Posadas abiertas - Alfa y Omega

Posadas abiertas

«La Nochebuena, a menudo, se entiende como una ocasión para autoafirmar a la familia en clave individualista», pero la fiesta se vive, de modo mucho más auténtico, cuando se abre la propia casa a quien llama a la puerta. Lo dice don Juan Orellana, que junto a otras dos familias de la asociación Familias para la Acogida, ha pasado su primera Navidad en la Casa de Acogida Nuestra Señora de La Almudena, donde conviven con menores, en régimen de acogida, adolescentes embarazadas y madres solteras en riesgo de exclusión social. También las Religiosas Terciarias Capuchinas saben bien qué significa dar, estos días, un hogar a niños y jóvenes

Amparo Latre
Las tres familias que están a cargo de la Casa de Acogida ‘Nuestra Señora de la Almudena’

«No había sitio para ellos en la posada». La belleza del evangelio de Lucas, que narra el nacimiento de Jesús, nos toca el corazón. Nos conmueve que Dios se haya hecho niño y nos conmueve (nos duele) que no hubiera sitio en la posada para la Sagrada Familia. Como ha recordado el Papa esta Nochebuena, inevitablemente surge la pregunta: ¿Qué pasaría si María y José llamaran a mi puerta? ¿Habría lugar para ellos?

Estas preguntas, que en ningún caso admiten la callada por respuesta, nos interpelan con más fuerza en Navidad y nos invitan a poner al día nuestra capacidad de entrega. La Casa de Acogida Nuestra Señora de La Almudena de Madrid es un buen ejemplo. Las tres familias que, en junio, dejaron sus casas para irse a vivir en comunidad, saben muy bien lo que es Acoger con mayúsculas, y abrir las puertas de la posada al que llama a la puerta.

«Como matrimonio -dice don Juan Orellana (crítico de cine de Alfa y Omega), que vive allí con su mujer y sus tres hijos- supone un cambio de chip: tener la casa abierta. Sabes que en cualquier momento se presenta alguien imprevisto que se queda a dormir, o a comer, o a pasar varios días porque le han echado de su casa. Así aprendes que el matrimonio como sacramento es algo abierto, es abrazar el mundo para testimoniar la alegría del Acontecimiento cristiano. No es fácil, porque el instinto va en dirección contraria, pero el fruto es evidente: se ensancha el corazón y se comprende mejor lo que Dios hace con nuestra vida».

Este proyecto, que se financia con donaciones privadas, cuenta con un espacio materno-infantil, que alberga temporalmente a adolescentes embarazadas y madres solteras en riesgo de exclusión social; un Centro de día con talleres formativos y apoyo al estudio de menores.

Las Religiosas Terciarias Capuchinas también saben mucho de posadas abiertas. En España están presentes fundamentalmente en la Comunidad Valenciana. Además de colegios de educación Primaria, Secundaria, albergues y comedores sociales, tienen once centros de acogida de menores repartidos por todo el país. Con el apoyo de seglares, voluntarios y personal contratado, acompañan a más de un centenar de chicos y chicas que tienen tutelados y que cuidan según el carisma de Luis Amigó, quien, a finales del siglo XIX, cuando tenía 30 años vio cómo una epidemia de cólera arrasaba Valencia y dejaba a miles de niños en la calle. Como el Buen Samaritano, sintió compasión de aquellos niños y puso manos a la obra dando una respuesta clara y contundente a una situación de emergencia social. Con el objetivo de proteger, curar y educar a niños y jóvenes que se habían quedado sin padres y sin hogar familiar, nacen las Terciarias Capuchinas. Hoy son 1.300 religiosas, que están presentes en 32 países.

Sor Regina del Peral, Jefa de la Sección de Menores de la Provincia de Castellón, explica que trabajan con «disposición incondicional, sin reloj; sencillez, humildad y en un ambiente familiar y compartiendo y diversificando responsabilidades».

Habita entre nosotros

Es fácil imaginar cómo es el día a día en estos lugares cuando el ritmo lo marca el horario laboral o escolar, pero ¿qué sucede en noches como la del 24 de diciembre, o en días como el de Navidad? «La Nochebuena -explica don Juan Orellana-, a menudo, se entiende como una ocasión para autoafirmar a la familia en clave individualista y autocomplaciente, pero en realidad es mucho mejor si se vive como ocasión para reconocer la encarnación del Misterio de Dios, que entra en nuestra casa y habita entre nosotros. Las mujeres a las que acogemos son un signo claro de la presencia de Cristo en nuestras vidas».

Los centros de las Terciarias Capuchinas comienzan a engalanarse cada año allá por el puente de la Inmaculada. Desde entonces, se cantan villancicos en comidas y cenas. En los días más señalados, los menores que pueden se van con sus familias, pero, desgraciadamente, esto no siempre es posible. Entra en juego entonces la gran familia del padre Luis Amigó. «Hemos hecho con los chicos concursos de villancicos y postales -explica la Hermana Regina-. Las representaciones navideñas han sido preciosas». Como una gran familia.

Puertas abiertas

«Vino a su casa y los suyos no le recibieron», escribe el evangelista Juan en un pasaje de evidente paralelismo con el relato de la posada. Y surgen en él las mismas preguntas que nos hacíamos al principio: ¿tenemos un puesto para Dios cuando Él trata de entrar en nosotros, o nuestro tiempo está completo, estamos llenos de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio para nadie más? En este sentido, la Casa de la Almudena y los hogares de las Terciarias Capuchinas son toda una invitación a la esperanza. No todas las puertas están cerradas. A partir de la sencilla palabra sobre la falta de sitio en la posada, nos damos cuenta de lo importante que es estar vigilantes para oír como Él llama a la puerta y cómo nos piden agrandar el corazón y la mesa los niños, los jóvenes, las madres solteras, los que sufren, los abandonados y los pobres de este mundo.