La sociedad civil alza la voz: hacen falta acuerdos - Alfa y Omega

La sociedad civil alza la voz: hacen falta acuerdos

Madrid acoge estos días el I Congreso de la Sociedad Civil. Con distintos acentos, nueve de los participantes reivindican en Alfa y Omega el espíritu de acuerdo de la Transición y piden superar la polarización con aportaciones de toda la sociedad

Rodrigo Pinedo
Ilustración: Juan José Gámez Kindelán

1- ¿Qué España hemos construido desde la Transición?

2- ¿Cómo ve el panorama actual?

3- ¿Por qué es importante que la sociedad civil dé un paso al frente?

José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid

1- Somos muy afortunados porque contamos con uno de los mejores sistemas de garantías y de protección de los derechos fundamentales de nuestro entorno. Hemos construido la España más plural, generosa, libre y democrática de nuestra Historia; tenemos un modelo de convivencia y cohesión nacional que da cabida a todas las sensibilidades y no deja a nadie atrás. Gracias a la Transición venimos disfrutando de 44 años de prosperidad.

2- Con preocupación, porque el actual Gobierno de España atiende a sus propios intereses cortoplacistas, olvidando los pilares que nos definen como nación y el respeto al marco que con mucho esfuerzo hemos construido entre todos. El Gobierno funciona sin rumbo, condicionado en sus decisiones por quienes quieren romper España, en lugar de apoyarse en quienes representan a la mayoría de los españoles, que son decididamente constitucionalistas.

3- Es muy importante que, ante proyectos y prácticas de gobierno inspiradas en intereses partidistas e ingeniería social, la sociedad civil alce la voz para impedir que se demuelan los cimientos en los que se asienta una sociedad libre y democrática como la nuestra, o se socaven las instituciones que tienen como misión principal defenderla.

Es necesario que la sociedad civil se articule para que pueda defender sus convicciones e intereses. Y que explique de forma alta y clara que no está dispuesta a aceptar determinadas decisiones que carecen del consenso mayoritario de los españoles.

Porque los gobiernos no están para transformar la sociedad a la medida de las ideas de unos pocos, están para dar servicio a los ciudadanos. Son instrumentos para defender y mejorar los derechos y las libertades individuales de todos.

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Edurne Uriarte, catedrática de Ciencia Política y diputada del PP

1- Hemos construido una democracia avanzada, un consenso alrededor de una gran Constitución, un país que está entre los mejores del mundo en derechos y libertades, en bienestar y en desarrollo.

2- Con preocupación, porque hay minorías nacionalistas que están cuestionando todo eso que hemos logrado, que están dispuestas a dinamitarlo en aras a proyectos radicales y a algunos intereses egoístas. Y lo que es más inquietante en este momento, hay un PSOE dispuesto a negociar y a llegar a acuerdos con esas minorías.

3- El momento es grave y se requiere de la participación de todos, no solo de los políticos y de los partidos, para defender los fundamentos de nuestra democracia, para asegurar que España siga siendo un país de éxito y de progreso, y no un país de fracaso y retroceso.

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José María Mohedano, abogado de Dikei Abogados

1- Desde la Constitución de 1978, hemos conquistado un Estado de Derecho, con libertades públicas, instituciones democráticas y un crecimiento importante del bienestar público y privado. Y una sociedad reconciliada y en concordia, porque la democracia es fundamentalmente el marco de la convivencia de los ciudadanos.

2- Lo veo con preocupación porque la convivencia se ha deteriorado y hay una gran polarización en la vida pública que afecta a la tranquilidad de los ciudadanos.

3- El problema es que la sociedad civil española está muy desestructurada. Es necesario que, a través de sus cauces de participación pública y privada, se ocupe de defender los intereses cívicos.

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Joaquín Pérez da Silva, secretario general de USO

1- Hemos construido una España basada en la reconciliación, que dejo atrás luchas intestinas para centrarse en construir una sociedad más justa, más libre, más igualitaria, donde los valores democráticos de respeto y tolerancia formasen parte de nuestra vida cotidiana. Un gran país con un buen Estado de protección social pero aún con muchas tareas pendientes. En esta España de las libertades desde la USO vivimos la legalización, fuimos unas de las primeras organizaciones en hacerlo, para trabajar por una sociedad más solidaria y un mundo laboral digno, con las personas en el centro.

