¿Sólo una cuestión étnica? - Alfa y Omega

¿Sólo una cuestión étnica?

Muchos hablan ya de guerra civil en Sudán del Sur, la nación más joven del planeta. Después de 41 años de enfrentamientos entre el régimen islamista del norte y la población del sur, en su mayoría cristiana, una lucha de poder entre el Presidente Salva Kiir y su ex Vicepresidente Machar ha dado lugar a violentos enfrentamientos que se han cobrado más de un millar de vidas

Javier Fariñas Martín
Soldados del ejército leal a Salva Kiir, caminan por tiendas saqueadas en la localidad de Bor

El país más joven del mundo va zigzagueando a ambos lados de la línea que delimita el estado de guerra civil. Dos años y medio después de su independencia de Sudán, a los sursudaneses les sobran los egocentrismos políticos que encienden intereses tribales larvados –o acentuados– durante el largo y doloroso proceso de secesión de los vecinos del norte. Ahora que están viviendo la cruz de la moneda, dependen de la pericia y, sobre todo, de la grandeza de miras del Presidente del país, Salva Kiir, y del que fuera su Vicepresidente hasta el pasado verano, Riek Machar, para solucionar un conflicto que ha dejado ya miles de muertos y más de 100.000 desplazados.

El conflicto tiene su origen el pasado 15 de diciembre, cuando el Presidente Kiir acusó al que fue su segundo en el Gobierno de protagonizar un golpe de Estado del que se han conocido pocos detalles con precisión. Desde entonces, las hostilidades entre el ejército fiel a Kiir, y los militares proclives a Machar se han multiplicado por todo el país. El origen dinka del Presidente, y la pertenencia nuer de su oponente, han servido para que buena parte de los asesinatos, las víctimas y los desplazados hayan sido atribuidos a la existencia de un conflicto tribal. Allí donde las huestes de Machar han avanzado, numerosos dinka han sufrido las represalias. Mientras, en los bastiones progubernamentales, los nuer han sido los que en mayor medida han sufrido el acoso de las tropas fieles a Kiir.

Sin embargo, reducir el conflicto a un enfrentamiento por causas étnicas es una simplificación que puede esconder la encarnizada lucha política que Kiir y Machar están jugando desde hace meses. Cuando este último decidió que encabezaría una candidatura alternativa para las elecciones presidenciales de 2015 –las primeras democráticas que celebrará la joven nación–, el Presidente Salva Kiir lo sacó del escaparate del Ejecutivo, y el 23 de julio –a través de un decreto– fulminó al que hasta entonces era su Vicepresidente. Con esta crisis de Gobierno, el Presidente trató de responder al descontento de la sociedad sursudanesa, que había manifestado en la calle su malestar por la crisis económica del país, así como por la expansión de la corrupción. Machar, que podía aprovecharse del desencanto ciudadano, vio así frustrada de golpe su carrera.

Un soldado del ejército sudanés, preparado para sofocar a los rebeldes de Machar

En esta línea de desacreditar a su principal adversario político, algunos analistas encuadran la denuncia por parte del Presidente Kiir del golpe de Estado del pasado 15 de diciembre, que no ha sido cabalmente clarificado, pero que se ha convertido en la chispa que ha colocado a la nación más joven del planeta a tan sólo unos pasos del primer conflicto fratricida de su incipiente historia.

Y junto a ello, está la producción y el suministro de petróleo -suponen cerca del 98 por ciento de los ingresos del país-, que podrían estar severamente comprometidos si las aguas no se calman. De momento, en una reciente entrevista al Sudan Tribune, Riek Machar señaló que las fuerzas rebeldes «desviarán los ingresos por el crudo extraídos de los pozos petrolíferos (de las zonas controladas por ellos) e interrumpirán el flujo económico hacia Juba (capital de Sudán del Sur)».

Los sursudaneses, desesperados

La Iglesia en la República de Sudán (país del que se independizó en julio de 2011 Sudán del Sur) se prepara para recibir a los miles de sursudaneses que podrían refugiarse en este país a causa del conflicto. Y lo hace no sin obstáculos, ya que el Gobierno islamista del norte no ve con buenos ojos la presencia de misioneros tras la emigración de los cristianos al sur para construir una incipiente nación, de mayoría cristiana y animista. Pero, aun con trabas, la Iglesia se mantiene firme en el norte. Allí permanece el misionero español Jorge Naranjo, comboniano, que desde Jartum, la capital, explica a este semanario la desesperanza que invade a los cristianos en Sudán del Sur: «Regresaron a su tierra, después de 41 años de guerras civiles, para formar un nuevo país, y se encuentran con este paso atrás. Esto genera mucha desesperación».

Según el misionero español, el conflicto en Sudán del Sur ha surgido por el «sentimiento de desplazamiento que tenían los habitantes sursudaneses que no son de la tribu dinka, la mayoritaria del país». Una de las mayores heridas para los nuer, la segunda tribu más numerosa, fue «cuando se formó el comité para la elaboración de la Constitución, donde la mayoría de los participantes era dinka». Pero lo que sí asegura el padre Naranjo es que «el conflicto no es de carácter tribal, aunque se aprovechen las asperezas entre tribus. El ex Vicepresidente Machar quiere el poder, y utiliza el malestar entre etnias para ganar adeptos».

La solución a largo plazo, recalca el misionero, es que Sudán del Sur «sustituya a la actual clase dirigente, formada por exmilitares, por otra con formación política». A corto plazo, hay numerosas potencias a las que no interesa esta guerra, como Estados Unidos, Uganda, Kenia, China o Etiopía «que intentan que Kiir y Machar se sienten a dialogar».

El conflicto sursudanés también supone «un golpe para la relación entre ambas naciones», que ya iban empezando por fin a confiar la una en la otra. De hecho, en la última reforma del Gobierno sursudanés, Salva Kiir había buscado a personas que tuvieran una mente abierta en relación con el norte, y se había llegado a una serie de acuerdos con respecto a la distribución de petróleo. Pero los enfrentamientos en el sur han provocado que, por ejemplo, en el norte lleven cinco días sin gasolina después de que los rebeldes afines a Machar tomasen la capital de la mayor región petrolífera del sur, cuenta el misionero.

Cristina Sánchez Aguilar