Un escenario esperado desde hace 1.000 años - Alfa y Omega

Un escenario esperado desde hace 1.000 años

Del 18 al 25 de enero, millones de creyentes en Cristo de las diferentes comunidades cristianas rezarán para que sus divisiones puedan superarse, con ocasión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que en este año lleva por lema una pregunta planteada por san Pablo: ¿Es que Cristo está dividido? De fondo, el posible acercamiento histórico entre el Patriarca ortodoxo de Moscú y el Papa, y las propias divisiones entre los ortodoxos, que amenazan la deseada unidad en torno al primado del obispo de Roma

Jesús Colina. Roma
Abrazo entre el Papa Francisco y Bartolomé I, Patriarca Ecuménico de Constantinopla, ortodoxo, en marzo de 2013

Uno de los escándalos más grandes de la historia del cristianismo son los cismas, que en sus dos mil años de Historia han dado origen a la división entre las diferentes confesiones cristianas. El más importante fue el Gran Cisma, que hace casi mil años, en 1054, llevó a las excomuniones mutuas entre el Patriarca ecuménico de Constantinopla y el Papa, formalizando la división entre católicos y ortodoxos.

El Gran Cisma surgió por diferentes divergencias entre las Iglesias de Oriente y Roma, sobre la manera de ejercer la autoridad espiritual del obispo de Roma y sucesor de san Pedro. De hecho, entre católicos y ortodoxos no hay diferencias teológicas capaces de justificar la división. Por eso, en estos momentos, ortodoxos y católicos están trabajando para tratar de superar este cisma afrontando precisamente su causa: el primado del Papa.

Jerusalén: etapa histórica

Para lograr este objetivo hay una etapa que podría ser histórica. El Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé, se han dado cita en Jerusalén, con motivo de la peregrinación que el obispo de Roma realizará a Tierra Santa del 24 al 26 de mayo, para revivir el abrazo que en la Ciudad Santa se intercambiaron sus predecesores hace 50 años, Pablo VI y el Patriarca Atenágoras.

En aquella ocasión, los dos máximos representantes del catolicismo y de la ortodoxia levantaron las mutuas excomuniones que habían dado origen al Gran Cisma. Aquel gesto supuso una especie de liberación psicológica para promover momentos de encuentro y diálogo, con el objetivo de superar las divisiones, pero los motivos de la división siguieron en pie.

Sacerdote ortodoxo, en una iglesia de San Petersburgo

¿Cuál es el papel del Obispo de Roma?

En estos cincuenta años, el diálogo en búsqueda de la unidad o diálogo ecuménico entre católicos y ortodoxos ha experimentado avances y retrocesos, pero al final se vuelve siempre a la misma pregunta: ¿cuál es el papel del obispo de Roma?

Consciente de la importancia decisiva de esta cuestión, el Papa Juan Pablo II, en su encíclica sobre «el empeño ecuménico», Ut unum sint (Que sean uno), de 1995, propuso «encontrar una forma de ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su misión, se abra a una situación nueva». Y recordaba que, si durante mil años católicos y ortodoxos vivieron unidos, es posible volver a aquella «comunión fraterna de fe y vida sacramental», en la que «la Sede romana, con el consentimiento común, moderaba cuando surgían disensiones entre ellas en materia de fe o de disciplina».

Con el objetivo de superar las divisiones, la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas han creado una Comisión Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica romana y la Iglesia ortodoxa, que mantiene reuniones y redacta documentos para que sirvan de base al entendimiento.

Después de haber tocado varios temas periféricos en años pasados, esta Comisión ha decidido coger el toro por los cuernos y afrontar de lleno el tema que ha causado la división: el primado. El primado del obispo de Roma, el sucesor del apóstol Pedro, así como el papel del primado en general, es decir, el del ejercicio de la autoridad en la Iglesia.

