«Dios toma partido por el hombre» - Alfa y Omega

«Dios toma partido por el hombre»

Había una gran expectación ante la primera Navidad del Papa Francisco en el Vaticano. Además de las grandes celebraciones litúrgicas, ha habido entrañables momentos, como los encuentros con niños, o con el Papa emérito, Benedicto XVI

Ricardo Benjumea
Felicitación del Papa Francisco a la Curia romana

«Dios se ha puesto de parte de los hombres, con su amor real y concreto». Así explicaba el Papa el sentido de la Navidad, en la última audiencia del año, el 18 de diciembre. «Dios ha querido compartir nuestra condición humana hasta el punto de llegar a ser uno con nosotros en la persona de Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre. Pero hay algo aún más sorprendente. La presencia de Dios en medio de la Humanidad no se ha realizado en un mundo ideal, idílico, sino en este mundo real, marcado por tantas cosas, buenas y malas, marcado por divisiones, maldad, pobreza, opresiones y guerras. Él ha elegido habitar nuestra Historia tal como es, con todo el peso de sus limitaciones y de sus dramas. Al hacerlo, ha demostrado de manera insuperable su inclinación misericordiosa y llena de amor por las criaturas humanas. Él es el Dios-con-nosotros; Jesús es Dios-con-nosotros. ¿Creéis esto? Pero, ¿hacemos juntos esta confesión? Jesús es Dios con nosotros. ¡Todos! ¡Jesús es Dios con nosotros! Otra vez: ¡Jesús es Dios con nosotros! Muy bien, ¡gracias! ¡Jesús es Dios con nosotros!», insistió el Papa. «Desde siempre y para siempre con nosotros en los sufrimientos y en los dolores de la Historia. El nacimiento de Jesús es la manifestación de que Dios toma partido por el hombre, para salvarnos, para levantarnos del polvo de nuestras miserias, de nuestras dificultades, de nuestros pecados».

Estas palabras eran el prólogo a una repleta agenda de actos, seguidos desde todo el mundo con gran expectación. Cerca de cien mil personas presenciaron el día de Navidad, la bendición urbi et orbi del Romano Pontífice en la Plaza de San Pedro. Francisco rezó por el fin de los conflictos en Siria, República Centroafricana, Sudán del Sur, Nigeria, Irak…, y pidió por que «los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa», dijo. El Papa no lo sabía, pero estaba poniendo fin a la huelga de hambre de un grupo de inmigrantes que, para denunciar el «trato inhumano» que estaban sufriendo en un Centro de Identificación y Expulsión, habían cosido su boca. Al oír las palabras de Francisco, se sintieron por fin escuchados.

El Papa, en el Hospital ‘Bambino Gesù’

Felicitación a la Curia

El Papa rompió con la práctica habitual de sus predecesores, y en su primera felicitación a la Curia romana como obispo de Roma, el sábado 21 de diciembre, en la Sala Clementina, no hizo el acostumbrado balance del año, sino que centró su discurso en las dos actitudes a su juicio necesarias para trabajar al servicio del Romano Pontífice y de la Iglesias universal en el Vaticano: profesionalidad y servicio. «Cuando no hay profesionalidad, lentamente se va resbalando hacia el área de la mediocridad», dijo. «Por otro lado, cuando la actitud no es de servicio a las Iglesias particulares y a sus obispos, crece entonces la estructura de la Curia como una pesada aduana burocrática, controladora e inquisidora, que no permite la acción del Espíritu Santo y el crecimiento del pueblo de Dios». En pleno proceso sobre la reforma de la Curia romana, no era difícil interpretar las intenciones tras las palabras de Francisco.

El Papa dio «un efusivo gracias» a sus colaboradores, en particular «a los que en este período terminan su servicio y se jubilan. Ya sabemos que nunca se jubilan como sacerdotes y obispos, pero sí del cargo, y es justo que sea así, también para dedicarse un poco más a la oración y la cura de almas, comenzando por la suya. Así pues –enfatizó–, un gracias especial, de corazón, a vosotros, queridos hermanos que dejáis la Curia, sobre todo a los que habéis trabajado aquí durante muchos años y con tanta dedicación, en lo escondido. Esto es verdaderamente digno de admiración. Admiro mucho a estos monseñores que siguen el modelo de los antiguos curiales, personas ejemplares… Pero también hoy los tenemos. Personas que trabajan con competencia, con rigor, con abnegación, desempeñando con esmero sus tareas de cada día».

Para concluir, a las cualidades de profesionalidad y servicio, Francisco añadió «la santidad de vida».

