Viaje al centro de la Iglesia - Alfa y Omega

Viaje al centro de la Iglesia

Los obispos españoles inician, el lunes próximo, la visita ad limina en el Vaticano, la primera desde 2005, que ni siquiera pudo completarse, debido al empeoramiento de la salud de Juan Pablo II

Ricardo Benjumea
Obispos españoles, durante la Misa celebrada por Benedicto XVI en la Plaza del Obradoiro, junto a la catedral de Santiago

El arzobispo de Sevilla, monseñor Asenjo, fue de los que se quedó sin ver al Papa en abril de 2005. «Juan Pablo II era ingresado en la clínica Gemelli, y moría pocos días después», recuerda en una carta el entonces obispo de Córdoba. Al menos, le queda la visita ad limina de 1997, como auxiliar de Toledo, que recuerda como «una experiencia fuerte de catolicidad».

Los obispos de las Provincias Eclesiásticas de Sevilla, Granada, Barcelona, Tarragona, Santiago y Oviedo (39 en total) visitarán al Papa del 3 al 8 de marzo. Del 24 de febrero al 3 de marzo, lo harán los 44 obispos de las Provincias Eclesiásticas de Burgos, Pamplona, Zaragoza, Madrid, Toledo, Mérida-Badajoz, Valencia, Valladolid y el arzobispo castrense.

Una novedad, con respecto a los tiempos de Juan Pablo II, es que el Papa recibirá a los obispos no individualmente, sino en grupos de 7 u 8. En lugar de discursos, habrá un coloquio, en el que —explica el arzobispo de Zaragoza, monseñor Ureña— «cada obispo se limitará a presentar brevemente el estado de su diócesis y a responder lo más concisamente posible a las eventuales preguntas» del Pontífice. Además, el Santo Padre recibirá conjuntamente a los 83 obispos españoles el 3 de marzo, y les dirigirá un discurso, precedido de unas palabras del cardenal Rouco, Presidente de la CEE.

Las indicaciones del Pontífice serán decisivas de cara a fijar las prioridades pastorales para el episcopado español. «Si el Papa es el centro y el fundamento visible de la fe, el amor y la misión de la Iglesia universal, debemos, consiguientemente, sintonizar con él», subraya el arzobispo de Valladolid, monseñor Ricardo Blázquez.

«No se trata de una visita, digamos, burocrática, de tipo jurídico-administrativo», escribe el arzobispo de Burgos, monseñor Gil Hellín. Los obispos de las Provincias Eclesiásticas de Burgos (Burgos, Palencia y Soria) y Pamplona (Pamplona-Tudela, Vitoria y Bilbao) serán los primeros a los que recibirá el Santo Padre, el mismo lunes 24. «¿De qué hablamos los obispos con el Papa y los órganos de gobierno que le ayudan? Fundamentalmente, damos una información muy detallada de la situación de la diócesis. Por ejemplo, hablamos de los sacerdotes, del Seminario, de las vocaciones consagradas, del matrimonio y de la familia, de la catequesis, de la vivencia de la caridad, de la situación económica de la diócesis… No es que tengamos que rendir cuentas, sino que hacemos un intercambio fraterno, donde ponemos a disposición del Papa y de sus órganos de gobierno la realidad global de cada diócesis, para que él esté informado y pueda aconsejarnos».

Para preparar estos encuentros, se remitieron en diciembre a Roma amplios informes de cada diócesis. Pero «mucho más importante que esta información es el contenido eclesiástico de esta visita», escribe el obispo de Jaén, monseñor Ramón del Hoyo.

«No peregrino solo», sino en representación de toda la Iglesia diocesana, subraya el obispo de Segorbe-Castellón, monseñor Casimiro López. Con los demás obispos y ante las tumbas de Pedro y Pablo, «daré gracias a Dios por todos vosotros y le pediré por intercesión de los Apóstoles que nos mantenga firmes en la fe apostólica y en el anuncio del Evangelio».

«No perderé la ocasión de hablarle» al Papa «de todos vosotros, de la vitalidad de vuestra fe, de vuestro compromiso cristiano», insiste, en la misma línea, monseñor Amadeo Rodríguez, obispo de Plasencia, a quien acompañará una peregrinación diocesana, que aprovechará también para visitar la casa natal de Juan XXIII, en Sotto il Monte, y encontrarse con su antiguo secretario personal, el ya para entonces cardenal Loris Capovilla.

La visita ad limina apostolorum: significado eclesial

La visita ad limina consiste en la peregrinación que todos los obispos realizan periódicamente para honrar los sepulcros de los santos apóstoles Pedro y Pablo y encontrar al sucesor de Pedro. El sentido de esta antiquísima institución consiste en poner de manifiesto y reforzar la comunión jerárquica entre los obispos y el Papa, cabeza del colegio episcopal, así como la catolicidad de la Iglesia. El primer acto de la visita consiste en la veneración de los sepulcros de los apóstoles Pedro y Pablo, donde los obispos renuevan la profesión de la fe apostólica, sobre la que se fundamenta la Iglesia. En un segundo momento, tiene lugar el encuentro con el Santo Padre, sucesor de Pedro, custodio del depósito de la verdad transmitida por los Apóstoles, y principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia. Y, después, los obispos visitan también los dicasterios de la Curia romana, que son los instrumentos ordinarios del servicio del Papa a todas las Iglesias, para reforzar el servicio del obispo a la Iglesia particular que preside.

Los obispos hacen presente la situación de la propia diócesis y sus expectativas, intercambian informaciones sobre las esperanzas, alegrías y dificultades de la Iglesia universal, y reciben consejos y directivas. Así, mediante la visita ad limina, los obispos expresan y fortalecen su adhesión y la de la diócesis que presiden al magisterio, y, al mismo tiempo, el Papa reconoce la autoridad de cada obispo en la propia Iglesia particular, y lo sostiene para que vele por el rebaño que el Señor le ha confiado.

Roberto Serres López de Guereñu
Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad San Dámaso