Santo Cáliz de Valencia: la copa que levantó el Señor - Alfa y Omega

Santo Cáliz de Valencia: la copa que levantó el Señor

Una nueva investigación estudia el diseño del Santo Cáliz de Valencia y apoya la tesis de que es el que levantó el Señor en la Última Cena

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Foto: EFE/Kai Försterling

Valencia, León, Lugo, Génova, Dublín, Viena e incluso Nueva York son ciudades que a lo largo de la historia han reclamado la autenticidad del cáliz de la Última Cena, una pretensión que en algunos casos ha sido rebatida desde la historiografía.

Una nueva aportación del catedrático de Diseño de la Universidad Politécnica de Valencia Gabriel Songel unifica ahora varias investigaciones publicadas en los últimos años sobre el Santo Cáliz de Valencia y ofrece nuevas aportaciones desde la iconografía y el diseño que no solo adelantan en 300 años la primera referencia documental del cáliz, sino que apoyan la tesis de que la copa que Cristo levantó diciendo: «Esta es mi Sangre» se encuentra hoy en la ciudad del Turia.

En primer lugar, Songel sostiene en su libro El cáliz revelado que «al diseñar la estructura que rodea la copa original –la base y la armadura son de la Edad Media–, se siguió unos patrones de diseño de origen medieval, pero 300 años anteriores a lo que se pensaba hasta ahora».

Según Songel, el cáliz fue diseñado con un criterio y unas proporciones que siguen el modelo de una retícula, algo común en el Medievo. «Hay unas proporciones en las tangentes de las asas, en el nodo central y en el conjunto del cáliz que coinciden al cien por cien con un patrón de diseño utilizado habitualmente por los canteros de aquellos siglos. Cada cantero tenía su propia marca, un dibujo en forma de retícula que usaba para trabajar la piedra».

Acróstico presente en el relicario de San Juan de la Peña. Foto: Gabriel Songel

En relación con este aspecto hay otro elemento estudiado por Songel: la inscripción de la base de la copa original: «Hasta ahora se pensaba que era una palabra en árabe que significa la resplandeciente. Mi hipótesis es que fue trabajada también con un patrón de retícula y que debe hacerse una lectura con un espejo. Si se hace así, se puede leer en hebreo Yahvé Yoshua, es decir: Yahvé es Jesús. Gráficamente, es un ideograma, un patrón complejo que apunta al siglo XI, lo cual apoya la hipótesis de que la estructura es anterior a lo que se pensaba».

Un tesoro oculto

Hasta ahora, la primera referencia documental al cáliz era un documento por el que, el rey aragonés Martín el Humano reclama a los monjes del monasterio de San Juan de la Peña, en 1300, la entrega del cáliz de piedra preciosa de la Última Cena. Sin embargo, Songel adelanta ahora esta fecha 300 años por su estudio del relicario de San Juan de la Peña y de una moneda acuñada en el siglo XI.

A principios del siglo XI, el rabino Pedro Alfonso se convierte al cristianismo. «Él era autor de varios tratados de cosmología en los que trabaja sobre los ideogramas. Es increíble la coincidencia de sus ideogramas con el patrón de diseño del cáliz. Pedro Alfonso fue catequizado en San Juan de la Peña, y sus padrinos fueron Pedro I y Alfonso el Batallador, hijos del rey Sancho Ramírez. Este acceso a la nobleza y su presencia en el monasterio permiten suponer que él, o alguien cercano a él, hizo el diseño del cáliz».

Hay otro hallazgo: si se aplica el estudio de los ideogramas a la moneda que acuñó Sancho Ramírez durante su reinado se observa un gran parecido entre el patrón que sigue la moneda y la forma del cáliz. «Hay una coincidencia iconográfica muy grande», resalta Songel, para quien «el cáliz debió ser un proyecto de la dinastía de los reyes de Aragón de aquellos años».

Hay más detalles, como los dibujos de cadenas en el nodo de la copa que coinciden con la firma del rey, y sobre todo el estudio de Songel del relicario de San Juan de la Peña. «En principio llama la atención que no se cite explícitamente al cáliz en un documento tan importante. Me pregunté si no estaría presente de un modo implícito y apliqué una regla que se descubrió en los años 50 y que está presente en otros documentos medievales: la maquetación tiene una geometría estudiadísima. Los márgenes, las presencias de algunas palabras en un lugar concreto de la página, los espacios en blanco… no eran algo que se dejaba al azar».

Foto: Gabriel Songel

Concretamente, al leer las iniciales del glosario con el que empieza el texto se puede encontrar una C y una A; al final del texto aparece LIS. Luego están las palabras Jerusalén y San Juan de la Peña, que se pueden unir por unas diagonales siguiendo el patrón de retícula medieval, con lo que al final en esa página del documento se puede leer: Cáliz de piedra preciosa del Señor. «Es como una sopa de letras, que es muy difícil que haya sido elaborada por casualidad. Es algo más que intencionado», dice el investigador, para quien «el texto estaba muy calculado», y cuya hipótesis ha sido avalada ya por algunos expertos en códices medievales.

Entonces, ¿por qué todo este misterio en torno al cáliz? ¿Por qué no se citaba de manera explícita y por qué no se popularizó su presencia en San Juan de la Peña? Songel responde que «el cáliz fue muy perseguido desde el principio, ya desde que la primera comunidad cristiana fue expulsada de Jerusalén. En Roma también fue perseguido. Cuando llegó a España, tuvo que ocultarse de las invasiones de los merovingios, que lo buscaban y que hasta llegaron a llevarse 70 cálices con el deseo de que alguno de ellos fuera el original. En el siglo VIII llegaron los musulmanes y también se tuvo que ocultar. La persecución ha acompañado siempre al Santo Cáliz».