Rodríguez Olaizola: «La pluralidad de la Iglesia es contracultural» - Alfa y Omega

Rodríguez Olaizola: «La pluralidad de la Iglesia es contracultural»

En su nuevo libro, En tierra de todos (Sal Terrae), el jesuita José María Rodríguez Olaizola subraya que, ahora que muchos quieren levantar «trincheras», la comunidad eclesial ofrece «un tipo de pertenencia que, si se entiende bien, ni es exclusiva ni es excluyente»

Rodrigo Pinedo
Foto: Pablo Martín Ibáñez

—Leyendo las respuestas a sus mensajes de Twitter, parece que usted tiene auténticos groupies y también detractores. ¿Cómo explicamos a unos y a otros que el hecho de que Alfa y Omega le entreviste no significa que suscriba todo lo que dice?

—Diálogo es dar cabida a todo tipo de voces, no solo a aquellas con las que estás plenamente de acuerdo. Dialogar es hablar y escuchar, no es la suma de monólogos. Tenemos que contribuir todos a un discurso adulto en nuestra búsqueda compartida de respuestas.

Quien habla así es el jesuita y sociólogo José María Rodríguez Olaizola (Oviedo, 1970), autor de superventas como Bailar con la soledad –que ya ha superado la docena de ediciones– o Contemplaciones de papel. Ahora asalta de nuevo las librerías con En tierra de todos (Sal Terrae), en cuyas páginas aborda las actitudes de los creyentes hoy y el sentido de la Iglesia como comunidad.

El ensayo llega 15 años después de su primer libro, En tierra de nadie, en el que planteaba un triángulo con tres vértices: los militantes de la fe, que enarbolan la bandera de la tradición y se erigen en guardianes de las esencias; los activistas, que conciben la Iglesia casi como una ONG y rechazan la autoridad vertical, y los anticlericales. En este tiempo ha cambiado el mundo, con la irrupción de las redes sociales, por ejemplo. Ha cambiado la Iglesia, que «ha puesto sobre el tapete determinados temas». Y ha cambiado él mismo, ahora con «más perspectiva, más experiencia y menos miedo».

Si entonces planteaba «identidades muy tajantes», hoy tiene «la sensación de que lo que polariza son las actitudes» y por ello, aparte de recoger el cuestionamiento de la fe que hay en la sociedad, habla de una «fe líquida» y de una «fe rígida», que también pueden combinarse. Aquellos que incurren en la primera actitud, explica Olaizola a Alfa y Omega, «tienen una fe a la carta», sin exigencias, y obvian que la propuesta cristiana es la de «un ser humano integral». Los que incurren en la segunda «absolutizan» ciertas cuestiones sin «distinguir el dogma de lo que no lo es». «Hay católicos que de lo único que se acuerdan, cuando miran a Jesús, es de que un día se enfadó en el templo –lamenta– y eso los justifica para estar eternamente enfadados. Por cada escena de enfado, ¿cuántas hay de ternura, de misericordia, de acogida?».

No obstante, el jesuita cree que «la mayoría de los creyentes ni se entienden como alguien rígido o intransigente, ni tampoco pretenden tener una fe a medida», sino que simplemente quieren «seguir a Jesús en la Iglesia y en comunidad». Eso sí, en esa tierra de todos necesitan «respuestas para un montón de cuestiones que les remueven» bien por su propias vivencias, bien por las de sus seres queridos. Después de haber escuchado «reflexiones, preguntas, anhelos y peticiones a la Iglesia» de «muchísimas personas», Olaizola posa su mirada en las mujeres, las personas en situaciones irregulares, los homosexuales y los jóvenes, entre otros, a quienes, a su juicio, se está dando respuestas «insuficientes». Detalla «pasos que se van dando», sin pretender formular recetas ni sentar cátedra. «Lo que propongo es, en vez de estrechar la mirada y querer llegar al final de cada tema para el cual no tenemos respuestas, ensanchar la mirada y ver que la Iglesia es muchísimo más», asevera.

En un momento en el que muchos caen en «la tentación de construir trincheras», exigiendo «homogeneidad» y generando pertenencias que se tornan «excluyentes», el autor de En tierra de todos recuerda que «la realidad es poliédrica, es compleja, y las perspectivas son distintas», sin que eso signifique que «todo vale». La comunidad eclesial –valora– ofrece «un tipo de pertenencia que, si se entiende bien, ni es exclusiva ni es excluyente». «La gran riqueza de la Iglesia es la pluralidad en su seno. Y justo eso es lo que es contracultural hoy. ¡Qué abanico tan diverso de personas, de sensibilidades, de situaciones… y todos reunidos en torno a lo esencial!».

Además de ser una comunidad en la que vivir la fe –la única para hacerlo–, para el sociólogo la Iglesia es celebración, servicio y testimonio. La liturgia, asegura, «vincula la vida y el misterio». El Evangelio «nos pone cara a cara con un mundo herido y nos dice que hay que acariciar esas heridas». Y en un tiempo en el que Dios ha sido «desechado», la fe no puede quedar «reducida al ámbito privado, a una cuestión casi vergonzante por no molestar». En palabras de Olaizola hay que decir: «Yo creo, con todas mis dudas, con todas mis búsquedas», y así «despertar preguntas». Se trata de salir al mundo no pensando que «Jesús es de los míos», sino que «somos de los suyos». Al final, eso lo cambia todo.