Un hijo de san Ignacio - Alfa y Omega

Un hijo de san Ignacio

Colaborador

El 3 de febrero me llegó la noticia del fallecimiento del padre Carreira. Le debo muchas cosas en mi vida sacerdotal, aun cuando en los últimos años la vida nos llevó por caminos distintos. Mi relación con él empezó cuando vino por el seminario a darnos una de sus conferencias magistrales. Su sabiduría tanto le impresionó al cardenal Marcelo González Martín que me mandó a estudiar Astrofísica a Estados Unidos para que luego «hablase de Dios» en la universidad… Planes maravillosos que tenía él, pero que luego no terminaron de cristalizar.

Carreira conocía a Dios con certeza, como dice el Catecismo, y no sembraba dudas; un hombre que había encontrado la verdad, y la transmitía apasionadamente. Viéndole no cabía ninguna duda de que uno estaba ante un hijo de san Ignacio profundamente competente en todos los campos que tocaba. De él aprendí mucha fotografía, pues era un gran fotógrafo amateur, aunque yo diría que no tenía nada que envidiar a muchos profesionales. Me enseñó a iluminar retratos, y recuerdo las fotografías que hizo de la fachada de la Pasión de la Sagrada Familia que le impresionaron a Subirachs, quien llegó a afirmar que nunca había visto su obra fotografiada con tanta fuerza. Con él fotografiamos el coro de la catedral de Toledo, las sillerías de Vigarni y Berruguete, y pasé horas en la cámara oscura revelando y positivando negativos. Incluso hacíamos nosotros el revelador con ácido ascórbico para una película de Kodak que comprábamos por metros, antes de la fotografía digital. ¡Qué tiempos!

En Castel Gandolfo enseñaba a usar los telescopios a los alumnos de la escuela de verano del Observatorio Vaticano; con él subí a las cúpulas y usamos el filtro H Alpha en el telescopio refractor que consiguió que donasen al observatorio para ver protuberancias solares. ¡Tantos recuerdos tengo de él!

Descansa en paz, Manny.

Javier Igea