de los primeros pasos de los matrimonios recién fundados, algo que, desgraciadamente, se aleja mucho de la práctica real en nuestras parroquias.

Muchas veces se insiste en acompañar a las familias en dificultad, pero también las familias unidas necesitan la fuerza de la Iglesia…
Exacto. En este sentido, es indispensable despertar a la comunidad cristiana para que hagan una acogida activa a las familias. Por eso mismo, hay que ayudar a las parejas que se preparan al matrimonio, y para eso es urgente una mayor conciencia del paso que van a dar. El Vademecum del Consejo Pontificio para la Familia, que está casi a punto, tratará específicamente estos asuntos.

¿Y qué ocurre con las familias en situaciones llamadas irregulares? ¿Cómo ha de acogerlas la Iglesia?
No es casual que el Papa Francisco haya decidido convocar, a los pocos meses de su ministerio petrino, un Sínodo sobre la familia. El Papa Francisco quiere que la Iglesia entera cuide de todas las familias. Nos ha hablado de la necesidad de la proximidad, de estar junto a familias que están en dificultades —económicas, culturales o espirituales—. El Papa ha comparado la Iglesia como un hospital de campaña. El hospital existe para curar las situaciones más problemáticas: a veces, no es suficiente la aspirina, no es suficiente una breve exhortación… A veces, es necesario también una cura prolongada, una rehabilitación más larga. No podemos pedir a un enfermo que eche a correr inmediatamente. Son metáforas para subrayar un renovado empeño que el Papa Francisco ha pedido a los obispos, a los sacerdotes y a los laicos cristianos.

¿Cómo debe ser la atención a los fieles divorciados y vueltos a casar?
Estas situaciones, que existen hoy en la Iglesia, son objeto de una gran y atenta reflexión. El criterio central de esta reflexión es éste: no pisotear la verdad, pero extender la misericordia. Los detalles de este horizonte, obviamente, serán estudiados atentamente.