Vinieron a devolvernos la fe - Alfa y Omega

Vinieron a devolvernos la fe

56 sacerdotes de Colombia están a punto de regresar a su país, tras pasar tres años echando una mano en la archidiócesis de Zaragoza, atendiendo cada uno un promedio de ocho parroquias. Ha sido un trabajo muy duro, dice uno de ellos. «Suena irónico que aquellos que nos dieron la fe, la hayan dejado dormitar»

Cristina Sánchez Aguilar
El padre Luis Ricardo, en la procesión del ‘Corpus Christi’, en uno de los pueblos

El sacerdote don Luis Ricardo Martínez llegó hace tres años a la localidad turolense de Valderrobres. Acostumbrado a recorrer, en su Colombia natal, más de 40 veredas con cerca de 50 familias en casas esparcidas por el campo, no se alarmó mucho cuando el arzobispo de Zaragoza, monseñor Manuel Ureña –la zona de Valderrobres la administra dicha diócesis– le encargó, junto con otro sacerdote, el cuidado de las parroquias de ocho pueblos de la provincia. Recorrer distancias, a diario en la carretera, no le asustó. Lo que sí le chocó fue «la falta de sacerdotes, la fe tan debilitada de los fieles, y el resentimiento de la población hacia la Iglesia, traspasada de generación en generación por las secuelas de la Guerra Civil», explica el sacerdote.

Aunque en la archidiócesis de Zaragoza hay, ahora, 56 sacerdotes colombianos, no fue fácil su venida: «Mi obispo, en la arquidiócesis de Manizales, me dio el permiso, pero sólo para tres años. Porque, aunque cada año se ordenan 9 ó 10 sacerdotes nuevos, el obispo tiene miedo de que nos queramos quedar aquí, porque encontremos el sueño europeo». Un sueño que, al despertar, se convirtió en «Misas a diario con apenas cuatro mujeres; vecinos que, cuando llegué, ni me saludaban, ni me abrían las puertas de su casa para visitar a los enfermos».

Pero, tres años después –a don Luis Ricardo le queda poco para volver a Colombia– «lo más importante ha sido dar testimonio de mi fe, estar con la gente, compartir mi vida con ellos, escucharlos y no juzgarlos. Yo no vine a cambiar ni a imponer nada, sólo a dar testimonio». Y aunque reconoce que «ha sido duro», porque «la evangelización en Colombia es ahora muy fresca y aquí es como empezar de cero», gracias a «la Palabra y la oración de cada día, he podido aportar la alegría a pesar de la dificultad», y ahora «la gente me pide que no me vaya».

Toca reevangelizar Europa

Ya lo decía el cardenal Filoni, en el IV Congreso Misionero Americano y IX Congreso Misionero Latinoamericano, celebrado a fines de noviembre, en Venezuela: «La América misionera está llena de entusiasmo, valentía y creatividad, y se lanza a compartir su fe». Y aunque «sigue necesitando misioneros y recursos económicos, continúa siendo fiel a la declaración, que hizo en Puebla, de dar desde su pobreza y desde la alegría de su fe». Así lo hace el padre Luis Ricardo. Y como él, el sacerdote don Jorge Alberto Gómez, que desde Colombia ha llegado a la localidad de Aliaga, en Teruel. En su diócesis de Jericó-Antioquia, había un gran número de curas, y el obispo de la diócesis de Teruel y Albarracín, monseñor Carlos Escribano, solicitó tres sacerdotes para que, durante su estancia en España, pudieran estudiar y atender a las parroquias.

Para el padre Jorge, estar aquí «es devolver a nuestra madre patria la fe que nos legó. El Papa Juan Pablo II llamaba a América el continente de la esperanza, y es cierto que llegó nuestra hora de reevangelizar Europa». Aunque, reconoce, «suena irónico que aquellos que nos dieron la fe, la hayan dejado dormitar». Y pone ejemplos como «niños que vienen a prepararse a la Primera Comunión y no saben persignarse, ni rezar el Padrenuestro»; o «aquellos que vienen a la Iglesia por tradición, por folclore –la Semana Santa me sorprendió muchísimo–, por un protocolo bautismal, matrimonial o exequial», y que tanto hacen sufrir a sus padres y abuelos, «con una fe muy viva, que se preguntan dónde va a parar este mundo con tanta gente que ha dado de lado a Dios». Ellos, «y la gracia de Cristo, son los que me animan a seguir adelante, porque no es fácil trabajar donde hay tanta indiferencia».

Para ayudar a sacerdotes como Jorge y Luis Ricardo, las Comisiones del Clero, Migraciones y Misiones de la Conferencia Episcopal Española organizaron a finales de octubre, por primera vez, un curso para sacerdotes extranjeros con misión pastoral, para facilitar su inmersión en la realidad social y eclesial. El curso ha sido un éxito y se prevé darlo en las diócesis, porque, como señaló en una de las ponencias don José Luis Pinilla, secretario de la Comisión episcopal de Migraciones, «tener sacerdotes extranjeros en España es una riqueza para el trabajo pastoral».

Sin sacerdotes, no hay Eucaristía

Es un hecho la presencia de sacerdotes procedentes de Iglesias jóvenes y pujantes en nuestras diócesis europeas, Iglesias éstas de antigua evangelización, en un tiempo llenas de vida, con gran impulso evangelizador, pero, hoy, debilitadas por el impacto del relativismo nihilista, que niega a priori toda forma de ejercicio de la razón cosmovisiva y del lógos religioso, y que influye en el repliegue del hombre sobre sí mismo y en la ausencia de apertura a lo trascendente, a Dios. Una de las consecuencias de este estado del espíritu es la escasez de vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal. Y, sin embargo, necesitamos sacerdotes, pues sin ellos no hay Eucaristía; y sin Eucaristía no hay Iglesia. Los sacerdotes que vienen de fuera aportan a nuestras diócesis su sacerdocio ministerial, cuyo ejercicio es necesario para que sigamos siendo verdadera Iglesia de Cristo.

+ Manuel Ureña Pastor
Arzobispo de Zaragoza