Los tuits de la hermana Angélique Namaika - Alfa y Omega

Los tuits de la hermana Angélique Namaika

La Hermana Angélique Namaika, religiosa agustina de la República Democrática del Congo, acaba de recibir el Premio Mundo Negro a la Fraternidad, que anualmente concede la revista de los Misioneros Combonianos. El galardón reconoce el trabajo de esta mujer en pro del perdón, la reconciliación y el reencuentro con las víctimas, en especial mujeres, del Ejército de Resistencia del Señor y de su sanguinario líder, Joseph Kony. «Hemos conseguido arrancar de estas mujeres el sentimiento de odio», afirma la religiosa

Javier Fariñas Martín
Namaika, con las mujeres del centro de Dungu. Foto: ACNUR

Twitter, una de las más importantes redes sociales de nuestro planeta, centra su funcionamiento en la difusión de mensajes que no deben exceder los 140 caracteres. En este espacio, millones de ciudadanos de todo el mundo gorjean pensamientos sencillos, obligatoriamente breves y, en ocasiones, de gran calado. La hermana Angélique Namaika, religiosa agustina de la República Democrática del Congo, no tiene cuenta en Twitter. Sin embargo, cuando fraguaba su vocación a la vida consagrada, la lectura de dos simples versículos, cortos y contundentes como un tuit, la determinaron a ponerse al servicio de los demás.

El primero de esos mensajes sólo tenía 71 caracteres: Todo lo que hicisteis a alguno de esos pequeños, a mí me lo hicisteis.

El otro, no menos sugerente, era más breve todavía: Jesús pasó por la vida haciendo el bien.

Si alguien duda de la capacidad de la Palabra para incendiar el corazón de una persona, aquí está el caso de esta mujer, que, desde entonces, dedica su vida a llorar y reír con aquellos que lloran y ríen.

La joven que leyó esas dos simples frases, Angélique Namaika, nació hace 46 años en el territorio de Poko, en el este de la República Democrática de Congo, en el seno de una familia numerosa. De pequeña, gastaba mala salud y tenía que recorrer andando cada día 7 kilómetros para ir al colegio, donde aprendía los rudimentos de la Lengua, las Matemáticas o la historia de su país.

No tenía más de 9 años cuando se fijó en una religiosa agustina, alemana, que trabajaba en su pueblo cuidando enfermos. Como tantos y tantos misioneros repartidos por todos lados, esa religiosa sólo tenía ojos y tiempo para el prójimo. Su vida era una donación constante por todos aquellos que necesitaban de una palabra de consuelo o de una brizna de cariño. Ahí, en la imitación de aquel modelo concreto, encontró Angélique Namaika el germen de su vocación. Después llegó la lectura y reflexión de los dos textos bíblicos citados líneas arriba. En 1985, era ya aspirante y colaboraba en la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús, de Amadi.

Namaika, en Madrid, en el Encuentro Antropología y Misión, para recibir el Premio ‘Mundo Negro’ a la Fraternidad

Marcada por Joseph Kony

En esa historia personal, la barbarie del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas inglesas), liderado por Joseph Kony, terminó por marcar su camino. En 2009 tuvo que huir a la selva, igual que otras muchas personas, víctimas de la presión de las huestes de uno de los terroristas más sanguinarios del planeta. En aquellas circunstancias, la lista de personas vulnerables a causa de la violencia era más extensa que la carta a los Reyes Magos de un niño caprichoso: mujeres violadas, niños y niñas soldado, jóvenes tratadas como objeto sexual, hambre, pena, sufrimiento, enfermedades numerosas, soledad, desarraigo… Ahí era donde Angélique Namaika tenía su sitio.

En Dungu-Doruma puso en marcha un centro en el que ofrece educación y formación a las mujeres que han sufrido la violencia del LRA y en el que, ante todo, promueve el perdón, la reconciliación y el reencuentro consigo mismo de las víctimas. Este trabajo, con el tiempo, le ha hecho merecedora de dos importantes galardones. El primero, el Premio Nansen, otorgado por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), lo recibió el pasado otoño. El segundo, el Premio Mundo Negro a la Fraternidad, que anualmente concede la revista de los Misioneros Combonianos, lo acaba de recibir en nuestro país.

En las dos semanas que ha estado en España, la Hermana Angélique Namaika ha lanzado mensajes breves y contundentes, como tuits, que no han pasado desapercibidos a quienes la han escuchado. Sobre la sensación que portan consigo aquellas mujeres que huyen del LRA, dos perlas: «Cuando eres refugiado, vas en una dirección que no eliges», y «Un refugiado se marcha sin nada. No elige cuándo ni hacia dónde». En torno al trabajo que realizan con las mujeres, una reflexión contundente: «Si nos limitásemos sólo a dar ayuda de subsistencia a las mujeres desplazadas, no sería suficiente». Y, por último, la conclusión de su labor: «Hemos conseguido arrancar de estas mujeres el sentimiento de odio».

Por las manos y el corazón de la Hermana Namaika han pasado, en los últimos diez años, más de 2.000 mujeres. Pero, incluso si sólo hubiera sido una, repite convencida la religiosa, habría merecido la pena.