Cardenal O’Malley: «Es importante el testimonio de una Iglesia arrepentida» - Alfa y Omega

Cardenal O’Malley: «Es importante el testimonio de una Iglesia arrepentida»

El capuchino Seán Patrick O’Malley fue nombrado arzobispo de Boston (EE. UU.) en 2003, en plena tormenta por los abusos sexuales en la diócesis. Aparte de reunirse «con cientos de sobrevivientes y sus familias» y establecer «políticas y procedimientos para tratar de asegurar que el mal del abuso sexual no vuelva a ocurrir», su empeño ha sido «reconstruir la Iglesia» y recuperar su empuje evangelizador. Creado cardenal por Benedicto XVI en 2006, forma parte del Consejo de Cardenales de Francisco y preside la Comisión Pontificia para la Protección de Menores. La semana pasada repasó estas vivencias en las III Jornadas de actualización para sacerdotes de la diócesis de Madrid, celebradas en la Universidad San Dámaso

Rodrigo Pinedo
Foto: Universidad San Dámaso

En su intervención dijo que, al llegar a Boston, vio que «la gente esperaba que sacerdotes y líderes de la Iglesia hicieran siempre lo correcto, y la Iglesia los defraudó». ¿Cómo de difícil se vuelve anunciar el Evangelio en un contexto así?
Ha sido muy difícil, pero todos nos damos cuenta de que el contacto personal, el testimonio de una Iglesia arrepentida y deseosa de corregir los errores del pasado y sanar las heridas que hemos causado, es muy importante. Al mismo tiempo, vemos que la alegría de un testimonio, de una vida que refleja los valores del Evangelio, es la mejor invitación a los demás.

¿Cómo se aborda la tarea de reconstruir la Iglesia internamente, como señaló usted, y al mismo tiempo se es fiel al mandato del Señor de anunciar el Evangelio fuera de ella?
En parte, construyendo una comunidad más fuerte, con nuestros fieles y sacerdotes, y también haciendo hincapié en las obras de misericordia de nuestra Iglesia. Estamos aquí para servir a los que sufren, no solo a las víctimas, sino también a los pobres, a los enfermos… Muchas personas, sobre todo jóvenes, se sienten atraídas hacia la Iglesia por ese ministerio de misericordia, de servicio.

Antes la gente venía a la Iglesia, rezaba y luego iba a trabajar con los pobres. Hoy empezamos con el servicio, que luego los acerca a la Iglesia. Todos los jóvenes, aunque muchos no son muy practicantes, tienen un deseo de servicio a los necesitados. En eso descubren la misión de la Iglesia y su propia identidad como miembros de una comunidad que está para hacer presente la misericordia de Cristo en el mundo actual.

A veces parece que sacerdotes, religiosos y laicos hemos ido cada uno por nuestro lado… Sostiene que esto de evangelizar es un «deporte de contacto», pero se debe practicar en equipo, ¿no?
Solo cuando practicamos este deporte en equipo, ganamos [se ríe]. El gran desafío es convertir a la muchedumbre, que es una colección de individuos, con su propia agenda y sus intereses, muchas veces en competición, en comunidad. Para nosotros los cristianos es la familia de Cristo; queremos convertir a todos en nuestros hermanos.

Tenemos parroquias fuertes y tenemos comunidades apostólicas que también aportan a la espiritualidad, la formación, el sentir de vocación, el sentir de evangelización en la diócesis… Nuestros consejos parroquiales son muy activos y aportan mucho, sobre todo con nuestro nuevo plan de evangelización, Discípulos en misión. Estamos tratando de dar más formación e importancia a los laicos para que tengan un papel más significativo en la misión de evangelizar.

¿Le preocupa que algunos se queden solo con una parte del mensaje del Evangelio?
El obispo tiene que ser el director de la orquesta, para que todos toquen el mismo himno y canten en armonía. Siempre hay peligro de cierto separatismo, pero la Iglesia es Iglesia cuando todos estamos trabajando en conjunto, viviendo en comunidad y apreciando los carismas de los demás. Eso es lo que realmente enriquece a nuestra comunidad.

Ahora que empieza la larga carrera presidencial en Estados Unidos, ¿qué le parece cuando se usa la religión casi como arma arrojadiza?
En los Estados Unidos tenemos la tradición de ser un país muy religioso. Para el pueblo americano en general la religión es muy importante en sus vidas y los políticos siempre han hablado de Dios. No es de sorprender que hablen en estos términos; lo que nos preocupa es cuando se vuelve ideología en vez de un sentimiento de fe.

¿Qué voz tiene la Iglesia para los migrantes?
Estamos pasando un momento difícil, porque tenemos muchísimos indocumentados, que están con varios permisos que se caducan y hay mucha incertidumbre, la gente sufre mucho. La Conferencia de Obispos Católicos siempre está tratando de presionar al Gobierno para que resuelva este problema. Estamos muy unidos en este esfuerzo por promover el bienestar de los inmigrantes y conseguir una legislación más humana de inmigración, que podría resolver muchos problemas para mucha gente. Pero ha sido muy difícil. El Congreso está muy polarizado y esperamos que, tal vez después de las elecciones, haya más paz y la oportunidad de hacer progresos en este sentido. Es muy urgente para el país y la Iglesia.

Usted forma parte del Consejo de Cardenales, ¿cómo es trabajar con el Papa?
Es muy fácil. Es un hombre tan bueno, tan abierto, tan humilde… No hay mucha ceremonia cuando uno está con él, se siente con un hermano.

La reforma de la Curia está a punto de llegar a su final, ¿qué balance hace?
El documento simplemente va a ser una descripción de muchas cosas que ya se han hecho. El Santo Padre quiere que la Curia sea más pastoral, en su enfoque más al servicio de las conferencias episcopales del mundo entero; un instrumento de evangelización y de construir comunión entre nosotros.

Mucho del trabajo ya se está realizando, como ocurre con la Comisión Pontificia para la Protección de Menores. El Santo Padre ha hecho de esto una prioridad de su pontificado y ha logrado bastante. Es un gran desafío que requiere mucha educación en el mundo entero, porque en muchas partes ni siquiera han empezado a hablar del problema.