La división ortodoxa

Ravenna, la capilla sixtina italiana de los mosaicos, de tradición bizantina, albergó, en octubre de 2007, un encuentro de los obispos y teólogos que forman parte de la Comisión, en el que se logró un paso histórico: un documento en el que, finalmente, católicos y ortodoxos utilizan un mismo lenguaje para plantear la cuestión del primado.

El texto dice que «el obispo de Roma es el protos [primero] entre los Patriarcas» y explicaba que, en los concilios, el Papa desempeña este papel de manera activa, con el consenso de la asamblea de los obispos. El texto explicaba que quedaba por lograr un acuerdo sobre la interpretación de las fuentes históricas del primer milenio sobre la manera en que el obispo de Roma ejercía este primado.

Aquel documento fue aprobado por todas las Iglesias ortodoxas con una excepción: la Iglesia Ortodoxa Rusa, que es también la que cuenta con el mayor número de fieles en la ortodoxia. Los representantes de la Iglesia Ortodoxa Rusa abandonaron la reunión, pues no reconocieron el primado del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, que según la tradición es reconocido como primus inter pares entre las Iglesias ortodoxas.

Las diferencias y polémicas sobre cuestiones de gobierno entre el Patriarca de Constantinopla y el Patriarca de Moscú se han convertido, de hecho, en estos años, en el mayor impedimento para lograr un acuerdo entre católicos y ortodoxos, pues éstos últimos han dejado de hablar con una sola voz, manteniendo dos posiciones divergentes.

Fieles ortodoxos, durante la celebración de la Epifanía, en la catedral ortodoxa de Moscú

Moscú frente a Constantonipla

El culmen de la polémica entre Moscú y Constantinopla, hoy Estambul, se ha vivido en estas semanas. En plena Navidad católica, el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa publicaba un documento en el que, contra las posiciones de Ravenna, rechaza reconocer todo tipo de autoridad al obispo de Roma, con excepción de títulos honoríficos, en la Iglesia universal.

El Patriarcado Ecuménico de Constantinopla ha respondido con una declaración, escrita por uno de sus más grandes teólogos, en la que afirma que «la Iglesia de Rusia parece escoger una vez más su aislamiento, ya sea del diálogo teológico con la Iglesia católica como con la comunión de las Iglesias ortodoxas».

El texto considera que la oposición del Patriarcado ruso al diálogo con Roma no se debe tanto a cuestiones teológicas de fondo, sino que más bien constituye un desafío abierto al primado del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla dentro del mundo ortodoxo.

Para tratar de superar estas divisiones, el Patriarca de Constantinopla ha convocado, para el 9 de marzo próximo, a los primados de las Iglesias ortodoxas en una reunión, que debería preparar el gran concilio de la Iglesia Ortodoxa, una asamblea que en el pasado ha encontrado mil dificultades para ser convocada.

Una gran esperanza

La gran dificultad consiste en que el Patriarcado Ortodoxo Ruso no tiene la dignidad histórica de los Patriarcados ortodoxos históricos (Constantinopla, Jerusalén, Alejandría, Antioquía), pues esta Iglesia cuenta sólo con un milenio de vida. Ahora bien, hoy día, la Iglesia Ortodoxa Rusa cuenta con el mayor número de fieles y recursos, pero no tiene una dignidad equivalente en el seno de la ortodoxia.

La división interna a la Iglesias ortodoxas se ha convertido de este modo en el principal obstáculo para superar el cisma de hace mil años. Las Iglesias ortodoxas ven con gran esperanza el pontificado del Papa Francisco, quien suele presentarse como obispo de Roma, papel que obviamente le reconocen todos.

De este modo, el abrazo que el Papa y el Patriarca de Constantinopla se intercambiarán en Jerusalén en el mes de mayo tendrá consecuencias concretas para el camino de la unidad entre católicos y ortodoxos, en la medida en que los ortodoxos sean capaces de superar previamente sus divisiones. Y millones de cristianos rezarán en esta semana para que estas divisiones puedan encontrar caminos de superación.