Fuerza para hablar de Dios hoy - Alfa y Omega

Fuerza para hablar de Dios hoy

«La Iglesia venera a los mártires más que a los otros santos»; su testimonio es de la máxima actualidad hoy, cuando «el relativismo hedonista seca la vida espiritual y cultural de Europa»: son palabras de monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, en su conferencia Mártires del siglo XX y nueva evangelización, pronunciada la semana pasada en la Facultad de Teología, de Valencia, de la que ofrecemos algunos párrafos:

Redacción
‘Ellos completan de modo muy especial «lo que falta» a la pasión salvadora del Señor’

Uno de los actos pontificios más relevantes hasta ahora de los referidos a la Iglesia que camina en España fue la beatificación de 522 mártires del siglo XX que tuvo lugar en Tarragona, el 13 de octubre pasado. El Papa Francisco, en un videomensaje, nos invitó a ser cristianos sustanciales, no barnizados: creyentes que se toman en serio, como los mártires, el amor de Dios y su testimonio ante el mundo. El siglo XX fue un momento riquísimo en cristianos sustanciales. Su testimonio y su intercesión será decisiva para la nueva evangelización.

El siglo XX ha sido el siglo de los mártires, pero nadie habla de ello. O apenas nadie. Es un tabú, porque tales catástrofes y genocidios son difícilmente compatibles con la imagen idealizada de un siglo XX presentado solamente como el de la Declaración de los Derechos Humanos y de la democracia. Pero no queremos ni podemos olvidar. La Iglesia no olvida a sus mártires, ni a ninguna de las víctimas inocentes de la violencia ejercida por regímenes muy desarrollados técnicamente, pero ateos y antihumanos.

El Papa Juan Pablo II ha sido, sin duda, la figura profética que ha puesto sobre el candelero la luz de los mártires del siglo XX. ¿Por qué aquel empeño del Papa santo? El Papa polaco estaba convencido de que, así como los mártires romanos fueron, sin duda, la semilla de la que brotaron los frutos de la evangelización de Europa en el primer milenio, así también la sangre de los mártires del siglo XX está llamada a fecundar la evangelización del tercer milenio, es decir, la nueva evangelización.

No es difícil comprender las razones de aquella profética convicción. Los mártires del siglo XX son personas de la misma fibra espiritual que los de los primeros siglos y los de todas la épocas. Son cristianos que, llegada la hora de la verdad, se han mostrado capaces de no anteponer nada a su fidelidad a Jesucristo. Prefirieron morir a traicionar su fe.

La Iglesia crece por atracción

Los mártires son los primeros evangelizadores del tercer milenio, primero y básicamente, porque el Evangelio no prende en el corazón de los hombres a base de discursos y, menos todavía, a base de palabrería cargada de los tópicos dictados por las modas culturales, políticas o eclesiásticas. No, el Evangelio atrae y cautiva mentes y voluntades en virtud del testimonio de los santos, que es el cauce ordinario de la gracia de Cristo.

El Papa Francisco habla con frecuencia de la Iglesia como una comunidad de memoria: «El creyente es fundamentalmente memorioso». Sí: «La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción»; no crece por discursos dirigidos única o preponderantemente a la inteligencia, sino por la fuerza subyugadora de la vida de los santos y de los mártires.

La Iglesia venera a los mártires más que a los otros santos. Ellos se han configurado con Jesucristo en su muerte salvadora. Sobre los sepulcros de los mártires se celebra el sacrificio de la Misa que actualiza el sacrificio de la Cruz. Ellos completan de modo muy especial lo que falta a la pasión salvadora del Señor. ¿Y qué le falta? El testimonio supremo del amor que los bautizados ofrecen al Señor aceptando la muerte y ofreciendo perdón, como el mismo Cristo.

Monseñor Martínez Camino durante su intervención, junto a monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Valencia. Foto: A. Sáiz/AVAN

Ante la dictadura hedonista

La Iglesia florece cuando se aparta del mundo y de sus ídolos de cada momento histórico, para volverse al Dios vivo y verdadero. Los mártires del siglo XX han sido testigos de la gran causa de Dios precisamente en medio del siglo del ateísmo de masas. Sólo Dios basta: cuando acoge el Amor infinito, el ser humano lo tiene todo. Quien ha encontrado ese tesoro, ya no le falta nada, ya no teme entregar la vida libremente. La intercesión de los mártires del siglo XX es de la máxima actualidad, porque el ateísmo sigue secando la vida espiritual y cultural de la Europa de nuestros días; ahora, bajo la forma del relativismo hedonista, que va camino de imponerse a los pueblos como una nueva forma de dictadura y que ya está poniendo de nuevo en cuestión los derechos humanos fundamentales.

¿Queremos un tercer milenio iluminado por el Evangelio, donde todos los seres humanos, débiles o fuertes, de nuestra mentalidad o de otra, sean respetados y amados como personas dotadas de una dignidad inviolable? Hemos de vivir el Evangelio y comunicarlo de todas las maneras posibles, sin olvidar a los mártires. Ellos son nuestros intercesores privilegiados, que nos previenen contra los ídolos de las ideologías, y que nos ayudan a insertarnos en la vida de Cristo. ¿Cómo hacerlo? Conociéndolos y haciéndolos conocer, para vivir en comunión con ellos, para pedir su intercesión. Orando con ellos y por medio de ellos, viviendo y promoviendo su amor y su culto.