Las lecturas de un sabio - Alfa y Omega

Las lecturas de un sabio

Manuel María Bru Alonso

Luigi Giussani (1922-2005), fundador de Comunión y Liberación, tenía una sensibilidad y una inteligencia fuera de lo común, capaz de interpelar y de provocar con la profundidad de su mirada a todos los que encontraba en su camino, especialmente a los jóvenes. Recordaba muchas veces que, siendo muy joven, en primero de Bachillerato, escuchó a un gran tenor entonar el aria de La Favorita de Donizzetti: «Había en aquel timbre de entonación tal tristeza que se me hizo evidente que debía existir Dios: aquella voz melancólica debía cantar a Alguien que fuera su último objeto de deseo».

Y se decía: «¿No alude acaso a esto el prólogo del Evangelio de Juan? Me lo he repetido toda mi vida, desde que un maestro que tuve en el primer curso de Liceo, don Corti, con la Biblia abierta, comenzó a leer y a comentar el comienzo de ese Evangelio. Utilizó estas palabras: “El Verbo de Dios, es decir, aquello de lo que todo consiste, se ha hecho carne. Por eso la belleza se ha hecho carne, el amor, la vida, la verdad, se han hecho carne. […] Porque el Verbo se ha hecho nuestro compañero de camino, todas las circunstancias cotidianas encuentran razón y finalidad”».

Siempre me impresionó de don Giussani su capacidad de descubrir en el legado cultural universal (en todo el arte, pero sobre todo en la literatura, en la música y en el cine), la huella tanto de Dios Padre, creador de toda belleza, como de Dios Hijo, redentor del drama humano que atraviesa toda existencia, y que tantos escritores, escudriñadores del espíritu humano, no han dejado de mostrar de modo portentoso.

Don Giussani fue un contemplativo de la realidad, y tenía, como las gafas que aparecen en la portada, una mirada tan profunda de la misma que veía la búsqueda y el anhelo de felicidad, de amar y de ser amados infinitamente, en todas las huellas de la creatividad humana. Pero, sobre todo, en la literatura. Y por supuesto, tenía sus autores preferidos. Muchos tenemos que darle las gracias por habernos descubierto a esos escritores que trataban de expresar algo tan grande que apenas conseguían balbucear, pero don Giussani llegaba tocar, porque conectaba con ellos en la profundidad de una misma contemplación del misterio de la vida. En concreto a mí me descubrió al gran poeta italiano Giacomo Leopardi, y me hizo redescubrir a esos deliciosos literatos católicos franceses como Claudel o Péguy.

Y como las mejores cosas de la vida vienen casi siempre sin avisar de antemano, me encuentro con una joya en mis manos, el libro que acaba de publicar la Editorial Encuentro, en el que se recogen desde una lectura de Pascoli, uno de los grandes poetas italianos, acerca de los destinos últimos, hasta un comentario del poeta francés Charles Péguy, pasando por la lectura de El drama del poeta converso milanés Clemente Robora; la explicación que hace de la conversión de la poetisa Ada Negrí; una meditación de Adviento sobre La forma del yo a partir de la lectura de Dante y de San Pablo; las lecturas de la obra del Premio Nobel de Literatura Eugenio Montale; de La anunciación de Paul Claudel; de La piedra del dramaturgo británico Thomas Steans Eliot; el descubrimiento de Miguel Mañara en la lectura de la obra teatral del franco-lituano Oscar Vladislas de Lubicz Milosz; las poesías de otro Premio Nobel de Literatura, el sueco Pär Lagerkvist, y de algunas cartas del filósofo francés Emmanuel Mounier. Además de la visión de tres clásicos del cine: Ordet y Dies Irae de Carl Theodor Dreyer, y Dios tiene necesidad de los hombres de Jean Delannoy.

Mis lecturas
Autor:

Luigi Giussani

Editorial:

Encuentro