La fiesta de San Antón - Alfa y Omega

La fiesta de San Antón

Concha D’Olhaberriague
Foto: Isabel Permuy

Hay un dicho popular que extiende las fiestas navideñas hasta el 17 de enero: «Hasta san Antón, Pascuas son». A este santo anacoreta de origen egipcio, que vivió entre los siglos tercero y cuarto de nuestra era, se dedica la primera romería del año, en la que resurge o se prolonga el ánimo celebratorio explícito en el refrán.

En Madrid, la iglesia dedicada al santo se encuentra en la calle de Hortaleza y perteneció primero al hospital de los antonianos y luego, desde finales del XVIII, a las Escuelas Pías. Allí estudiaron Larra, Víctor Hugo y Ramón Gómez de la Serna, entre otros. El centro docente cerró a fines de los 80 del siglo pasado y, en 1995, tras un incendio, el Colegio de Arquitectos recuperó el edificio para convertirlo en su sede. No obstante, la iglesia –que vio sustituida la fachada barroca inicial de Pedro de Ribera por la neoclásica de Francisco Rivas que tiene ahora– ha llegado a nuestros días con la advocación original, mantenida por los calasancios en recuerdo de su pasado. Para ella pintó Goya, antiguo alumno de los escolapios zaragozanos, su impresionante lienzo La última comunión de san José de Calasanz.

Cuenta la tradición que los campesinos pedían a san Antón que protegiera a sus animales frente a las plagas y otros peligros, y ahí estaría el origen de las posteriores romerías y procesiones medievales, antecesoras de la fiesta madrileña de hoy en día, de cariz netamente urbano, a la que acuden los amos con sus animales de compañía, y el sacerdote, auxiliado por un monaguillo, bendice a las bestias y asperge agua bendita con un hisopo en la puerta del templo, tras la celebración de la Misa. Merced a la buena acogida popular, el festejo ha ido ganando vistosidad, y en la procesión vespertina por los aledaños, conocida como las vueltas, participan miembros de la Guardia Civil con sus halcones posados en perchas, observando a la concurrencia desde la parte trasera de la furgoneta abierta, un escuadrón ecuestre de la Policía Municipal acompañado de sus unidades caninas amén de perros guía de la ONCE.

No puede faltar el panecillo de san Antón, bollito redondo con una cruz en forma de tau, semejante al que lleva en el pico el cuervo que desciende en el cuadro de Velázquez San Antonio Abad y san Pablo Ermitaño.