«La Iglesia necesita al Papa que el Señor le va a dar» - Alfa y Omega

«La Iglesia necesita al Papa que el Señor le va a dar»

«Una aportación probablemente única en la historia de los Papas, y no fácilmente superable por ningún otro en el futuro», ha dicho el cardenal Rouco del magisterio de Benedicto XVI. En su condición de Presidente de la Conferencia Episcopal Española, el arzobispo de Madrid ofreció una rueda de prensa, la tarde del lunes, en la que respondió a varias preguntas, como la de en qué situación queda Benedicto XVI, a partir del 28 de febrero, o cómo se imagina al nuevo Papa que ha de sucederle

Redacción
El cardenal Rouco, durante la rueda de prensa

El legado del Papa

«En estos casi ocho años de ministerio de Benedicto XVI como sucesor de Pedro, hay un aspecto extraordinariamente valioso y singularmente llamativo, que es el oficio de primer maestro de la fe en la Iglesia. Sus encíclicas son conocidas: Deus caritas estDios es amor–, Spe salvi [Salvados en esperanza] y la tercera, referida a la crisis que estamos padeciendo, del año 2009, Caritas in veritate (La caridad en la verdad). [Están también] las dos Exhortaciones post-sinodales Sacramentum caritatis [sobre la Eucaristía], y Verbum Domini, sobre la Palabra de Dios. Los grandes documentos de su magisterio han enriquecido de forma intelectualmente muy valiosa, espiritualmente muy fina y pastoralmente muy clarividente el magisterio pontificio del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Y [destacaría también] la forma tan transparente, tan cristalina, de ofrecer las grandes verdades de la fe y la gran visión cristiana del hombre y del mundo en los más distintos escenarios y a los más distintos públicos, tanto en momentos internos de la vida de la Iglesia, como en su relación con las organizaciones y las realidades culturales y sociales del mundo. Son una aportación probablemente única en la historia de los Papas, y no fácilmente superable por ningún otro en el futuro».

La situación de Benedicto XVI tras el 28 de febrero

«Desde el punto de vista teológico y canónico, no hay ningún aspecto que pueda provocar dudas especiales. Nadie tiene que aceptarle la renuncia a un Papa, porque no hay autoridad superior que se la pueda aceptar. El Código de Derecho Canónico prevé, en el canon 332, en su párrafo segundo, la renuncia del Papa. Para que la renuncia sea efectiva, basta con que lo haga libremente y que lo exprese formalmente de un modo público y verificable, como ha sido el caso esta mañana, en un consistorio ordinario del Colegio cardenalicio. [Cuando la renuncia se haga efectiva, a partir del 28 de febrero] queda como obispo; el sacramento del Orden no se pierde nunca. Cesa como obispo de Roma, que es Papa por la misma fuerza del oficio de obispo de Roma, sucesor de Pedro, por tanto sucesor del cabeza del Colegio apostólico».

Los tiempos cambian

«[Aunque hay precedentes de renuncias], los tiempos cambian, los ritmos de vida de las personas y de las sociedades, y también, por tanto, el ritmo de la vida de la Iglesia, que es vida también de personas, de realidades humanas, aunque la Iglesia no haya nacido de la voluntad de los hombres ni de la iniciativa de ningún grupo humano. Pero se compone, se configura, se trama y se entrelaza con las biografías y vidas de personas.

La Iglesia ha crecido mucho. La Iglesia no es católica sólo ya en el sentido de que, en su misión, hay una aspiración de catolicidad, sino que es una realidad sociológica, geográfica y humanamente universal. El cúmulo de labor y de trabajo que eso supone para el Papa, el pastor visible de la Iglesia universal, es evidentemente mucho mayor que en siglos pasados. También hay que darse cuenta de que un Papa, prácticamente hasta Pío XII, apenas salía de sus despachos, de su capilla privada, de su residencia en el Vaticano.

Pero a partir de Pío XII, y sobre todo de Juan Pablo II, el Papa no sólo gobierna desde un despacho, sino que se hace testigo directo mismo de la predicación, del anuncio del Evangelio. Y no sólo en la ciudad de Roma, sino que lo hace en todo el mundo. Y preside las grandes celebraciones litúrgicas de la Iglesia… El cúmulo de trabajo y de labor que pesa hoy sobre el sucesor de Pedro [es enorme]. Pío XII introduce como habituales las audiencias públicas, pero no llega a presidir las grandes celebraciones litúrgicas. Es Pablo VI quien inicia esa apertura de la forma, y en el modo de ejercer el ministerio de Papa. Y, sobre todo, Juan Pablo II… La verdad es que es muy duro. Sus ocho años de pontificado han significado para Benedicto XVI viajes nada menos que a Australia, a Cuba y a México, a Estados Unidos, a Brasil, varios viajes a Europa con días intensos de actuaciones públicas, de encuentros con personalidades, con grupos… Realmente es un récord. Comenzó su pontificado con 78 años. Puede uno imaginarse, o hacer una comparación con la tarea y el esfuerzo de una personalidad de la vida pública, en cualquiera de los ámbitos en los que ésta se desarrolla, nacional e internacional, y comparar su trabajo y su empeño a esa edad con la de Benedicto XVI, en los ocho años que han transcurrido desde su elección hasta hoy».