2- Quiero ser optimista al pensar que lo mejor que tenemos en España son sus ciudadanos, que siempre han dado una respuesta adecuada ante situaciones de crisis como la que hemos vivido y debemos estar atentos para la desaceleración que se está produciendo. En términos de empleo es preocupante la falta de calidad y cantidad, seguimos en cifras negativas que duplican la media de la UE y cada vez hay más temporalidad y parcialidad. Lo peor es que no hay un proyecto de cambio de modelo productivo a medio o largo plazo, ni conjunción de políticas energéticas e industriales, ni una inversión para avanzar hacia la tecnología y lo digital… Seguimos esperando que el turismo se porte bien. Ojalá salgamos de la política de bloques y se haga política con mayúsculas, entre muchos y con una ambición que pase por encima de las siglas de los partidos.

3- La sociedad civil es el pueblo español en el que reside la soberanía nacional y no puede ni debe hacer dejación de sus funciones, con las grandes decisiones en manos de los partidos políticos. Estos tienen que escuchar a la sociedad civil y no dedicarse a prometer y a pedir el voto cada cuatro años. La sociedad civil tiene que asumir su capacidad y responsabilidad de opinar e indicar metas y objetivos.

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Fernando García de Cortázar, SJ, catedrático de Historia Contemporánea en Deusto

1- En la Transición no creamos una nación, no creamos España, pero sí le dimos el único sentido integrador y democrático que podía tener para que todos la consideraran propia. Lo que nos proporcionó un significado común no fue pensar del mismo modo, sino saber que nuestras ideas tenían la suficiente firmeza para convivir con las de otros. Y que ninguno de nuestros principios valía un solo acto de exclusión, violencia o desprecio contra los de los demás. Se enterraron las trincheras, la Transición se fundamentó en la aceptación de un patrimonio cultural común que nos permitía disponer de sentido de orientación histórica.

2- España no solo vive o ha vivido un devastador ciclo de penalidades económicas. Hay algo más grave. En ninguna parte como en España se ha vivido a tanta velocidad y con tal profundidad el agotamiento de referencias culturales, la carencia de sentido ético en la vida social, la aspiración al medro, la picaresca en la promoción, la relajación de nuestra rectitud moral. Es el momento de lamentar, pero también de enmendar la ausencia de los valores cívicos que deben sustentar la convivencia de los españoles y la fortaleza de España, entre los que se encuentran la defensa del mérito, el culto al trabajo, la austeridad, la solidaridad entre individuos, clases y territorios, la lucha contra el arcaísmo nacionalista, la cohesión de una sociedad basada en las ideas propias de las democracias parlamentarias occidentales y de una civilización de raíz cristiana, aunque de cultura laica.

3- A la sociedad civil le exigiría que desarrollara una verdadera cultura crítica sustentada en intelectuales que vigilen que la política vaya siempre acompañada de principios y vuelvan a valorar la capacidad de conocer en un mundo complejo, para evitar que las simplificaciones aturdan a la ciudadanía. El fomento de la conciencia nacional es un campo en el que se debe mover la sociedad civil. Salvo algunas excepciones meritorias, ¡cuánto se echa de menos aquella forma de los escritores de comienzos del siglo XX de hablar para España no en voz alta, sino con palabras de altura! La sociedad civil debe ser un mundo cultural y social ajeno a las pataletas corporativas, los manifiestos oportunistas y las fotos de familia para medrar a la sombra del poder. Pero ¡ojo!, son demasiadas, las voces en España que se definen como sociedad civil cuando son puros entes instrumentales al servicio de la Administración pública. Y no son menos las organizaciones que reivindican su condición de sociedad civil cuando dependen en su gestión de la financiación pública.

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Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la ACdP y el CEU

1- Hemos construido una España más rica desde el punto de vista material y más libre desde el punto de vista político, pero que se ha materializado en exceso, en busca del consumismo, la comodidad y el placer, olvidando la trascendencia del hombre y aquello que da realmente sentido a la vida.

2- Francamente mejorable, y por ello hemos de hacer cuanto esté en nuestras manos para mejorarlo.

3- Sin una sociedad civil activa estamos abocados a padecer un Estado cada vez más grande, omnipresente en todos los aspectos, y muy dispuesto a decidir sobre cuestiones tan trascendentales como la educación de nuestros hijos o sobre qué vidas deben considerarse dignas de ser vividas.

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Santiago Álvarez de Mon, profesor de IESE

1- La Constitución democrática la votamos los españoles. La Transición fue un ejercicio de diálogo, en el que cedieron unos y otros, admirado en muchos lugares del mundo, aunque no perfecto. Gracias a ella vivimos alternancia en el poder, de una manera civilizada. Luego llegó la crisis, con la creciente corrupción de los partidos y el descrédito, y ahora nos aqueja el populismo: la propuesta de soluciones fáciles a problemas complejos.

