La Navidad íntima de Benedicto XVI - Alfa y Omega

La Navidad íntima de Benedicto XVI

Ésta ha sido probablemente la Navidad en la que más intimidad ha compartido Benedicto XVI. Cada una de las intervenciones, al presidir las principales celebraciones del Nacimiento de Jesús, y hasta a través de Twitter, las ha hecho a corazón abierto

Jesús Colina. Roma
El Papa Benedicto XVI durante la celebración de la Misa del Gallo en la basílica vaticana, con la imagen del Niño-Dios al fondo.

Será porque, a la altura de sus 85 años, en estas fechas, el corazón deja espacio a lo verdaderamente importante… Será porque ha sido un año difícil, el año del Vatileaks, fruto de las filtraciones de un cercano colaborador, el mayordomo perdonado… Lo cierto es que nunca como antes el Pontífice había revelado con tanta apertura los sentimientos que le han invadido.

Desde el corazón

«Nuevamente, me llega al corazón», eran las palabras con las que comenzaba la homilía en la Misa del Gallo, en una basílica de San Pedro calentada por la devoción de los peregrinos que la llenaban, en una fría pero apacible noche. El Papa dedicó su intervención a responder en voz alta a dos de las preguntas que, con frecuencia, le han planteado en su vida. La primera atañe al misterio central del cristiano: ¿cómo Dios pudo hacerse hombre? La segunda es terrible: ¿por qué el hombre trata de negar a Dios, en nombre de la paz?

El primer interrogante lo planteaba en estos términos: «Nuevamente nos conmueve que Dios se haya hecho niño, para que podamos amarlo, para que nos atrevamos a amarlo, y, como niño, se pone confiadamente en nuestras manos». Con un gesto poco común en el teólogo Joseph Ratzinger, el Papa puso en labios de Dios estas palabras para dar respuesta a la pregunta central del cristianismo, la encarnación del Hijo: «Sé que mi esplendor te asusta, que ante mi grandeza tratas de afianzarte tú mismo. Pues bien, vengo por tanto a ti como niño, para que puedas acogerme y amarme».

Y de esta respuesta surgió la pregunta moral que el Pontífice planteó a la Humanidad de final del año 2012 «a propósito de los prófugos, los refugiados, los emigrantes»:

«¿Tenemos un sitio para Dios cuando Él trata de entrar en nosotros? ¿Tenemos tiempo y espacio para Él? ¿No es precisamente a Dios mismo al que rechazamos?».

«Cuanto más rápidamente nos movemos, cuanto más eficaces son los medios que nos permiten ahorrar tiempo, menos tiempo nos queda disponible —constató el Santo Padre—. ¿Y Dios? —prosiguió—. Lo que se refiere a Él, nunca parece urgente. Nuestro tiempo ya está completamente ocupado».

«No hay sitio para él. Tampoco hay lugar para Él en nuestros sentimientos y deseos», añadió el Papa. «Nosotros nos queremos a nosotros mismos, queremos las cosas tangibles, la felicidad que se pueda experimentar, el éxito de nuestros proyectos personales y de nuestras intenciones. Estamos completamente llenos de nosotros mismos, de modo que ya no queda espacio alguno para Dios. Y, por eso, tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros».

Un momento de la celebración de la Misa del Gallo, en la basílica de San Pedro.

¿Violencia en nombre de Dios?

En segundo lugar, en la noche de Navidad, el Papa respondió a la pregunta que plantean quienes acusan a la religión de provocar guerras y violencia a lo largo de la historia, descalificando así al cristianismo y la Iglesia.

«Hoy —reconoció—, corrientes de pensamiento muy difundidas sostienen» que «la religión, en particular el monoteísmo, sería la causa de la violencia y de las guerras en el mundo; sería preciso liberar antes a la Humanidad de la religión para que se estableciera después la paz; el monoteísmo, la fe en el único Dios, sería prepotencia, motivo de intolerancia, puesto que por su naturaleza quisiera imponerse a todos con la pretensión de la única verdad». Benedicto XVI reconoció que «es cierto que el monoteísmo ha servido en la Historia como pretexto para la intolerancia y la violencia. Es verdad que una religión puede enfermar y llegar así a oponerse a su naturaleza más profunda, cuando el hombre piensa que debe tomar en sus manos la causa de Dios, haciendo así de Dios su propiedad privada. Debemos estar atentos contra esta distorsión de lo sagrado».