«Y quisiera decir –resaltó el Papa– que aquí, en la Curia romana, ha habido y hay santos».

«Santidad –dijo al respecto– significa vida inmersa en el Espíritu, apertura del corazón a Dios, oración constante, humildad profunda, caridad fraterna en las relaciones con los colegas. También significa apostolado, servicio pastoral discreto, fiel, ejercido con celo en contacto directo con el pueblo de Dios. Esto es indispensable para un sacerdote».

Pero, además, «la santidad en la Curia significa también hacer objeción de conciencia. Sí, objeción de conciencia a las habladurías», recalcó. «Nosotros insistimos mucho en el valor de la objeción de conciencia, y con razón, pero tal vez deberíamos ejercerla también para oponernos a una ley no escrita de nuestros ambientes, que por desgracia es la de las chácharas. Así pues, hagamos todos objeción de conciencia; y fijaos que no lo digo sólo desde un punto de vista moral. Porque las chácharas dañan la calidad de las personas, dañan la calidad del trabajo y del ambiente».

Con los niños de la Acción Católica

Con los niños

Uno de los momentos más emotivos de la Navidad del Papa fue la visita, en la tarde del sábado, al hospital infantil Bambino Gesù, propiedad de la Santa Sede, visita con la que renovó una tradición iniciada en 1958 por Juan XXIII. Un grupo de pequeños pacientes le recibió con una cesta llena de intenciones y dibujos, y un ramo de rosas blancas, en honor de santa Teresita –a la que el Santo Padre tiene gran devoción–, para que el Papa las depositase a los pies de la imagen de la Virgen, a la entrada del hospital. Francisco rezó con ellos el Avemaría, y les invitó a estar siempre cerca de Jesús: «Él conoce todo lo que hay en el fondo de nuestro corazón. Especialmente con vosotros, niños, Jesús tiene una relación especial».

El Papa llegó acompañado del Prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Gänswein, de su Secretario de Estado, monseñor Pietro Parolin, y del antecesor de éste, el cardenal Bertone. La visita duró cerca de tres horas. Francisco se tomó todo el tiempo necesario para visitar el hospital, y charlar con el personal sanitario, los pacientes y sus familiares. Una de las paradas fue en la unidad de terapia intensiva neonatal, donde son tratados 10 bebés con graves enfermedades. Francisco rezó con sus familias, y animó al personal médico a continuar con esa labor, aunque parezca a veces que los esfuerzos son inútiles: «No están perdiendo su tiempo, lo importante es sembrar».

El día anterior, viernes, el Pontífice tuvo un encuentro con niños de la Acción Católica Italiana. «¡El nacimiento de Jesús no es un cuento! Es una historia real, que sucedió en Belén hace dos mil años –les explicó–. La fe nos hace reconocer en ese Niño, nacido de la Virgen María, al verdadero Hijo de Dios, que por nosotros se hizo hombre. Y es en el rostro del pequeño Jesús que contemplamos el rostro de Dios, que no se revela en la fuerza o en el poder, sino en la debilidad y fragilidad de un recién nacido. Así es nuestro Dios; se acerca mucho, en un niño. Este niño muestra la fidelidad y la ternura del amor sin límites con el que Dios rodea a cada uno de nosotros. Por esta razón, hacemos una fiesta en Navidad, reviviendo la misma experiencia de los pastores de Belén. Junto a muchos papás y mamás que trabajan duro todos los días, afrontando muchos sacrificios, junto con los niños, los enfermos y los pobres, hacemos esta fiesta, porque es la fiesta del encuentro con Dios en Jesús».

El Santo Padre les preguntó a los niños si realmente eran conscientes de que Jesús les quiere mucho y quiere ser su amigo. «Si estáis convencidos de ello, seguramente sabréis transmitir la alegría de esta amistad por todas partes: en casa, en la iglesia, en la escuela, con los amigos… Y por los enemigos, rezad para que se acerquen a Jesús. Así sabréis dar testimonio con un comportamiento de verdaderos cristianos, dispuestos a echar una mano a los necesitados». Igual que diría al día siguiente a sus colaboradores en la Curia, pidió a los niños no juzgar ni hablar mal de nadie. «No son buena gente los que hablan mal de los demás», les dijo, «porque las habladurías no son cristianas».