Benedicto XVI, durante una de sus visitas a España

Evolución del Papado en el siglo XX

«En la historia de los Papas, nunca se dan saltos llamativos. La historia de los Papas del siglo XX es muy rectilínea. Pío XII fue un Papa muy popular, dispuesto a salir, aunque no más allá de la Plaza de San Pedro. Eso fue in crescendo. El Beato Juan XXIII visitó Loreto, en un pontificado muy corto. Pablo VI hace los grandes viajes continentales y traslada las audiencias al Aula Pablo VI. Juan Pablo I sólo tuvo un mes de pontificado, pero iba en la misma línea, acentuando la sencillez en la forma de ejercer la enseñanza de la doctrina de la fe, muy catequético. Recuerdo la primera audiencia de Juan Pablo I, en la que tuve la gracia de estar presente como obispo auxiliar de Santiago: fue una catequesis con unos niños que llamó del público.

Juan Pablo II desbordó todos esos rasgos del ejercicio del pontificado con una personalidad, como era la suya, humana y espiritualmente absolutamente excepcional. Benedicto XVI ha continuado ese mismo estilo, poniendo un acento mayor, como se explica por su personalidad y por lo que había hecho toda su vida, en el ejercicio del magisterio, y de una forma muy cercana, muy transparente, literariamente incluso muy luminosa y muy cercana a los problemas del hombre y la sociedad de este tiempo; con mucho feeling con los jóvenes. Recuerdo que, al comienzo de su pontificado, algunos cardenales que lo conocíamos desde hacía tiempo nos preguntábamos cómo lo iba a hacer en los grandes acontecimientos, cómo iba a mover los brazos. Pero le ha salido perfectamente».

Ha cumplido con su deber

«Sin duda alguna es coherente con lo que él cree en conciencia que tiene que hacer. Mide bien las fuerzas, la tarea sigue siendo enorme, y él no puede volver a un estilo y forma de ejercer el ministerio papal como antes de León XIII. Estamos en el siglo XXI.

El Papa, yo creo que ha cumplido con su deber, según él lo ha entendido, delante de Dios. Los planes de los hombres e incluso del hombre que es Vicario de Cristo no son imprescindibles para el presente y futuro de la Iglesia».

¿Qué Papa necesita la Iglesia?

«La Iglesia necesita al Papa que el Señor le va a dar. Ése es el Papa que necesita la Iglesia. Es claro que no va a ser un Papa que vaya a estar en contra de lo esencial y lo fundamental del ejercicio del ministerio del sucesor de Pedro. En segundo lugar, evidentemente conectará con los pontificados anteriores. En la historia del pontificado, nunca hay saltos en el vacío. Incluso en los nombres: Pablo VI se distancia del nombre de Juan XXIII, pero luego viene un Papa que se llama Juan Pablo I y otro Juan Pablo II, expresando la intención de continuar el estilo, los modos de ejercer el ministerio de los Papas anteriores. Benedicto XVI dio un giro bastante llamativo, pero muy explicable, porque conectó con otro Papa del siglo XX, Benedicto XV, por motivos muy explicables: [el nombre enlazaba] con la tradición benedictina que él cultivaba tanto, y se centraba en un principio de concepción de la vida cristiana y de la Iglesia: que nada se puede preferir a Cristo, nada hay que pueda ser antepuesto a Cristo. El Papa también hizo alusión al papel que había jugado Benedicto XVI en la pacificación del mundo después de la Primera Guerra Mundial, o en la forma de ejercer el ministerio en los años durísimos, de 1914 a 1918, durante la Primera Guerra Mundial.

Lo que es imprescindible es que haya Papa, pero no éste o aquél. El que le suceda [a Benedicto XVI] ya acometerá las tareas que están pendientes, o los grandes objetivos. Hay uno que comunica y conecta los tres grandes pontificados que ha vivido la Iglesia después del Vaticano II, y si se quiere se puede incluso comenzar con el Beato Juan XXIII: la gran tarea de la evangelización en una situación de evolución y desarrollo de la Humanidad con unas características que han afectado profundamente a la experiencia de la fe, de un modo especial, atendiendo a aquellas áreas de raíces cristianas. Ese objetivo ha unido los pontificados desde Juan XXIII, y marcan lo que podría llamarse el ámbito de preocupación y de renovación permanente de la Iglesia. En medio está el Concilio Vaticano II, del que este año 2013 celebramos el 50 aniversario de su inicio».