La cercana visita ad limina - Alfa y Omega

Los obispos de las diócesis españolas visitaremos, D. m., oficialmente al Papa Francisco los días del 24 de febrero hasta el 8 de marzo. A lo largo de las dos semanas seremos recibidos por el Papa y por los responsables de algunas Congregaciones y Consejos de la Curia; tendremos la oportunidad de exponer la situación, la vida y las tareas de la diócesis con sus luces, inquietudes, proyectos y esperanzas. Previamente, hemos elaborado unos informes o relationes que han sido enviados a los dicasterios correspondientes para que, con tiempo, puedan ser conocidos. La visita no se reduce a cumplir un trámite administrativo ni un deber de disciplina canónica; es un acontecimiento eclesial, espiritual y apostólico. La expresión ad limina podemos explicitarla con las siguientes palabras: es la visita a los umbrales (limina) o sepulcros (trophaea) de los apóstoles Pedro y Pablo. La visita ad limina apostolorum, realizada por los obispos en representación de sus diócesis respectivas, tiene sobre todo dos finalidades: honrar los sepulcros de los Apóstoles Pedro y Pablo, que son como cimientos de la Iglesia de Roma, y encontrar al Papa, obispo de Roma y sucesor de Pedro. En la realización de la visita hay acciones en grupo —por ejemplo, la celebración en las basílicas, el discurso del Papa que este año tendrá lugar el 3 de marzo dirigido a todos los obispos, reunión en los dicasterios por Provincias Eclesiásticas o grupos de Provincias— y otros momentos son de encuentro personal del Papa con el obispo en nombre de su Iglesia particular. Si el Papa es el centro y el fundamento visible de la fe, el amor y la misión de la Iglesia universal, debemos, consiguientemente, sintonizar con él, escuchar su palabra, leer sus escritos magisteriales, expresarle nuestro afecto; pedimos a Dios que lo sostenga, ilumine, fortalezca y consuele en su ministerio, tan decisivo para la Iglesia y tan exigente para él. En la plegaria eucarística pedimos por él, precisamente en el corazón mismo de la liturgia. Para el obispo que cumple la visita significa peregrinar a los lugares señeros de la fe, mostrar la comunión afectiva y efectiva con el Papa, cultivar la relación vital para la estructura de la Iglesia entre primado y colegialidad.