Los respetos al maestro - Alfa y Omega

Los respetos al maestro

Maica Rivera

Este manejable librito compendia una colección de cartas enviadas por Rainer Maria Rilke (Praga, 1875 – Suiza, 1926) al escultor Auguste Rodin (París, 1840 – Meudon, 1917) de quien ejerció como secretario durante ocho meses entre 1905 y 1906. Los textos a su «querido, honorable y gran maestro», que son pura literatura, se acompañan de algunas otras misivas destinadas a su esposa, también escultora, Clara Rilke (Clara Westhoff), y a sus amigos, la filósofa rusa Lou-Andreas Salomé, el banquero y escritor alemán Karl von der Heydt, el autor húngaro Arthur Holitscher y la escritora sueca Ellen Key, con las que se completa una viva panorámica sobre la adoración que el poeta manifestó por su protector parisino a pesar de que la relación profesional entre ambos terminara bruscamente, no así la amistad. Ni siquiera parece que hicieran mella entre ellos esas barreras idiomáticas que Rilke tanto lamenta en sus escritos (el gran autor universal en lengua alemana se queja de su francés para poder comunicarse plenamente en ocasiones con Rodin y de la falta de traducciones de su obra para que este pudiera valorarla). Es más, confiesa de su puño y letra que Rodin le cambia la vida desde el primer momento, cuando ya se creía condenado a la soledad y le parecía «que todos los grandes hombres habían muerto hacía mucho tiempo y que en este mundo extraño no quedaban madre, ni maestro ni héroe». Es decir, Auguste le colma de esperanza en medio de su camino doliente de artista a la busca de «ese resplandor de eternidad en el que reside el fin supremo de la vida creadora». Y por eso se muestra alegre, «muy feliz» al poder expresar su «admiración y devoción más profunda». Su discurso rebosa gratitud ante la figura idealizada de un sabio introspectivo pero generoso y lleno de bondad del que recibe constantemente dos grandes enseñanzas: «trabajo y paciencia». El viejo Rodin, con su «mirada serena», es una gran inspiración para hacer emerger «lo que hay más puro» en el fondo del alma de Rilke, quien se siente parte de los jóvenes que anhelan «consejo verdadero» y que, «buscando un maestro poderoso, no son palabras ni indicaciones lo que esperan sino un ejemplo, un corazón ardiente, manos que sepan hacer grandeza». De entre todas, conmueve especialmente la carta fechada el 21 de diciembre de 1905, escrita cerca de Bremen (Alemania), por el tierno mensaje familiar del poeta al escultor: «El 24, en la noche, cuando estemos reunidos alrededor del árbol, florecido con pequeñas luces, nuestro vivo y agradecido recuerdo se elevará hacia usted, buscando guardarle el principal lugar en el silencio y en la alegría de esta fiesta también, como en las otras fiestas interiores de nuestra alma de las que siempre es usted centro».

La lectura de estas páginas tan intensas corrobora lo que avanza la presentación, que «el manojo de cartas» que aquí se recogen es «un admirable documento intelectual y humano» que no solo plasma el encuentro de dos artistas excepcionales sino que también «revela, en unas vidas atormentadas, el significado de ese momento luminoso».

Auguste Rodin. Cartas al maestro
Autor:

Rainer Maria Rilke

Editorial:

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