Esperanza y fortaleza de una Iglesia amazónica que no se rinde - Alfa y Omega

Esperanza y fortaleza de una Iglesia amazónica que no se rinde

El obispo de la región amazónica de Puyo, en Ecuador, analiza en este artículo la exhortación postsinodal de Francisco, Querida Amazonia. «Damos gracias a Dios por la valentía del Papa Francisco que, ante la adversidad, nos ayuda a estar por encima de lo secundario e ir a lo esencial. Esos sueños, que son sus deseos y los nuestros, nos toca hacerlos realidad siendo coherentes con lo que vivimos»

Rafael Cob
Foto: Rafael Cob

Llegó la esperada exhortación postsinodal del Papa Francisco el 12 de febrero, aniversario del descubrimiento del río Amazonas. No podía ser otro día más apropiado para Ecuador, día en el que recordamos aquella gesta de Francisco de Orellana en la que salió de la ciudad de Quito y llegó al río al que dio el nombre de Amazonas.

Después de tantos embates y borrascas, parece que vuelve la calma para los que no pudieron apagar el fuego del Espíritu que sopló con fuerza en el aula sinodal. Y surgieron los sueños que soñamos juntos, para juntos, en forma sinodal, compartirlos y juntos hacerlos realidad. Los sueños que nacen en el corazón de los pueblos amazónicos no se pueden olvidar, menos cuando nacen con el amor, con tanto amor como el expresado por el Papa en el título de su exhortación postsinodal: Querida Amazonia. Estas palabras salen de un corazón paternal que ama a la Amazonia y defiende a los que trabajan por la justicia de los pueblos que viven en ella.

Querida Amazonia huele a cariño y respeto, a inyectar esperanza y optimismo a pesar de los reveses que podamos encontrar en el camino. Francisco no busca polémica ni enfrentamiento, es hombre de paz y prudencia, pastor con olor a oveja, profeta del anuncio y la denuncia, que guía con mano firme el timón de la barca de Pedro. La esperanza amazónica y el sentir de los pueblos originarios que vieron a la Iglesia como su amiga y aliada nunca se lo podrán quitar. Ahí quedó para la historia de la Iglesia, un sínodo que ha marcado huella profunda en nuestra querida tierra.

Aún están calientes las palabras que el Papa nos dijo en el aula sinodal, palabras proféticas de lo que vendría después. «Yo les pediría un favor; que en la difusión del documento final se detengan, sobre todo, en los diagnósticos, que es la parte realmente donde el sínodo se expresó mejor. Diagnóstico cultural, social, pastoral y ecológico, porque la sociedad tiene que hacerse cargo de esto».

El peligro puede ser que se entretengan a ver que decidieron en esta cuestión disciplinar o qué decidieron en otra; en pequeñas cosas disciplinares, que tienen su trascendencia pero que no harían el bien que tiene que hacer el sínodo.

Damos gracias a Dios por la valentía del Papa Francisco que, ante la adversidad, nos ayuda a estar por encima de lo secundario e ir a lo esencial, lo que comparte ahora en su carta postsinodal. Esos sueños, que son sus deseos y los nuestros, nos toca hacerlos realidad siendo coherentes con lo que vivimos. No caeremos en la tentación y en la trampa de aquellos que desean desviar nuestra vista de las grandes cosas que trató este sínodo amazónico, y que ya la encíclica Laudato si adelantó.

Los sueños concretos

Echamos una mirada a la realidad de la tierra y de los pueblos de esta región y vemos que la lucha por el medio ambiente tiene un precio muy alto, en el que se juega con vidas humanas. Ante la economía poderosa que corrompe las conciencias, que da paso a la deforestación y a la explotación, dejando un rastro de muerte y queriendo hacer callar la verdad, la voz de los pobres resuena más fuerte que la del dinero de los poderosos que se creen dueños de la tierra. Por ello, el Papa nos recuerda que son necesarias las redes de solidaridad y desarrollo, y llama al compromiso de todos. Espera que en la Amazonia prevalezca como medio el diálogo social con los últimos y los más pobres; exige que se les escuche y no se ceda al nuevo colonialismo.

El sueño cultural de la Amazonia se centra en la diversidad de las culturas de los pueblos que viven en ella, con sus lenguas y costumbres; es de un valor muy grande que no podemos perder. La visión consumista occidental tiende a homogeneizar las culturas y esto está repercutiendo grandemente en los jóvenes. Es urgente cuidar las raíces y luchar contra la colonización posmoderna, recuperar la memoria dañada.

El sueño ecológico implica unir el cuidado del ambiente y el de las personas; entre el hombre y la tierra hay una relación inseparable. El Papa recordará que la primera ecología es el cuidado de los hermanos.

Finalmente está el sueño eclesial, desarrollar una Iglesia con rostro amazónico. El Papa lo ha dejado en cuarto lugar, el último de sus sueños. Este sueño tiene como objetivo primero hacer una Iglesia que sea misionera, que salga anunciar.

Los sacramentos deben ser accesibles a todos, dice el Papa, y especialmente a los pobres. Debe garantizarse una mayor frecuencia de la celebración de la Eucaristía, que es lo más especifico del sacerdote. ¿Cómo entonces asegurar ese ministerio sacerdotal en las áreas remotas? El Papa exhorta a todos los obispos, en especial a los de Latinoamérica, a enviar sacerdotes a la Amazonia e invita a revisar su formación.

La Querida Amazonia del Papa Francisco no se olvida de que ha llegado la hora de los laicos , y que ellos deben asumir el protagonismo en la Iglesia, recordando las pequeñas comunidades eclesiales de base y la actividad de la REPAM, además de a los equipos misioneros itinerantes, que han tenido en la preparación y desarrollo del sínodo, un papel especialísimo, un trabajo denodado e intenso que debe seguir.

No puede faltar en esta Iglesia amazónica la tarea de los consagrados, con un papel predominante en la evangelización. Desde el inicio de la evangelización estuvieron en vanguardia y llegaron a donde nadie quiso llegar.

Termina el Papa manifestando que hay que dejarse desafiar por la Amazonia y encontrar espacios para conversar y actuar juntos en favor de los pobres de la Amazonia. Días vendrán en los que las semillas sembradas en este sínodo den abundantes frutos para la Iglesia; hagámoslas fructificar, guiados por un espíritu sinodal.