O escapábamos..., o moríamos - Alfa y Omega

O escapábamos..., o moríamos

Jamshed Safdar huyó de Pakistán junto a su mujer, Marina, amenazados de muerte por enseñar a los jóvenes el respeto a los derechos humanos y defender los derechos de la mujer. Ahora, refugiado lejos de su hogar, denuncia cómo su país es escondite de terroristas, en el que ninguna empresa quiere invertir y que deja a sus jóvenes en el paro y en manos de grupos talibanes, especialmente exaltados, tras la muerte del líder de Al Qaeda. Pero los cristianos no tienen más miedo que antes: allí, cada día, es una lucha por sobrevivir

Cristina Sánchez Aguilar
Una de las manifestaciones, tras la muerte del ministro de Minorías Religiosas, Shahbaz Bhatti

Jamshed Safdar es un católico paquistaní que tuvo que huir de su país por promover el amor al prójimo y los derechos humanos. Él y su esposa ayudaban a los jóvenes –tanto cristianos como musulmanes– a conocer valores humanos comunes en todas las religiones y los derechos de la mujer. También motivaban a los padres para que enviasen a sus hijos a la escuela –especialmente a las niñas–, y hablaban sobre la planificación familiar natural y otros temas relacionados con la salud. El objetivo era formar grupos interreligiosos de jóvenes para formar una sociedad tolerante y en paz.

En el año 2007, durante una reunión habitual, como tantas cada semana, «un grupo de personas nos atacaron a mi esposa y a mí, golpeándonos con dureza. Nos acusaban de tratar de convertir a los jóvenes musulmanes al cristianismo, de guiar mal a las mujeres musulmanas e incitarlas a luchar contra la ley islámica del matrimonio, además de enseñarles valores occidentales en contra del Islam y el Corán. Y nos amenazaron de muerte por haber hablado en contra del profeta Mahoma. Sólo nos perdonarían si nos convertíamos y nos uníamos a su grupo fundamentalista», cuenta Jamshed, que mañana intervendrá en la I Jornada sobre Libertad Religiosa en el Mundo, que tendrá lugar en la Universidad CEU San Pablo de Madrid, en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada.

Marina, su mujer, y él pagaron una gran cantidad de dinero para salir de su país y refugiarse donde su vida no corriese peligro. Ellos son sólo un ejemplo de cómo viven allí los cristianos: «Somos discriminados en el trabajo; y nuestros hijos, en la escuela. Ahora también es una práctica común que las mujeres cristianas contraigan matrimonio forzado con hombres musulmanes», explica Jamshed a Alfa y Omega. Todo bajo la amenaza de la acusación por blasfemia, que conlleva la pena de muerte.

Tras la muerte de Bin Laden

La preocupación por las represalias tras la muerte del líder de Al Qaeda es grande entre la comunidad cristiana paquistaní. De hecho, monseñor Saldanha, arzobispo emérito de Lahore, ha pedido a las autoridades que refuercen la seguridad de los cristianos. Por ejemplo, en Abbottabad, la ciudad donde se escondía Bin Laden, han estado muchos días encerrados en casa por miedo a las revueltas.

Pilar Vila-San Juan, directora del colegio Jesús y María de Lahore, afirma que, la pasada semana, tuvieron que cerrar la escuela: «Tengo que proteger a mis niños». La oración de los viernes propaga especialmente la tensión, porque «se inflama la pasión de la gente sencilla y se puede manipular fácilmente una masa social», señala el padre Miguel Ángel Ruiz, misionero salesiano en Lahore.

La radio fomenta la división

La sociedad paquistaní está dividida, alimentada, en gran parte, por los medios de comunicación: algunos creen que Bin Laden es un mártir o un héroe, y hay otros que apuestan por el bien común. Éstos últimos, han puesto en marcha la Radio Partnership for Peace, que pretende difundir valores como la paz y la armonía entre los jóvenes, grandes aficionados a la radio, en contraposición a las estaciones radiofónicas acaparadas por los grupos talibanes, que proclaman el odio religioso y la propaganda terrorista, como la Radio Mullah.

El padre Miguel Ángel reconoce que «ya tenemos presión a diario, así que no hace falta que muera Bin Laden para que se note la diferencia: la catedral de Lahore parece un búnker; para llegar a la zona del obispo hay que conducir como en una carrera de obstáculos, para pasar todos los sistemas de seguridad…». No es el único templo que tiene detector de metales para evitar posibles ataques terroristas. Aunque, según afirma Jamshed, ni con la policía se sienten seguros, «ya que las redes extremistas también funcionan dentro del cuerpo». Sólo hay que recordar que al ministro Bhatti le mató su propio guardia.

Ahora, su hermano Paul Bhatti es el Consejero Especial del Primer Ministro, en el nuevo Ministerio para la Armonía Interreligiosa y las Minorías, renombrado recientemente –antes se llamaba Ministerio para las Minorías Religiosas–. El ministro de Estado es el abogado Akram Masih Gill, que ha declarado que su trabajo «será mantener la atención del Gobierno sobre la necesidad de proteger y promover los derechos de las minorías». Según ha señalado, el nombre se ha cambiado porque «el Estado debe promover el respeto y la igualdad de todas las religiones».