El hambre no conoce fronteras - Alfa y Omega

El hambre no conoce fronteras

Este 2014 se celebra el primer centenario de la Jornada de Migraciones, en un contexto en el que las políticas migratorias de los países desarrollados cada vez son más restrictivas. Aumentan las fronteras, a veces visibles, como las vallas cortantes de Ceuta y Melilla, y a veces invisibles, como las separaciones familiares que provocan las deportaciones masivas en Estados Unidos. La Iglesia trabaja, desde hace más de 100 años, para eliminar esas fronteras

Cristina Sánchez Aguilar

El próximo domingo, 19 de enero, se celebra la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, que cumple cien años desde que el Papa Benedicto XV la instaurase en 1914. Un centenario en el que la Iglesia ha estado «al servicio de los emigrantes y refugiados», tal y como afirman los obispos de la Comisión episcopal de Migraciones en su Mensaje para este día: «Queremos seguir compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo». Para conmemorar estos cien años, la Conferencia Episcopal Española ha puesto en marcha la campaña Ha100do un mundo mejor, con la que se ha alentado a las diócesis a celebrar de modo especial este día, y que ha puesto a disposición de los internautas un video para su difusión viral en redes sociales. El video, titulado Un sólo corazón –que puede verse en www.conferenciaepiscopal.es/unsolocorazon–, interpela al espectador con un juego de palabras sobre la idea, socialmente extendida, de que los inmigrantes son un peligro; concepto que acaba transformándose en que los ignorantes son un peligro.

El ejemplo del Papa Francisco ha sido un aliento para los obispos españoles a la hora de elaborar esta campaña. Uno de los gestos clave fue su viaje a Lampedusa, isla icono de la tragedia de tantos que pierden la vida en el intento de llegar a la tierra prometida. Siguiendo su empeño, los obispos españoles hacen hincapié en la situación de las costas del sur de España, «que saben de esas tragedias, como lo saben el desierto del Sahara, Arizona y tantos otros lugares donde quedan enterradas tantas esperanzas». No es extraño, aseguran, «que, con frecuencia, la compasión y la misericordia se conviertan en gritos de indignación y vergüenza». Y ponen rostros a esa indignación, que surge en nuestro país con sucesos como la recuperación de las concertinas en las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla: «En un mundo rico que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las vallas, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión», denuncian los obispos en el texto. Esto lo ratificó monseñor Ciriaco Benavente, obispo de Albacete y Presidente de la Comisión episcopal de Migraciones, en la rueda de prensa de presentación de la campaña, donde calificó de lamentable el uso de las concertinas. Aludió también a las otras vallas con las que los inmigrantes se topan en España: la restricción de los derechos sanitarios, que también calificó de lamentable, y el trato vejatorio que sufren en los Centros de Internamiento (CIES): «Los obispos hemos manifestado, en reiteradas ocasiones, nuestro deseo de que no se trate a estas personas como delincuentes», aseveró. Pero estas políticas restrictivas en materia de inmigración no son exclusivas del territorio español.