El Santo Padre Francisco visita a Benedicto XVI, el 23 de diciembre

Con Benedicto XVI

Quizá la gran imagen para la Historia que deja esta primera Navidad del Papa es su foto con Benedicto XVI. El 19 de diciembre, la Santa Sede informó de que Francisco había llamado a su predecesor para felicitarle la Navidad, y el lunes 23 le visitó personalmente en el monasterio Mater Ecclesiae. Ambos se dirigieron a la capilla a rezar, y charlaron después durante una media hora. El Papa, acompañado de monseñor Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y secretario personal de Benedicto XVI, felicitó la Navidad a las Memores Domini, laicas consagradas del movimiento Comunión y Liberación, que asisten al Papa emérito. Al despedirse de su predecesor, el Papa le pidió que rezara por él, a lo que Benedicto XVI respondió: «Siempre, siempre, siempre». La noticia no había trascendido aún, pero ambos habían quedado en verse sólo unos días más tarde. El viernes 27, el Papa emérito devolvió la visita a Francisco. En una de sus rarísimas salidas del Mater Ecclesiae, comió con él en la Casa de Santa Marta.

No ha acompañado esta Navidad a Benedicto XVI su antiguo segundo secretario y actual secretario de Francisco, monseñor Alfred Xuereb. En declaraciones a la revista Credere, el prelado maltés ha recordado su primera Navidad con Joseph Ratzinger: «Nos reunimos todos alrededor del árbol de Navidad, con velas encendidas, como es costumbre en Alemania, y cantamos canciones de Navidad en alemán, latín y en italiano. En cierto momento, el Papa se vuelve hacia mí y me dice: ¿Conoce usted alguna canción en maltés? Después de la cena, mientras esperábamos la hora de la Misa, volvimos a reunimos alrededor del árbol iluminado, y el Papa leyó el pasaje evangélico de la Natividad».

El Papa besa la imagen del Niño, en el gesto de adoración, al final de la Misa del Gallo

isa del Gallo, en el Vaticano

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande». Con esta profecía de Isaías, proclamada en la primera lectura, inició el Papa su breve y bella homilía en la Misa del Gallo, que dio comienzo en la basílica vaticana a las 21:30 h. en el día de Nochebuena. Cerca de 70 televisiones y radios retransmitieron la Misa en directo, una muestra de la gran expectación ante la primera Navidad del Papa Francisco.

La profecía de Isaías –explicó el Papa– «no deja de conmovernos… No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver».

Desde Abraham, «nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida», prosiguió. «El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. Dios es luz sin tiniebla alguna (1 Jn 1, 5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante».

«También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras», añadió el Papa. «Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol san Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos (1 Jn 2, 11)».

Pero en la Nochebuena celebramos que «ha aparecido en el mundo» Jesús. «Ha venido a nuestra Historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la Historia que ha puesto su tienda entre nosotros».

El obispo de Roma recordó que «los pastores fueron los primeros que vieron esta tienda, que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Con ellos, nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad:

Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil».

«Que en esta Noche –concluyó el Papa– compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: No temáis (Lc 2, 10). Y también yo os repito: No temáis. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz. Amén».

Miles de fieles saludaron con aplausos, en la tarde del día 24, la inauguración del belén napolitano instalado este año en la Plaza de San Pedro. Presidió el acto el cardenal Comastri, Vicario General del Papa para la Ciudad del Vaticano, que también iluminó la tradicional ‘Luz de la paz’ en los apartamentos pontificios

Belén y el Calvario

Tras el día de Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de San Esteban. «En el clima alegre de la Navidad, esta conmemoración podría parecer fuera de lugar», dijo el Papa, durante el rezo del ángelus del día 26. «La Navidad, en efecto, es la fiesta de la vida y nos infunde sentimientos de serenidad y paz; ¿por qué turbar el encanto con el recuerdo de una violencia tan atroz?», se preguntó. «En realidad, en la óptica de la fe, la fiesta de San Esteban está en plena sintonía con el significado profundo de la Navidad. En el martirio, de hecho, la violencia es vencida por el amor, la muerte por la vida. La Iglesia ve en el sacrificio de los mártires su nacimiento al cielo. Celebramos hoy, pues, el nacimiento de Esteban, que en profundidad brota de la Navidad de Cristo. ¡Jesús transforma la muerte de cuantos lo aman en aurora de vida nueva!».

Pero, además, «la memoria del primer mártir» sirve para «disolver una falsa imagen de la Navidad: ¡la imagen dulce y de fábula, que no existe en el Evangelio! La liturgia nos reconduce al sentido auténtico de la Encarnación, uniendo Belén al Calvario y recordándonos que la salvación divina implica la lucha contra el pecado, pasa a través de la puerta estrecha de la Cruz. Éste es el camino que Jesús indicó claramente a sus discípulos, como afirma el Evangelio de hoy: Vosotros seréis odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará (Mt 10, 22)».