No es verdad 850 - Alfa y Omega

¿Saben ustedes cuánto tuvieron que pagar a la mafia de las pateras cada una de las 500 víctimas de la estremecedora tragedia de Lampedusa? ¡500 dólares! Los ahorros de toda una vida para poder meterse en un ataúd como el de la viñeta que ilustra este comentario. Y aquí nos indignamos todos muchísimo, un ratito… y ya está, hasta la próxima, sea en Lampedusa, o en Tarifa, o donde sea. Ricardo ha pintado, en El Mundo, otra viñeta en la que se ve otra de esas pateras, sobre las olas, cargada de seres humanos hasta los topes, uno de los cuales comenta: «Dicen que en Europa los trabajadores tienen cada vez menos derechos, les recortan los salarios y les tratan como ganado». A lo que otro replica: «¡Qué envidia!». ¿Ustedes creen que esos miles y miles de seres humanos que arriesgan la vida en una patera, o saltando un muro, o una valla, lo harían si les lleváramos allí lo que vienen a buscar aquí?

La semana pasada prometí que, en este rincón, hablaríamos de la Iglesia y lo prometido es deuda: ha tenido que ser el Papa Francisco el que, además de indignarse, exprese en voz alta la indignación y hable de vergüenza, antes de enviar todo el dinero que puede para socorrer a las víctimas. Es más que llamativo lo que está ocurriendo, en el ámbito de los medios de comunicación, con este Papa. Clama por la pobreza evangélica –no por la miseria, que condena– y todos los medios de la progresía mundial lo sacan a sus portadas: lo primero, no lo segundo. La condena papal de la miseria se les olvida…; son tan débiles de mente… Habla el Papa de «acogida cordial a las parejas que conviven de hecho» y todos los medios se hacen eco alborozado de una novedad que no es tal en la Iglesia, pero a todos se les olvida cómo terminaba la frase del Papa: «Acogida cordial, pero en la verdad». Lo de en la verdad, curiosamente, se les olvida recogerlo a todos. Son tan débiles de mente, tan olvidadizos… Cuentan sobre conferencias que no son conferencias, en parroquias que no son parroquias. ¡Qué casualidad! ¿No? Recogen gozosos y retadores la entrevista del Papa a Eugenio Scalfari, fundador del diario laicista La Repubblica, pero se les olvida informar de que fue una conversación no grabada, en la que Scalfari contó lo que su capacidad de recordar le permitió honradamente y Scalfari ha reconocido al corresponsal de Le Figaro en Roma que ni siquiera tomó notas con el Santo Padre. Y en una nota publicada por la Santa Sede se explica que la entrevista es una reconstrucción de la charla del periodista con el Papa y hay riesgo de que se hayan perdido detalles clave o se hayan fundido en un solo texto diversos momentos de la conversación; pero, ya digo, de esto se les olvida informar. Son tan olvidadizos…

Hablan, una y otra vez, del Papa revolucionario y de la novedad del Papa, pero se les olvida recordar la permanente novedad del Evangelio. Cuentan y no acaban las veces que el Papa habla de libertad, pero se les olvida contar las veces que el Papa dice que sin verdad no hay libertad; y no digamos cuando el Papa habla de la necesidad de unidad. En Asís, hace unos días, no se ha cansado de repetir: «Caminemos juntos en la unidad»; pero se ve que esto de la unidad no les interesa, como no les interesa tampoco oír, escuchar, y contar las voces llenas de equilibrio y de sensatez que con este Papa, y con todos los anteriores, recuerdan que «en la Iglesia no hay rupturas, sino continuidades con diversos estilos». Todo esto se les olvida. ¡Qué cosas! Otra cosa que se les olvida impepinablemente es eso que el Papa Francisco ha predicado ya tantas veces de que a Jesucristo sólo se le encuentra en la Iglesia, en esta Iglesia, con sus pecados y sus debilidades, no fuera de ella. A algunos de estos plurales y rumorosos mercenarios del chismorreo, cuando se les ha preguntado por qué no se van de la Iglesia si no les gusta, han respondido que ellos fuera de la Iglesia no son nadie; y cuando ejerciendo la más alta caridad, que es decir la verdad, se les ha echado en cara por qué mienten si saben que lo que escriben no es verdad, han salido por peteneras diciendo que alguien lo tiene que hacer. ¡Qué cosas, ¿verdad?! Promesa cumplida.