Colores de otro mundo - Alfa y Omega

Colores de otro mundo

Ricardo Ruiz de la Serna
Foto: EFE/JM García

Sucedió en Salamanca. Su catedral vieja ocultaba un secreto. Detrás del retablo de santa Bárbara, de quien nos acordamos cuando truena, aparecieron hace cosa de un año unas pinturas góticas murales. Había, pues, dos tesoros: uno, visible, del siglo XVI y otro, escondido, del siglo XIV. Este se conservó porque, entre la pared y el retablo, quedó una cámara de aire de unos 15-20 centímetros. Para que luego digan que la Providencia no existe. Sin ese espacio, habríamos perdido estas joyas de entre los años 1339 y 1361. Ya entonces llevaban los estudiantes de Salamanca más de un siglo sufriendo y penando para licenciarse y doctorarse por su universidad, la más antigua de la Hispanidad entera.

Estos estudiantes están rezando en la capilla de santa Bárbara. Pudo suceder en el siglo XVI cuando el retablo era nuevo o ya en el XVII, en aquella España desde la que se gobernaba un imperio en el que no se ponía el sol. Aspiran a ser licenciados y doctores. La defensa de las tesinas y las tesis es en la propia catedral. Hay alumnos que comparecen a la defensa confiando más en la misericordia del tribunal que en su justicia, así que la ayuda de un santo nunca viene mal. Además, si los peregrinos se golpeaban la cabeza en el santo dos croques de la catedral de Santiago con la esperanza de recibir el talento del maestro Mateo, no ve uno por qué no habrían de encomendarse a una santa que nos protege de las tormentas en alta mar y de los peligros del interior de la tierra.

Quizás no lo supiesen, pero detrás de ese retablo renacentista había otro tesoro esperando que alguien lo admirase de nuevo. Contemplen los colores de estas tablas que representan la pasión de Cristo y la imagen de la santa. Admiren el cromatismo de estos muros que envuelven la tumba del obispo Juan Lucero, ante al cual velaban los estudiantes preparando la defensa de sus tesinas o sus tesis. El doctorado saldría por la puerta mayor de la catedral y gozaría del honor de la inscripción victor junto a su nombre en los muros. El suspenso abandonaría el edificio por la modesta puerta de los Carros. Vae victis!

Ahora, gracias a la restauración y el descubrimiento del retablo gótico con escenas de la vida de santa Bárbara, podemos admirar estas dos obras de arte. Mediante una estructura móvil, el viajero puede contemplar ese prodigio medieval y esta belleza renacentista. La colaboración entre la Consejería de Cultura y Turismo y el Cabildo Catedralicio de Salamanca han hecho posible que fieles, turistas y peregrinos que caminan a Santiago por la Ruta Jacobea de la Vía de la Plata puedan detenerse y rezar en la Cuaresma ante estas imágenes de colores tan bellos que merecen no ser de este mundo.