«Hay que ayudar económicamente a la familia» - Alfa y Omega

«Hay que ayudar económicamente a la familia»

No es la ley que le gustaría a la Iglesia, «pero siempre será mejor un pequeño avance, que ninguno en absoluto», dice el cardenal Rouco sobre la reforma de la ley del aborto, cuyo texto aún se desconoce cuando tiene lugar esta entrevista, en la tarde del 13 de diciembre. A pocos días del séptimo Encuentro de Familias cristianas, el arzobispo de Madrid afirma que la fidelidad conyugal no es sólo posible, sino que es el secreto de la «plenitud en la vida»,y pide ayudas fiscales y económicas a las familias, para afrontar el problema de la caída de la natalidad

Redacción
El cardenal Rouco saluda a una familia participante en la celebración de la fiesta de la Sagrada Familia, del pasado año 2012

¿Por qué el lema La familia es un lugar privilegiado para el Encuentro de Familias Cristianas de este año?
Está tomado de unas palabras del Papa en la JMJ de Río: «¡Qué precioso es el valor de la familia como lugar privilegiado para transmitir la fe!». La familia es la célula básica de la sociedad y de la Iglesia. Todo lo que sea favorecer el valor de la familia, rodearla de apoyos jurídicos, sociales, culturales, económicos… equivale a responder a exigencias básicas del bien común. El hombre nace biológicamente cuando su madre le da a luz, pero como sujeto cultural, nace cuando, en la familia, alcanza la madurez cultural y espiritual de vida cristiana… Por tanto, la familia es imprescindible para el nacimiento, podríamos decir, físico, pero también para el nacimiento cultural, espiritual, psicológico… de la persona.

En la presentación del encuentro, el obispo de Alcalá de Henares, monseñor Reig Plà, decía que «nunca ha sido tan maltratada la familia natural por las leyes, en España, como ahora».
Se ha legislado de tal modo que a la familia se le ponen obstáculos en sus aspectos básicos; no se le facilita que crezca, que se desarrolle, que supere las dificultades que vienen por causas variadísimas… Las legislaciones europeas de estos años no son nada favorables al matrimonio y a la familia, y consiguientemente, no están favoreciendo el bien común. Ésa es la explicación a varios aspectos de las situación crítica de las sociedades europeas en este momento, y en primerísimo lugar, de la crisis demográfica. La familia surge como resultado de un amor entregado en el matrimonio, fiel, del cual resulta la vida. Esa experiencia humana profunda es básica y necesaria para que la sociedad se organice y viva con un mínimo de humanidad y de fraternidad, como nos ha recordado el Papa en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, del próximo 1 de enero. La fraternidad, que se vive y se aprende en la familia, es necesaria para la paz.

¿Qué impresión le produce lo que se va conociendo hasta ahora sobre el anteproyecto de ley del aborto? ¿Podemos conformarnos los católicos con eso?
No, en el sentido pleno del derecho a la vida, tal como lo conocemos por la razón, más si ésta se encuentra iluminada por la fe; pero siempre será mejor un paso adelante, que ninguno en absoluto. Estamos en Europa en la cultura del aborto, ya no sólo la «aceptación social del aborto», como decía Julián Marías; ahora es mucho más: es revertir el principio moral con respecto al derecho a la vida: ¡hay derecho al aborto! Hay elevación de la aceptación social para constituirla en derecho.

También decía monseñor Reig Plà que se percibe cierto cambio de ciclo en Europa con respecto a la familia y al derecho a la vida…
Yo creo que el problema demográfico se manifiesta con tal gravedad, que no se pueden cerrar los ojos ya ante las causas que lo provocan, y eso está produciendo un efecto de cambio de perspectiva con respecto a cómo hay que valorar cultural, social y jurídicamente el matrimonio y la familia para el futuro de Europa.

¿En España también percibe ese cambio?
Cuando hablas personalmente con los responsables políticos, sí… Ahora, un cambio de tratamiento socioeconómico y fiscal de la familia todavía está por ver. Pero si se establecieran aquí ayudas adecuadas a la natalidad, eso tendría un importante impacto positivo. Podría dar resultados relativamente pronto, así que ya podrían dedicarse más medios a la protección del matrimonio y de la familia. Es una vieja lección de política social, pendiente.

Recuerdo haber hablado con responsables políticos de uno y otro signo, y cuando se les pedía favorecer económicamente a la familia, con estadísticas en la mano, para acercarnos a las ayudas que existen en los demás países de Europa, siempre respondían lo mismo: «Es que no hay dinero». —«¡Pero hombre, para otras cosas, sí lo hay…!».

Son siete años ya de encuentros de familias. Mucha gente hace un gran sacrificio y recorre cientos de kilómetros, en unos días muy complicados, para poder estar en Madrid. ¿Qué valoración le merece esto?
En muchos lugares, me han dicho que agradecen que les convoquemos a un encuentro de familias cristianas de toda Europa, en el que se sienten acompañadas y experimentan que no están solas, que son muchas… Y me dicen que es una ayuda para vivir su propia vocación matrimonial y familiar con mayor gozo. También es importante que demos testimonio acerca de la verdad del matrimonio y de la familia, de su vitalidad dentro de la Iglesia, de su proyección renovadora y sanadora de la realidad social… Se trata de mostrar lo que supone para estas famislias la fuerza de la fe, y la propia Iglesia, que es el marco donde el encuentro con Cristo se hace posible.

Hoy se cuestiona incluso que la fidelidad conyugal sea posible…
¡Claro que es posible! Y en el fondo, sobre todo cuando uno va llegando al final de la vida, se da cuenta de que eso es lo que le ha proporcionado gozo y plenitud en la vida. El Papa Francisco habla frecuentemente de la cultura de la transitoriedad, que tanto daño hace a la familia. Pero esa percepción social negativa no es de ahora. Recuerdo, siendo sacerdote y estudiante en Munich, en un viaje en tren desde París a España, una conversación con un grupo de chicos suizos. Empezamos a habar del matrimonio, y decían que eso de la fidelidad es imposible. Yo simplemente les conté lo que había vivido en mi familia, con mis padres.