2- Asistimos a una crisis importante de la democracia liberal. Vamos a ver la fortaleza de nuestras instituciones, a ver cómo aguanta Montesquieu. El ser humano no se entiende sin diálogo. Alcanzar acuerdos es inherente a la acción política y no vamos a ningún lado desde el fundamentalismo, pero es difícil dialogar cuando alguien quiere romper la baraja o empieza la conversación por el final. Los acuerdos requieren ecuanimidad, empatía, paciencia y humildad; requieren reconocer errores propios en lugar de demonizar al contrario.

3- Tengo una concepción clásica de la política: el servicio temporal de los mejores a su país. Y ahora, salvo excepciones, estamos ante el gobierno de los mediocres, que no tienen alternativa. Soy más partidario de las listas abiertas, de ir y venir y de que la política se nutra de una sociedad civil pujante, fuerte, comprometida. Aparte de ejercer nuestro voto crítico al menos cada cuatro años, son muchas las formas de ejercer el pensamiento propio. El asociacionismo en España no goza de la salud que tiene en los países anglosajones, pero todos podemos hacer política desde los ámbitos en los que nos movemos.

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Manuel Marín, adjunto al director de ABC

1- La Transición fue el momento más relevante de nuestra historia reciente. Supuso concordia, reconocimiento político de la pluralidad, y la comprensión de que la democracia era el único camino que podía convertir a España en una relevante potencia económica, social y cultural. Así fue. Con sus virtudes y defectos, en España ha habido desde entonces alternancia política, solvencia económica y un grado de desarrollo del Estado del Bienestar jamás conocido hasta entonces. Se ha construido una España que debería estar muy orgullosa de sí misma… Sin embargo, y gracias a ese atávico afán de autodestrucción colectiva, no parece que sea así.

2- En España hay una fractura ideológica y social que debería hacernos reflexionar. España se está radicalizando a izquierda y derecha, la moderación parece haber dejado de cotizar, no hay acuerdos de Estado, y el constitucionalismo ha sido puesto en cuestión por un concepto abusivo de la partitocracia. Falta generosidad, falta un sentimiento de reacción colectiva, y el populismo avanza sin diques de contención. El revisionismo de nuestra historia, la ruptura de los consensos en cuestiones esenciales, y el alejamiento entre la izquierda y la derecha más moderadas contaminan la atmósfera política.

3- Hay una mayoría de ciudadanos sensatos, conscientes del valor que la Constitución ha aportado, pero incomprensiblemente se mantienen en silencio, como si no pudiesen cambiar las cosas. Conviene releer acerca de la espiral del silencio de Noelle-Neumann. Hay cuestiones esenciales que están por encima de esta dictadura de lo ideológico en la que nos hemos instalado. Puede ser conveniente activar una actualización de España, pero es incomprensible convertirla en un proyecto caduco, fragmentado y radicalizado.

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Ana Samboal, directora de La Lupa de TRECE

1- La evolución económica ha sido espectacular, la España de hoy es muchísimo más rica que la de hace cuatro décadas. Y, afortunadamente, aunque siempre aspiremos a más, se ha traducido en gran medida en bienestar social. Sin embargo, la censura de lo políticamente correcto ha coartado en gran medida la pluralidad. Y, en general, aunque hay excepciones sobresalientes, los ciudadanos son también más dependientes de la Administración. Pero lo más negativo de todo es la falta de respeto a la ley. Las reglas del juego pueden modificarse, pero es peligroso hacer trampas para sortearlas.

2- Incierto. La democracia española se ha hecho adulta y nos estamos preguntando qué queremos ser de mayores. Algunos se han sentido excluidos y quieren cambiar el modelo, otros se encuentran cómodos y piensan que solo hay que hacer pequeñas mejoras, otros son egoístas y quieren dinamitarlo para sacar tajada… Tras años de plácida y adormecedora calma, vivimos tiempos interesantes.

3- Aunque suene muy manido, la democracia no consiste en ir a votar una vez cada cuatro años para dar un cheque en blanco a unos señores que nos representan. Creo en la democracia representativa, pero también que los distintos colectivos, en función de sus convicciones y, por qué no, intereses, deben aportar al debate público sus opiniones, cuestionar el statu quo o las reformas que se plantean. Cada uno, desde nuestra propia vida personal y profesional, tenemos el derecho y creo que, hasta cierto punto, la obligación de aportar, cuestionar, decidir, construir. Pero la unión de voluntades siempre es más visible y más fuerte.