San Pablo Miki, un japonés en la cruz - Alfa y Omega

San Pablo Miki, un japonés en la cruz

María Martínez López
Ilustración: Asun Silva

Durante toda la Historia, y en todos los rincones del mundo, ha habido personas dispuestas a dar la vida por Jesús. Es el caso del japonés Pablo Miki y otros 23 religiosos y laicos, que fueron crucificados en 1597 en Nagasaki (Japón), y su fiesta es el 6 de febrero. Pablo era hijo de una familia rica, y fue educado por los jesuitas. Él mismo, de joven, entró en la Compañía de Jesús y, como era japonés, le resultaba más fácil anunciar el Evangelio a sus paisanos.

El señor feudal de Japón se asustó porque los jesuitas empezaban a tener mucha influencia en el pueblo, y temía que eso le quitara poder. Por eso, desató una persecución contra los católicos. Pero Pablo, que tenía 35 años, siguió con su labor evangelizadora, y él y otras 23 personas (otros dos jesuitas, franciscanos y algunos laicos) fueron detenidos. Para meter miedo al resto de los cristianos, les llevaron hasta Nagasaki para crucificarlos allí, porque era la ciudad con más cristianos. La distancia desde Kyoto era de casi mil kilómetros, un camino muy largo en el que sufrieron mucho, pero a pesar de todo los prisioneros cristianos iban cantando.

Ya cuando estaba en la cruz, a pesar del dolor, se dio cuenta de que tenía una gran oportunidad de anunciar a Jesús. Empezó dando gracias a Dios por dejarle morir por anunciar el Evangelio. Y añadió: «No creerá ninguno de vosotros que me voy a apartar de la verdad. Os aseguro que no hay más camino de salvación que el de los cristianos. Y como el cristianismo me enseña a perdonar a mis enemigos y a cuantos me han ofendido, perdono sinceramente al rey y a los causantes de mi muerte, y les pido que reciban el Bautismo».