«Si es incontestable un cierto uso indebido de la religión en la Historia, no es verdad, sin embargo, que el No a Dios restablecería la paz. Si la luz de Dios se apaga, se extingue también la dignidad divina del hombre», aseguró el obispo de Roma. «Entonces, ya no es la imagen de Dios, que debemos honrar en cada uno, en el débil, el extranjero, el pobre. Entonces ya no somos todos hermanos, hijos del único Padre que, a partir del Padre, están relacionados mutuamente».

La prueba de las palabras del Papa ha sido la violencia arrogante por la que el hombre aplasta al hombre, como ha podido constatarse en el siglo pasado. «Sólo cuando la luz de Dios brilla sobre el hombre y en el hombre, sólo cuando cada hombre es querido, conocido y amado por Dios, sólo entonces, por miserable que sea su situación, su dignidad es inviolable».

El Papa ilumina su apartamento, tras bendecir el belén de la Plaza de San Pedro.

Confidencias urbi et orbi

En el Año de la fe, el mensaje de Navidad y la bendición urbi et orbi, transmitida en directo por canales de televisión de los cinco continentes, en el mediodía del 25 de diciembre, Benedicto XVI planteó un tercer misterio que ha acaparado el interés de su existencia:

«El Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la Humanidad. Y, sin embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta».

El Papa Benedicto XVI confesó el natural sobrecogimiento «ante nuestra omnipotencia a la inversa. Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero he aquí la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha nacido».

«Hay en el mundo una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Una morada para su presencia en el mundo. Esta tierra existe, y también hoy, en 2012, de esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una esperanza en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones más difíciles. La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz», afirmó.

Benedicto XVI sale al balcón central de la basílica vaticana, para impartir a los fieles la bendición urbi et orbi.

Diplomacia a corazón abierto

El repaso de la actualidad internacional con el que el Pontífice concluyó su mensaje, también estuvo escrito con palabras directas, sencillas, a corazón abierto, sin tecnicismos. «Sí, que la verdad brote para la población de Siria, profundamente herida y dividida por un conflicto que no respeta ni siquiera a los enfermos y cosecha víctimas inocentes —exclamó—. Una vez más, hago un llamamiento para que cese el derramamiento de sangre, se faciliten las ayudas a los prófugos y a los desplazados y, a través del diálogo, se alcance una solución política al conflicto».

Luego deseó «que la paz brote en la Tierra donde nació el Redentor, y Él conceda a israelíes y palestinos la valentía de poner fin a tantos años de luchas y divisiones, y emprender con decisión la vía de la negociación».

Su mirada abrazó después a los países del norte de África, «que atraviesan una profunda transición en la búsqueda de un nuevo futuro —en particular en Egipto, la amada tierra bendecida por la infancia de Jesús—», invitando a que «los ciudadanos construyan juntos sociedades basadas en la justicia, el respeto de la libertad y la dignidad de cada persona».

Significativamente, el Papa se dirigió a los dirigentes recién elegidos del Partido Comunista más grande del planeta, para implorar:

«Que el Rey de la Paz dirija su mirada a los nuevos dirigentes de la República Popular China en el alto cometido que les espera. Expreso mis mejores deseos de que en esta misión se valore la contribución de las religiones, respetando a cada una de ellas, de modo que puedan contribuir a la construcción de una sociedad solidaria, para bien de ese noble pueblo y del mundo entero».

Por último, Benedicto XVI mencionó el drama que vive en estos momentos el país más grande de África, Nigeria, «donde crueles atentados terroristas continúan causando víctimas, particularmente entre los cristianos».

Confidencias en Twitter

La nueva cuenta que el Papa ha abierto en Twitter, @Pontifex, y que ya cuenta con dos millones de seguidores, le ha ofrecido la oportunidad de dejar espacio a sus confidencias. En esta Navidad, un seguidor preguntó a Benedicto XVI: «¿Qué tradición familiar navideña de tu niñez recuerdas todavía?». La respuesta, publicada tras la misa en la basílica de San Pedro, fue: «Poner juntos el Nacimiento en mi casa, que tanto nos gustaba. Cada año añadíamos figuras nuevas y usábamos musgo para decorarlo».

La confidencia confirma lo que ya había contado su hermano, Georg, en el libro Mi hermano el Papa, publicado este mismo año, en el que cuenta cómo cada año el belén de la familia Ratzinger «aumentaba con alguna figura y siempre era motivo de gran alegría ir con mi padre al bosque a coger musgo, enebro y ramitas de abeto». Como es habitual, el mayor de los Ratzinger llegó a Roma el día 28, para pasar unos días con su hermano.