El arma del perdón - Alfa y Omega

Todavía no hay un reconocimiento oficial, pero su fama de martirio ya ha dado la vuelta al mundo. En Roma —cuenta la agencia Zenit—, la Comunidad de Sant’Egidio inscribió, la pasada semana, el nombre de Shahbaz Bhatti en el memorial de los mártires de nuestros días, en la isla Tiberina. El ministro para las Minorías Religiosas, de Pakistán, sabía bien cuál podía ser el precio por sus críticas a la ley de la blasfemia contra el Islam, arbitrariamente aplicada contra los cristianos, pero también contra muchos musulmanes, por venganzas personales o por cualquier otro espurio motivo. «Sólo busco un sitio a los pies de Jesús» —dejó grabado Bhatti, en un vídeo sólo para ser visto si sucedía lo que se veía venir y finalmente ocurrió el 2 de marzo—, y «me consideraría un privilegiado si (debido a este esfuerzo combativo para ayudar a los necesitados, los pobres y los cristianos perseguidos de Pakistán), Jesús quisiera aceptar el sacrificio de mi vida». Tenía 42 años.

El hermano de Shahbaz Bhatti, nombrado consejero especial del Primer Ministro de Pakistán para las minorías religiosas, fue recibido tras la audiencia del 6 de abril por Benedicto XVI, a quien pidió que «siga apoyando el empeño de los cristianos paquistaníes por el respeto de sus derechos», recoge L’Osservatore Romano. Esa lucha tiene otros dos ejes, además de la denuncia. El primero es la oración. Este Miércoles Santo, la Iglesia en Pakistán convoca una Jornada mundial de oración por la cristiana encarcelada Asia Bibi y por todas las demás víctimas de la ley de la blasfemia.

El otro instrumento de lucha es el testimonio de perdón y caridad. Además de a un hermano, Paul Bhatti ha perdido este año, en enero, a su padre. Se llamaba Jacob. Sirvió en el ejército de Pakistán y fue después maestro. Su deteriorada salud no resistió la conmoción que le causó el asesinato del Gobernador de Punjab, el musulmán Salman Taseer, por sus críticas contra la ley de la blasfemia: sabía que su hijo Shahbaz bien podría ser el próximo. Paul Bhatti exige justicia, pero afirma: «No he dudado en perdonar a los asesinos» de mi hermano. «Para un cristiano, es un paso necesario» para «combatir ese odio» de los extremistas, dice en una entrevista a Radio Vaticano.

A su lado, estuvo en Roma monseñor Joseph Coutts, obispo de Faisalabad y nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal Paquistaní, que continuó después viaje a Madrid, para agradecer a Cáritas Española y rendir cuentas por la ayuda recibida a favor de las víctimas de las inundaciones de 2010, en las que murieron cerca de 2 mil personas, y unos 4 millones perdieron su casa.

Un grupo de niños víctimas de las inundaciones de Pakistán reciben ayuda en Sukkur

«Nuestra acción ha estado abierta a todos los damnificados, independientemente de su confesión», explicó el obispo, en la sede de Cáritas. Éste es un hecho distintivo de la acción de la Iglesia, incuestionable e innegociable, independientemente de las críticas del episcopado contra la discriminación a los cristianos, por parte de las autoridades, en el reparto de la ayuda.

Tampoco altera esa actitud la acción violenta de las turbas alentadas por los extremistas, con el último pretexto de que un pastor evangélico ha quemado un Corán en Estados Unidos. Al menos dos cristianos han muerto directamente por esta causa en Pakistán; varias iglesias y miles de Biblias han ardido. Pero la Iglesia es parte de Pakistán, aunque apenas constituya un 2,5 % de la población; siente los problemas de sus 165 millones de habitantes como propios. No temas, pequeño rebaño, es el mensaje que dirigen, tras estos hechos, los obispos a su pueblo, mientras le animan a multiplicar gestos, como los que la Iglesia en Pakistán puede realizar, gracias a la colaboración de Cáritas Española.