Te he llamado por tu nombre, tú eres mío - Alfa y Omega

Te he llamado por tu nombre, tú eres mío

Que en su misión «prevalezca la esperanza», que sirva «sin condescendencias con uno mismo», y que confíe en Dios, ya que «no faltarán las dificultades», fueron algunos de los consejos que el arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Barrio, ofreció a su nuevo obispo auxiliar, monseñor Jesús Fernández, durante su ordenación episcopal en la catedral compostelana, el pasado sábado, 8 de febrero

Cristina Sánchez Aguilar
Monseñor Julián Barrio impone las manos al nuevo obispo auxiliar de Santiago de Compostela, monseñor Fernández

La Iglesia compostelana se alegra en el Señor con su obispo, ordenado «según la tradición apostólica, mediante la oración y la imposición de las manos como signo de protección y de total propiedad de Dios, que dice: Te he llamado por tu nombre, tú eres mío». Con estas palabras, el arzobispo de Santiago de Compostela, monseñor Julián Barrio, dio la bienvenida a su nuevo obispo auxiliar, monseñor Jesús Fernández, durante la celebración de su ordenación episcopal en la catedral compostelana, el pasado sábado, 8 de febrero.

En su homilía, monseñor Barrio describió la misión del «enviado del Señor» como el hombre que «se acerca al herido en cualquier circunstancia, que siente la alegría del Espíritu de Dios que llama y envía para dar la buena noticia a los que sufren, venda los corazones desgarrados, proclama la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad».

Asimismo, recordó al nuevo obispo que, en el sucesor de los apóstoles, «más allá de todas las preocupaciones y las dificultades inevitablemente asociadas con el fiel trabajo cotidiano en la viña del Señor, debe prevalecer sobre todo la esperanza». Porque el ministerio episcopal ha de alentar la esperanza de quienes, «amenazados por mitos ilusorios y por el pesimismo de sueños que se desvanecen, y afligidos por las múltiples formas de pobreza, contemplan a la Iglesia como monte de las Bienaventuranzas», añadió.

El amor que da dignidad

El arzobispo de Santiago señaló a su hermano la importancia de «tener en gran aprecio a la comunidad eclesial, que es propiedad de Cristo, pues la adquirió con su sangre y la ama infinitamente», y señaló que «es el amor el que da valor y dignidad a la actitud de servir a quienes no cuentan en nuestra sociedad, heridos por tantas dolencias. El cáliz amargo de los demás no nos puede ser ajeno».

Monseñor Barrio alentó al nuevo obispo auxiliar compostelano a servir «en vigilancia y fidelidad, sin cálculos ni condescendencias con uno mismo», ya que «la lógica del Evangelio no es la del poder ni la de la ambición, sino la del servicio y la gratuidad». De hecho, reafirmó que, sólo siendo un hombre de Dios, «se puede vigorizar la vida religiosa asumiendo los sufrimientos apostólicos por la difusión del Evangelio, la defensa de los débiles y la constante atención al pueblo de Dios, sin olvidar a los alejados, confiando en la acción interior del Espíritu y estando siempre cercano a todos, desde el más grande al más pequeño». A continuación, le animó a fiarse de Dios y su palabra de gracia, ya que «no faltarán las dificultades, fuera y dentro de la comunidad cristiana, que buscan diluir nuestra fe».

Finalmente, le dedicó unas palabras en gallego, en las que afirmó que quen non serve á verdade, non serve á unidade.

Larga lista de agradecimientos

En su alocución, que comenzó también con unas palabras en gallego, de agradecimiento a Dios por «criarme con infinito amor y quererme presbítero y obispo de su Santa Iglesia», el recién ordenado obispo auxiliar de Santiago de Compostela pidió a los presentes ser considerado, «desde ahora mismo, como el padre y el hermano que, unido a nuestro arzobispo don Julián, se dispone a compartir con vosotros y a serviros lo único valioso que posee: Jesucristo».

Monseñor Fernández González, cuyo lema episcopal es Evangelizare pauperibus –Evangelizar a los pobres– y cuyo escudo simboliza, como pilares de su episcopado, la Eucaristía, la Palabra, la Estrella –de Compostela y de María– y un león, por su diócesis natal, continuó con un largo capítulo de agradecimientos. Empezó por el Espíritu Santo que, «con su fuerza transformadora, me ha capacitado para ser y vivir como cristiano, como sacerdote y como sucesor de los apóstoles». También dio las gracias a la Iglesia, de la que recibió «sus cuidados desde muy pequeño, en mi parroquia de Selga de Ordás, en el Seminario, en otras instituciones eclesiales, y, finalmente, en la curia diocesana».

Asimismo, mencionó en su acción de gracias al Papa Francisco y a «los más pequeños, los necesitados, los pobres, que eran los preferidos del Señor y esperan también mi predilección». Nombró también a tantos otros «que han confiado en mí y tanto me han ayudado estos años», como monseñor Julián Barrio, el Nuncio de Su Santidad, monseñor Renzo Fratini, o los miembros de la Iglesia diocesana de León, su Iglesia de origen, entre otros.

Cerró la lista de agradecimientos con sus padres, de quienes «he recibido la vida, la fe y el apoyo a mi labor pastoral; además, han sido para mí un ejemplo importante de honestidad, respeto, trabajo y laboriosidad»; gratitud que extendió a sus hermanos y al resto de familiares.