Monseñor Ciriaco Benavente: «Endurecer las fronteras no es la solución» - Alfa y Omega

Monseñor Ciriaco Benavente: «Endurecer las fronteras no es la solución»

Hablamos con el presidente de la Comisión episcopal de Migraciones y obispo de Albacete, monseñor Ciriaco Benavente, sobre los 14 subsaharianos que murieron en su intento de llegar a las playas ceutíes. También de la consideración del Consejo de Europa sobre la retirada de la tarjeta sanitaria que, asegura, viola la Carta Social Europea; y de la reapertura del caso del fallecimiento en un CIE de una mujer congoleña. Monseñor Benavente asegura que «la represión» no es la solución, y pide a Europa que trabaje en los países de origen, en lugar de dedicar el dinero «a defender fronteras»

Cristina Sánchez Aguilar
Una imagen de la valla de Ceuta

¿Cómo valora lo sucedido en Ceuta estos días?
Siempre que haya alguien, y en este caso son muchas personas, que experimentan situaciones de pobreza, de marginación, de rechazo…, sentimos una pena profunda y nos duele en lo más hondo. No somos partidarios de una emigración que no tenga cauces legales, pero es importante comprender que hay gente que vive situaciones muy duras, y necesita escapar. En este caso, son lamentables las muertes de estas 14 personas, aunque también hay que decir que la Guardia Civil, en otras ocasiones, ha hecho labores admirables de rescate.

Pero si hay una oleada de inmigrantes que llegan a España, ¿que pasen o que no pasen?
La sociedad está estructurada con una ley y un Derecho, algo que a la larga beneficia a las personas. Pero hay que dar respuestas a estas situaciones de urgencia. Lo triste es que la única solución que se le ocurre a Europa, que ha tenido una presencia muy importante en África, es endurecer cada vez más las fronteras.

¿Cuál sería entonces la solución?
Es muy complicada. Como decía el Papa en Lampedusa, Europa tiene que responsabilizarse y buscar soluciones que comprendan los países de origen, de tránsito y de destino. Venimos abogando hace tiempo por trabajar en mejorar las condiciones de vida en los países de origen; creo que la política más inteligente de Europa sería trabajar en dichos países y buscar colaboración para abrir vías de desarrollo. Cuando estuve en Ecuador, visité un proyecto de cooperativas de mujeres avaladas con microcréditos. Preguntamos cuántas tenían familiares emigrantes, y sólo había dos. Porque la gente no emigra cuando ve perspectivas de futuro. De forma inmediata, hay que atender de manera humana los problemas, abogando por la generosidad y no por la represión.

Pero esta petición ya resuena desde hace tiempo y, lejos de mejorar, la situación cada vez va a peor…
En la medida que este mundo siga siendo injusto, con hambre, pobreza, violencia y guerra, seguirá habiendo personas que migran a la fuerza. Lo que tenemos que intentar es solucionar los problemas concretos de cada día y trabajar con mucho empeño en proponer claves orientadas al bien común. Y esto tiene que ser cuestión de los dirigentes políticos de todos los países, pero también de la sociedad.

La sociedad…, esa que ha votado en Suiza que se cierren las fronteras hasta para los ciudadanos europeos.
Educar a la sociedad es muy importante. Hay que acoger a los inmigrantes, pero también hay que trabajar para cambiar a las personas en nuestros países. En Suiza, ahora que no se necesita al inmigrante, se le cierran las puertas, algo que no soluciona el problema.

Nos amparamos en la crisis, pero países como España recortan las partidas para servicios sociales y cooperación, y sin embargo se gastan más dinero en reforzar fronteras.
Nuestros países deberían hacer un esfuerzo y dedicar el dinero no tanto a defender fronteras o pagar guardias que vigilen, sino a abrir vías de desarrollo en los países de origen. En España, hemos vivido una afluencia de flujo migratorio muy grande en poco tiempo, pero, si nuestra situación es de crisis, ¿cómo es la suya?

Un momento de las protestas contra las concertinas

Entonces Europa vive un momento de un terrible ensimismamiento.
Lo vemos también con el aborto. Cuando se impone la lógica del propio interés, de mis derechos por encima del don, de la gratuidad y de la fraternidad, siempre lo acaban pagando las personas. Y a costa de los derechos humanos y de su dignidad.

España es de lo malo, lo peor. Hasta la ensimismada Europa nos tira de las orejas por retirar la tarjeta sanitaria a inmigrantes sin papeles.
Gracias a Dios no se está aplicando muy rígidamente esta normativa, sino que muchos médicos hacen la vista gorda. Es muy triste que se deje de atender un derecho fundamental a personas que se encuentran en situaciones de tanta necesidad.

Tampoco sabemos tratar con dignidad a los inmigrantes que viven con nosotros. La Audiencia de Madrid ha pedido reabrir la investigación sobre el fallecimiento de una mujer congoleña en el Centro de Internamiento de Inmigrantes.
Donde hay hacinamiento, es difícil el trato digno. En algunos países, los CIES los llevan organizaciones sociales. Pero aquí, los lleva la policía, y no tengo nada en contra, al revés, pero está acostumbrada a trabajar con medidas policiales y delincuentes. Y los inmigrantes irregulares no son delincuentes. Desde la Iglesia, hemos abogado porque se humanicen estos lugares y parece que había algún proyecto de reforma. También tenemos pendiente un convenio para prestar atención pastoral en los CIES.